miércoles, 28 de febrero de 2007

Para un manifiesto republicano




Ramiro Pinto Cañón
Un modelo republicano nos lleva a repensar la política actual, hasta el punto de observar su banalidad y comprender que estamos en un callejón sin salida, lo cual nos hace ver que, el actual modelo da vueltas a una noria, con el único sentido de perpetuar un sistema de Poder que ya no ofrece ninguna solución, sino que es el problema mismo, convertido en una inercia, que sólo es posible resolver saliendo de él.
Hoy por hoy, la democracia es incompleta. Va con el freno de mano puesto, y por lo tanto no avanza. Todo lo que se estanca se acaba pudriendo. Para dar una salida a esta situación proponemos el republicanismo, como acción social que lleve a la III República. Esto requiere de cada uno de nosotros para crear un gran movimiento, como factor común de cualquier idea que se fundamente en los valores de la libertad, la razón, el estado de derecho y la defensa universal de los derechos humanos. Es hacer de los conflictos un avance colectivo en la búsqueda democrática de soluciones y no convertirlos en una excusa para despreciar o eliminar a quienes ejercen la crítica o frenan los abusos de poder.
El republicanismo busca resolver los problemas, como parte de la evolución social, en sentido contrario a vencer al contrincante, como modelo de control e imponer modelos totalitarios de diversa índole.
El republicanismo cuestiona la premisa sobre la que se establece el modelo de Estado actual, porque quiere que cada persona, con nuestro quehacer político, seamos ciudadanas y ciudadanos, y no ser súbditas y súbditos, que es en lo que se nos ha convertido, mediante un juego de disfraces psicológicos, sociales, económicos y políticos, en el que se atrapa a la ciudadanía, en lo que es una estrategia técnica de control.
Republicanismo es hacer de las ideas un tejido racional, en lugar de una cadena de prejuicios que uno nos lleva a otro, de manera que los debates quedan encerrados en planteamientos absurdos, que carecen de salida y llevan a no poder pensar con lógica sobre ellos. Este poderoso mecanismo ha permitido que la comunicación social crezca sobre él sin sentido y el bloqueo psicológico de las personas, ejerciendo un Poder tremendo sobre las conciencias a través de los medios de comunicación. En definitiva, el republicanismo supone convertir el modelo constitucional en un espacio libre y dinámico, que no se vea disecado en espejismos irreales, que sólo son apariencias, formalismos carentes de contenido.
El juego entre gobierno y oposición, el control parlamentario al poder ejecutivo se ha convertido en una ficción. Todos los partidos están enredados en esta trampa, sin poder salir de la misma; cada vez se ven más atrapados y la política innovadora de partidos progresistas se ve reducida a gestos llamativos, en el mejor de los casos, pero incapaz de articular un avance social, cada vez más necesario.
La Transición fue un proceso que nos debió de llevar a algo, que transita de un modelo a otro, y por lo tanto, perpetuar dicho modelo nos impide poder decir, treinta años después, que ha sido un proceso, o que lo fue, porque sigue presente e inamovible. Convertir la Constitución en unos principios y no en una base de derecho colectivo, es evitar que se cumpla la Transición, lo cual nos lleva a la parálisis de la política, de la economía, de los movimientos sociales, sin poder reaccionar a la hora de introducir nuevos elementos, necesarios para adaptar el actual modelo de Estado a la nueva realidad que surge.
Ser ciudadano es tener conciencia y dotarnos de un espacio social, en que conciencia y sociedad se relacionen, para pensar críticamente, para acceder a las instituciones de manera proporcional al voto de los ciudadanos y ciudadanas, y no sobre un modelo jerárquico, que en lugar de dar cauce a las inquietudes ciudadanas, se convierte en un sistema de control.
Ser ciudadano es tener nuestro propio sentido de Estado y no depender de negociar la educación de nuestras hijas e hijos con ninguna institución ajena, como sucede con la relación del estado y la iglesia católica y con otros cultos.
En el laicismo caben todos, en los cultos sólo los creyentes de cada cual. Por eso, el laicismo debe ser la expresión colectiva de una sociedad, porque respeta la mentalidad individual de cada persona y evita que el ámbito de lo público se vea afectado por intereses particulares, ya sean de carácter religioso, de forma que las religiones encuentren su campo de acción democrática en la aconfesionalidad, que usan a su antojo para sus fines proselitistas, o sean intereses de tipo ideológico o económico. El laicismo es la expresión social de la tolerancia en el más amplio de los sentidos. Ser ciudadano es respetar la libertad individual, mediante un juego neutral de las instituciones y no vernos a la defensiva ante ningún valor religioso o interés económico, que dejan desprotegido al ciudadano y coartan su libertad.
Republicanismo es que la economía nos haga ser sujetos sociales y no objetos de quienes manejan la riqueza de la sociedad, como si ésta fuera de su propiedad y permite a los poderosos dar al pueblo sus migajas, que luego hay que agradecer. Conformarnos con empleos precarios y temporales, como única posibilidad de subsistencia, dentro de una jerarquía que permite normalizar lo que es un abuso, que forma parte de la estructura misma del Poder y contra el que se organizan protestas controladas en la superficialidad política, en una cultura política que obvia y silencia la base de cualquier cambio de cara al futuro: el republicanismo. El republicanismo profundiza en los problemas sociales. Entiende la República como un valor en sí mismo y no sólo como un simple modelo antimonárquico. Es poder participar en la vida pública como individuos y no como parte de engranajes empresariales, maquinarias políticas y mediáticas. Es dotar al ciudadano y ciudadana de un modelo de Estado que le permita ser libre como valor individual, tener libertad como valor social y estar libre como modelo de Estado.
La Constitución es pues una herramienta que hay que usar para la construcción de la organización social, no puede seguir siendo un fetiche, ni una limitación para perpetuar un modelo de Estado estático, incapaz de abordar los nuevos problemas y que se siga usando para paralizar la transición, secuestrar la democracia, mediante condiciones y manejos que a la larga nos impiden un marco real de libertad.
El republicanismo es el modelo en el que la democracia adquiere su significado y su sentido: el poder del pueblo.

viernes, 23 de febrero de 2007