lunes, 26 de julio de 2010

¿Es inevitable sufrir la dictadura de los mercados?

Juan Torres
En los últimos tiempos se está haciendo cada vez más evidente que los poderes financieros imponen su voluntad sobre la de los representativos, impidiendo que éstos lleven a cabo lo que le habían ofrecido a los ciudadanos en sus programas electorales.
Comenté en esta página hace unas semanas que alguien tan moderado y poco dado a los excesos verbales como el Presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, había dicho que se estaba produciendo "terrorismo financiero". Y hace unos días el prestigioso periodista Iñaki Gabilondo reconocía ante su audiencia que estamos viviendo en una dictadura de los mercados.

Es normal y acertado que se digan este tipo de cosas porque a medida que ha ido desarrollándose la crisis se ha comprobado sin dificultad que ni los gobiernos socialdemócratas como el español ni los más conservadores como el francés o el alemán o ni siquiera el presidente de Estados Unidos que se considera el más poderoso del mundo pueden aplicar las medidas que inicialmente proponen. Los Bancos y los grandes financieros han conseguido salir a flote del desastre económico que han provocado frenando cualquier tipo de reformas por mínimas que haya sido. Basta comprobar las sucesivas declaraciones finales de las cumbres del G-20 para comprobar que no se ha llevado a cabo ni una sola de sus propias propuestas o promesas. 

Los Bancos no sólo han impedido que se le pidan responsabilidades por su conducta irresponsable (y delictiva en algunos casos) que dio lugar a la crisis, salvo en algunos casos singulares y en forma de multas que no impiden que hayan vuelto a tener increíbles beneficios. Han frenado la reforma de los mercados financieros que siguen funcionando bajo normas orientadas simplemente a permitir que las actividades especulativas de los financieros proporcionen ganancias más fácilmente; han impedido que se establezca cualquier nuevo tipo de control para evitar la acumulación ingente de riesgo que sus actividades conllevan. Por supuesto, no están dispuestos a consentir que se establezcan impuestos o tasas sobre las transacciones especulativas o ni siquiera sobre sus extraordinarios beneficios. Han evitado igualmente que desaparezcan los paraísos fiscales o que se evite de una vez que los bancos sean quienes laven en sus oficinas el dinero de traficantes, proxenetas, terroristas y criminales de todo tipo. Y todo eso, a pesar de que después de haber recibido incalculables sumas de dinero en ayudas de todo tipo siguen sin proporcionar a empresarios y consumidores el crédito que necesitan para reactivar la economía.

Pero si todo ello es nefasto y está llevando a las economía a nuevas situaciones de peligro e inestabilidad, o a una larga depresión cuando imponen las políticas de austeridad actuales con la excusa de financiar la deuda que ellos han provocado, lo peor quizá sea que hayan logrado que la ciudadanía crea que todo esto es inevitable y que no se puede hacer nada para evitar la dictadura de los mercados, de modo que estamos llegando a la perfecta extorsión y a la completa rendición de los gobiernos ante los poderes financieros.

¿Qué diríamos si los líderes del mundo permanecieran callados ante ataques terroristas? ¿Aceptaríamos sin más que Rodríguez Zapatero nos dijera que no se puede hacer nada ante el terrorismo de ETA? ¿Nos parecería normal que los presidentes de los gobiernos se sentaran con los terroristas para llevar a cabo las medidas políticas que éstos les propusieran?
¿Por qué entonces se reconoce que hay terrorismo financiero o dictadura de los mercados y, sin embargo, se permanece en silencio y no se apela a la fuerza de la democracia, al poder de la ciudadanía para hacerle frente? ¿Por qué aceptan sin más las preferencias de los banqueros y no las de los ciudadanos?

Se está llamando valientes a los gobiernos que están adoptando las medidas antisociales de los últimos tiempos, a los que callan ante la extorsión de los poderes financieros, a los que en lugar de pedir responsabilidades y colaboración a los bancos causantes de la crisis cargan sus costes sobre las espaldas de los trabajadores. Es el mundo al revés, porque no puede haber una expresión más clara de cobardía.

Podemos aceptar que entre los gobiernos que las están tomando o entre los parlamentarios que las apoyan haya algunos que las compartan, que de verdad crean que son las que mejor convienen a las economías y a las personas. ¿Pero cómo vamos a creer que todos los parlamentarios españoles del partido socialista se hayan caído de pronto del caballo para llegar a pensar que ahora es mejor lo contrario de lo que proponían tan solo días o semanas antes? Basta hablar con muchos de ellos para comprobar que no comparten lo que están proponiendo los líderes mundiales o el propio gobierno al que, sin embargo, apoyan apenas sin rechistar.

¿Cómo pueden hacernos creer quienes han construido el Estado de Bienestar en España que ahora están de acuerdo con su desmantelamiento? ¿Cómo pueden convencernos los depositarios de la herencia de Largo Caballero de que de un día para otro y sin que haya de por medio debate alguno han pasado a convencerse de que lo mejor es convertir las cajas de ahorros en bancos o abrir la posibilidad de su progresiva privatización? La carencia de debate, la evidente imposición que acompaña a las medidas que se están tomando, la improvisación con que se cambia de discurso para justificar las estrategias que sabemos que los poderosos venían proponiendo desde hace tiempo pero que antes no se habían asumido porque quienes ahora las llevan a cabo, el indisimulable protagonismo de "los mercados" como fuentes de todas ellas ... me llevan a pensar que detrás del asentimiento generalizado, al menos de los dirigentes y parlamentarios que siguen suscribiendo sinceramente el ideario socialista o socialdemócrata, no es el resultado del convencimiento sino simplemente de la sumisión.

Muchos economistas científicos de gran prestigio e incluso de diversa trayectoria y posición intelectual, como Stiglitz, Galbraith o Krugman vienen señalando que las políticas de austeridad que ahora se imponen son una simple concesión a los poderes financieros que nos llevan al desastre porque van a impedir la recuperación económica. La realidad nos muestra que el actual régimen bancario basado en la iniciativa de los grandes bancos privados sigue sin garantizar la financiación de la economía que es lo primero que habría que resolver para recobrar la actividad. La persistencia de normas que permiten la ingeniería financiera prácticamente sin límite, la existencia de paraísos fiscales y la plena libertad de movimientos de capital sigue acumulando un riesgo ingente que antes o después va a provocar nuevas perturbaciones y crisis. La dejación de los Bancos Centrales con tal de que los bancos privados y los especuladores se aprovechen ahora de la deuda pública para ganar cómodamente mucho más dinero está generando un lastre que impedirá durante años relanzar el crecimiento del empleo y la actividad económica. Y los recortes sociales que los poderes financieros y las grandes patronales están imponiendo aprovechando la confusión y la posición de ventaja que han recobrado solo van a producir un incremento del peso de las rentas del capital. Y el incremento de la desigualdad que así se produce solo va a conseguir que se fomente la actividad especulativa al mismo tiempo que la escasez, el desempleo, la pobreza y la exclusión social.

Pero lo importante es saber que nada de esto es inevitable. Se puede hacer que la economía funcione mejor fortaleciendo la generación de rentas en lugar de frenándola, es decir, con políticas expansivas en lugar de las de austeridad salarial que se empeñan en imponer; disponiendo de Banca pública que garantice que las empresas y los consumidores dispongan de financiación; estableciendo normas, impuestos o tasas que desincentiven la ganancia financiera y frenen las transacciones especulativas; controlando los movimientos de capital que no estén ligados a operaciones productivas. Se pueden obtener recursos públicos recurriendo a fuentes más equitativas y eficientes y sabemos que allí donde el Estado de Bienestar está más fuerte, donde hay más igualdad y derechos sociales y donde se genera más capital social hay mejores resultados económicos, más progreso y mejor y más sostenible actividad económica. Mientras que es una evidencia clamorosa que las políticas de privatización, de desregulación y de austeridad de los últimos decenios y que ahora nos imponen aún en mayores dosis han generado menos crecimiento económico, menos empleo, más desigualdad y pobreza, menos derechos sociales, mayor número de crisis y más peligrosas, más destrucción ambiental y solo, eso sí, mucho más beneficio para los financieros y las grandes empresas. 

Para seguir aplicándolas no hay otra razón que someterse a la voluntad de los poderosos a quienes les convienen. Ni se puede decir que lo que se está haciendo sea lo mejor ni lo más conveniente para todos, ni lo que va a permitir que las economías salgan antes de la crisis. 

Así pues, ni es inevitable someterse a los dictados de los mercados ni se van a resolver los problemas sometiéndose a ellos. Por el contrario, es seguro que al hacerlo se agravarán en el futuro. Sólo falta decisión y valentía.

Publicado en Sistema Digital el 22 de julio de 2010

miércoles, 21 de julio de 2010

La teología del libre mercado de los Chicago Boys

La teología del libre mercado de los Chicago Boys

17 Julio 2010 | Categorías: Opinión |
Michael Hudson – Counterpunch
Recientemente, muchos académicos recibieron una carta firmada por 111 miembros de la Universidad de Chicago en la que se relataba que “[la Universidad], sin comunicación previa alguna a quienes integran su comunidad, ha encargado la remodelación del edificio del Seminario de Teología de Chicago al despacho de arquitectos de Boston Ann Beha Architechts con el fin de convertirlo en la sede del Milton Friedman Institute for Research in Economics (MFIRE, Instituto de Investigación Económica Milton Friedman), a la vez que ha retomado con mayor brío la tarea de captación de fondos para este controvertido instituto”.
Sería difícil encontrar una metáfora más adecuada que la de su presentación pública como “la conversión de un edificio de seminaristas en una templo de la teoría económica neoliberal”. Incluso el acrónimo MFIRE posee un simbolismo nada desdeñable. La M podría muy bien significar el dinero [Money] de la fórmula del profesor Friedman, MV = PT (Dinero x Velocidad = Precio x Transacciones). Y el fragmento FIRE engloba a las finanzas [Finance], seguros [Insurance] y bienes inmuebles [Real Estate], esto es, el sector que saca provecho de la actividad económica sin contrapartida alguna y cuyo enriquecimiento celebran los monetaristas de Chicago.
Los economistas clásicos describieron las rentas e intereses acumulados por el sector FIRE como aquellos ingresos que no proceden del trabajo propio; entre estos ingresos ocupan un lugar preeminente las rentas de la tierra y las plusvalías por la compraventa de suelo (el “capital”), que John Stuart Mill describió como aquello que obtienen los terratenientes “mientras duermen”. En cambio, Milton Friedman insistió en que “no existe nada que pueda ser considerado una ganancia económica sin contrapartida” (como si la economía no tuviera absolutamente nada que ver con el asunto de los beneficios libres de cargas y sobre cómo apropiarse de los mismos). Y más aún si se tiene en cuenta que el procedimiento más utilizado para esta apropiación consiste en demoler el Estado y vender –eso sí: a crédito– el dominio público.
Como dijo en broma Charles Baudelaire, el diablo se sale con la suya a partir del momento en el que nadie cree que existe. Parafraseándolo, podríamos decir que los rentistas de toda laya ganan la partida económica a partir del momento en el que los reguladores y economistas del sector público dejan de creer en la existencia de los beneficios que aquellos obtienen (los cuales, puesto que no existen, no tienen que ser gravados fiscalmente, ni regulados ni mitigados en modo alguno).
Para los Chicago Boys la expresión  “mercado libre” significa dar vía libre al sector financiero; es exactamente lo contrario de la idea de los economistas clásicos de liberar a los mercados de las rentas y los intereses. Mientras la religión tradicional buscaba establecer preceptos regulativos, el Instituto Friedman fomentará la desregulación. Ocupar físicamente una escuela de teología para convertirla en un “templo de la teoría económica neoliberal” resulta de todo punto irónico si se tiene en cuenta que el castigo de la usura ha sido un rasgo común a todas las grandes religiones. El judaísmo exigía prestar sin interés alguno (Levítico, 25:35-37) y el cristianismo prohibió rotundamente el pago de intereses basándose en los preceptos del Éxodo y el Deuteronomio.
De esta manera, los Chicago Boys han invertido el sentido de la teología tradicional. Recuérdese que en los siglos XVIII y XIX la enseñanza de la teoría económica como disciplina académica se empezó a impartir en forma de cursos de filosofía moral. La fundación de las principales universidades de la mayoría de países respondía a la voluntad de formar estudiantes para el servicio público. Los cursos de filosofía moral evolucionaron hasta tomar la forma de economía política, ocupándose básicamente de la reforma económica y de la fiscalidad sobre los ingresos que no procedían del trabajo propio y que daban lugar al enriquecimiento de quienes tenían intereses creados como resultado de un privilegio legal. La disciplina de la economía política se redujo a mera “economía” fundamentalmente para despojarla de análisis políticos y de la capacidad para realizar distinciones entre inversión productiva e improductiva, ingreso procedente del trabajo propio e ingreso procedente del trabajo ajeno, y valor y precio.
Los economistas clásicos veían las rentas y los intereses como una transposición de la conquista de la tierra y la privatización del dinero y las finanzas de la Europa feudal a un sistema institucionalmente basado en la deuda y en los costes generales originados por las estructuras monopolistas. Los economistas clásicos buscaban el modo de gravar fiscalmente los ingresos que no procedían del propio trabajo, de regular los monopolios naturales o de transformarlos en dominio público.
Huelga decir que esta historia del pensamiento económico no va a impartirse en el Centro Friedman. Lo primero que hicieron los Chicago Boys cuando se hicieron con el poder tras el golpe de Estado militar en Chile en 1973 fue clausurar todos los departamentos de teoría económica del país (y de hecho todos los departamentos de ciencias sociales ajenos a la Universidad Católica en los que tuvieran influencia). Se habían percatado de que unos “mercados libres” para el capital requerían disponer de un control completo del currículum educativo y de los medios de comunicación cultural en general.
Los adalides del mercado libre caen en la cuenta de que sin una autoridad semejante a la de la Inquisición no pueden existir mercados libres “estables”. Esto es, un mercado libre para que los depredadores financieros campen a sus anchas; unos depredadores que supuestamente son considerados como los mayores donantes potenciales de fondos para el Centro Friedman de la Universidad de Chicago. Los monetaristas de la Escuela de Chicago han conseguido hacerse con el cargo de censores de los comités editoriales de las principales revistas de economía que cuentan con evaluadores externos; y no hay que olvidar que, actualmente, para un economista la publicación de sus artículos en estas revistas se ha convertido en una precondición para el progreso en su carrera académica. Todo esto ha tenido como consecuencia que la llamada ciencia económica se haya visto restringida a la mera exaltación de la teoría de la elección racional “libremercantilista” y a la propagación de la miope ideología del “análisis económico del derecho” como opuesta a las ideas de justicia moral y regulación económica que han constituido las bases de gran parte de la religión occidental.
Tuve un anticipo de este espíritu inquisitorial cuando asistí a los cursos de la Laboratory School de la Universidad de Chicago. Recuerdo lo que rezaba el gran cartel que colgaba encima de la pizarra de la clase de ciencias sociales del Sr. Edgett en 1953: “Que todos sepan qué hicieron los Rosenberg” [1]. Cuando la Ley de Libertad de Información permitió conocer los contenidos de los archivos del FBI, mis compañeros de clase disfrutaron de lo lindo leyendo los informes que habían realizado sus profesores de la Universidad de Chicago, y los del Shimer College adjunto a la misma, acerca de sus comportamientos y puntos de vista políticos.
¿Quién podría haber previsto en ese momento que la teoría económica acabaría volviéndose aún más derechista y autoritaria, más explícitamente opuesta a la idea misma de los derechos humanos y de la justicia distributiva que la mismísima teología? ¿O simplemente que la teología se trocaría en exactamente lo contrario de lo que había sido? Los economistas clásicos eran reformistas que, al fin y al cabo, pretendían liberar a los mercados de la existencia de rentas no generadas por el trabajo propio; ingresos exentos de cargas consistentes en las rentas de la tierra que se arrogaban las aristocracias hereditarias europeas y en las rentas monopolistas administradas por las sociedades comerciales coloniales creadas por los estados europeos para sufragar sus deudas de guerra. Pero los Chicago Boys pretenden desregular los monopolios y fulminar las leyes que restringen la usura, favoreciendo así a los rentistas en detrimento de la economía “real” del trabajo y el capital. Su objetivo primordial tiene que ver con las exigencias de propietarios y financieros de que se reduzcan los gravámenes fiscales sobre sus ingresos y activos garantizados: créditos bancarios, acciones y bonos. Y, con el fin de aumentar el volumen de actividad del mercado de compraventa de valores a crédito, los Chicago Boys defienden la privatización del dominio público, algo que empezaron a realizar en Chile a partir de 1973.
De modo que no sólo se ha subvertido por completo la idea clásica de mercado libre, sino también el núcleo económico de la religión tradicional. Hoy, los Chicago Boys consideran que quienes merecen la salvación son las finanzas, los poseedores de bienes inmuebles y los monopolios, los cuales libran una cruzada que pretende desandar radicalmente la senda seguida en los últimos siete siglos de reformas económicas clásicas, al menos desde que en el siglo XIII los eclesiásticos debatieron acerca del problema de cómo definir el precio justo (los costes de producción socialmente necesarios) que podían reclamar los prestamistas a cambio de facilitar dinero.
Parece que en el fondo se trata de un problema sobre cómo obtener fondos para financiar la institución, algo que es común a la mayor parte de organizaciones religiosas de hoy en día. La Universidad de Chicago había sido sufragada por John D. Rockefeller, hecho que llevó a Upton Sinclair a calificarla en su libro The Goose Stepcomo “la Universidad de Standard Oil”. Cuando fui alumno de la Universidad de Chicago en la década de 1950, Lawrence Kimpton había sustituido a Rober Hutchins en el cargo de rector, y en 1961 se convirtió en gerente general de planificación (y posteriormente en director) de Standard Oil de Indiana [2]. Su actuación más sonada (además de supervisar el proyecto Manhattan de fabricación de la bomba atómica) fue la censura de un número de la publicación de The Chicago Review por contener fragmentos de la novela de William Burroughs The Naked Lunch. Significativamente, la razón que adujo fue que la publicación de ese número podría desincentivar las donaciones de fondos para la universidad [3].
Pero también hay que decir que el señor Rockefeller al menos había pagado su diezmo a “los más necesitados”. Revelando una actitud muy diferente, la esposa de Herman Kahn, Jane, me contó una vez lo que Milton Friedman había respondido a su sugerencia de que había que mejorar el bienestar público y la atención médica: “Señora Kahn, ¿a santo de qué desea usted subsidiar la producción de huérfanos y de enfermos?”. A esto no podría llamársele precisamente el espíritu clásico de la religión.
El Instituto Friedman tiene un serio problema relacionado con la notoriedad que alcanzó en el periodo de Pinochet, el momento culminante de los Chicago Boys en Chile. La privatización de las empresas públicas, la “liberación” de todos los mercados respecto de las leyes que prohíben la usura y el fomento de la desregulación masiva son la antítesis de lo que predicaron casi todas las religiones, cuyo propósito fundamental al fin y cabo era el de socializar a sus miembros y crear un sistema sociopolítico moral.
El monetarismo friedmaniano se ha caracterizado por ser una ideología postmoderna que, al igual que la religión, tiene sus propias vacas sagradas e ídolos (además de una Inquisición). Al igual que en el islam se obliga a los ateos a pagar el diezmo, ahora nos encontramos que en la religión del capital financiero los que tienen que pagar son los trabajadores, bajo amenaza de ser confinados extramuros. Como indica la nota de prensa: “el grueso de la protesta (…) se ha dirigido contra el fuerte sesgo ideológico del Instituto a favor del fundamentalismo del mercado libre de la tradición de Friedman. Por ésta y otras razones, su naturaleza es profundamente contraria a la tradición de la Universidad, basada en la libertad de investigación y en el debate libre de ataduras”.
Bueno, no estoy muy seguro de que esa tradición de debate libre de ataduras sea muy reciente. Pero el comunicado incluye la siguiente nota:
“Si se desea recibir más información, puede contactarse con: Robert Kendrick, profesor de música (rkendric@uchicago.edu) o Bruce Lincoln, profesor de historia de las religiones (blincoln@uchicago.edu)”.
Notas del t.: [1] Julius y Ethel Rosenberg fueron comunistas estadounidenses ejecutados en 1953 acusados de espionaje. [2] The Goose Step: A Study of American Education, publicado en 1923, constituyó una reveladora investigación sobre las consecuencias del control que el capitalismo plutocrático ejercía sobre los institutos y universidades estadounidenses. Standard Oil de Indiana fue fundada en 1889 por John D. Rockefeller como parte del trust de Standard Oil, formado en 1870. [3] The Chicago Review era la revista estudiantil de la Universidad de Chicago. El texto de Burroughs, escrito en un estilo narrativo no lineal, entroncó con cierto tipo de contracultura y sufrió numerosos casos de censura, supuestamente por su temática desinhibida y su lenguaje obsceno.
Traducción para www.sinpermiso.info: Jordi Mundó

lunes, 12 de julio de 2010

El Banco de España frente a la crisis

Juan Torres López
Una de las falacias que con más ahínco se repite en los círculos del poder político y económico es la que indica que el Banco de España ha sido un regulador ejemplar del sistema financiero y que gracias a ello la banca española se encuentra en mejores condiciones que la de otros países.
Creo que es fácil demostrar que eso no es cierto y que se dice simplemente para no reconocer que el Banco de España se viene dedicando desde hace mucho tiempo a salvar la espalda de la banca privada y a cuidar sus intereses con desprecio de los más generales.

1. El Banco de España, a pesar de disponer de grandes recursos materiales y personales, no se percató del peligro que se cernía sobre la economía española. En el Informe Anual de 2007 (escrito a mediados de 2008) todavía se refería a lo ocurrido en el año analizado como un "episodio de inestabilidad financiera", y un año antes no advirtió nada especialmente peligroso. En su página 25 se escribía que "en los primeros meses de 2007 ha proseguido la fase de expansión de la economía española y las perspectivas apuntan a su continuidad en el horizonte más inmediato" y solo señalaba "algunas incertidumbres sobre la continuidad del crecimiento de la economía" pero "en horizontes más alejados".

Es evidente que el doctrinarismo neoliberal de sus analistas les impide percatarse de la realidad y lo sorprendente es que una institución que se muestra incapaz de anticiparse lo más mínimo a los peligros que acechan a la economía se considere a sí misma con legitimidad para decir a toda la sociedad lo que se debe hacer o lo que no. 
Hay quien ha apuntado que en realidad el Banco de España sí sabía lo que estaba gestándose y que por ello vendió la mayor parte de sus reservas de oro en los meses anteriores a que estallara la crisis pero si eso fue así, ¿cómo calificar entonces su actuación?

2. Cuando la crisis ya se echó encima, los analistas y los directivos del Banco de España sigue siendo incapaces de desvelar los factores reales que la han provocado. Y no se trata de pedir que asuma los análisis de los economistas de izquierdas que no suelen tener cabida en esa institución, sino simplemente que reconozcan, como se está haciendo en otros países que la actuación cómplice de la administración y de los reguladores, la desregulación de los mercados, la irresponsabilidad de las entidades financieras, los fraudes o la discriminación y las desigualdades en el acceso al crédito, entre otros factores, han sido desencadenante fundamentales de la crisis. Y, por supuesto, en ningún momento ha tomado en consideración que la crisis tiene responsables que deberían pagar por el daño que han provocado. Por el contrario, silencia sus conductas y los protege, puesto que solo así puede seguir proponiendo para salir de la crisis las mismas medidas que proponían antes de que estallara y que la provocaron.

3. El Banco de España fue el mascarón de proa de las políticas de estabilidad presupuestaria que justificaban con el objetivo aparente de evitar el endeudamiento pero que, en realidad, buscaban favorecer el endeudamiento privado que es mucho más rentable al capital privado y a los Bancos. 

Eso ha producido en nuestro país el incremento del déficit social y, paralelamente, el incremento extraordinario de la deuda privada, mucho más dañina que la pública.
El Banco de España ha aplicado una inmoral doble vara de medir combatiendo el uso del necesario endeudamiento para crear capital social y facilitando a su vez el negocio bancario permitiendo que se desbocase el endeudamiento privado.

4. Además, el Banco de España o no ha querido o no ha podido evitar que el impresionante crecimiento del crédito privado se dirija a alimentar una burbuja inmobiliaria que ha proporcionado enormes beneficios a bancos, promotores y constructores pero también un daño terrible a nuestra economía, como ahora estamos comprobando.

5. Es verdad que el Banco de España no permitió que las entidades financieras españolas titulizaran sus activos o los adquiriesen en las mismas condiciones en que lo hicieron las de otros países. Pero eso no significa que no dejase que se acumulara demasiado riesgo en sus balances, como prueba la situación de restricción de crédito en la que estamos ahora y el que ahora se estén tomando continuamente medidas para evitar que las entidades afloren sus pérdidas reales, relajando las provisiones y modificando las reglas contables con el fin de disimular su insolvencia.

6. El Banco de España, utilizando la conveniencia de controlar la subida de los precios como señuelo para justificar las políticas antisociales de los últimos años, ha permitido, sin embargo, que se produzca una extraordinaria subida del precios de un bien básico, como la vivienda. Además de no haber hecho prácticamente nada para combatir la concentración de capital que está en la base de la inflación y no los salarios excesivos como siempre achaca. Un fracaso absoluto, pues, en cuanto a su principal cometido de lograr la estabilidad de los precios. 

7. Se dice que el Banco de España ha sido un buen supervisor que ha generado disciplina en el sistema financiero pero eso equivale a no tener en cuenta que nada ha hecho para evitar, como he dicho, la acumulación de crédito arriesgado; la especulación; el uso continuado de los paraísos fiscales por parte de las entidades bancarias; la usura (que aunque ya no sea un delito se viene produciendo quizá más que nunca); las comisiones abusivas que en España son las más altas de Europa; el establecimiento de cláusulas leoninas en los préstamos, como las que fijan un suelo a los intereses o los engaños mediante seguros swaps (que en lugar de proteger a los clientes han sido un negocio vergonzoso para los bancos); el trabajo sucio de las sociedades de tasación al servicio de los bancos que han encarecido artificialmente las viviendas; la generalización de préstamos hipotecarios al 100% o incluso a más valor de la vivienda hipotecada..., por citar solo algunos casos en los que incluso cuando los afectados han recurrido posteriormente al honorable regulador solo han encontrado como respuesta el silencio o, lo que incluso es peor, la razón pero seguida de su pasividad frente a las entidades.

8. Ya en plena crisis, los dirigentes del Banco de España ha pasado a convertirse en simples activistas de la patronal y de las entidades financieras: no tiene otra explicación que sus propuestas coincidan siempre con las que estos hacen y nunca con las de los miembros más progresistas del Gobierno, de instituciones que no sean las controladas por los grandes poderes financieros, las de economistas que defienden otras posiciones o de los sindicatos. Y en esa posición, el Banco de España se ha desentendido del principal problema que padece la economía española, la falta de crédito, para dedicarse a reclamar las medidas que solo van a permitir que los bancos y las grandes empresas sigan ganando cada vez más dinero: privatizaciones, reformas laborales, reducción de gasto social... 

9. Finalmente, el Banco de España no predica con el ejemplo. Pide a los demás una cosa y hace otra. Y, como he señalado, lo hace con un criterio muy desigual e injusto. Constantemente reclama flexibilidad en las relaciones laborales y sin embargo permite que los bancos sean rígidos a la hora de aplicar las rebajas del tipo de interés que beneficiarían a sus clientes, pide moderación en los salarios o en las pensiones y con dinero público fija sueldos y pensiones privilegiados para sus directivos o calla ante las retribuciones gigantescas en bancos que reciben ayudas públicas teóricamente para poder dar créditos a empresas y consumidores.

Los hechos demuestran que el Banco de España no es una entidad que haya supervisado de modo ejemplar como se dice. Como tampoco lo es una democracia, como la nuestra, que no ha investigado su comportamiento en los últimos años. En lugar de dejarlo actuar como auténtico monarca absoluto sería imprescindible que el Parlamento supervisara con independencia y rigor su actuación y la relación que mantiene con la banca. Si no se hace así, su independencia no es una garantía de estabilidad y progreso económicos sino una patente de corso para estar al completo servicio de los poderosos.

Publicado en Sistema Digital

sábado, 10 de julio de 2010

La privatización de las Cajas de Ahorro sólo beneficiará a los grandes culpables de la crisis

9 Julio 2010 | Categorías: Comunicados |
Comunicado de ATTAC España
Hace pocos días, ATTAC presentó en una rueda de prensa celebrada en el Congreso de los Diputados su propuesta acerca de la necesidad de instaurar una banca pública. Al objeto de iniciar este debate público planteábamos la necesidad de nacionalizar las Cajas de Ahorros.
No era el objetivo de que las Cajas perdieran su carácter, implantación y vinculación territorial, o de cercenar la representación de sectores económicos, sociales, trabajadoras y trabajadores e impositores, impositoras. Al contrario, se trataba de defenderlas de la gran banca privada española y otros sectores de los poderes económicos y financieros que desean el BOTIN de las Cajas de Ahorros; y para ello, un paso imprescindible que debe darse es bancarizarlas y privatizarlas mediante la introducción de accionariado privado, que lógicamente querrá obtener beneficios a costa de la Obra Social.
Sabíamos en ATTAC que una reforma a peor, es decir para privatizar las Cajas, estaba en marcha. Con el acuerdo entre el PP, el PSOE y CiU, anunciado este jueves por el presidente del Gobierno, se ha puesto de manifiesto que, por desgracia, nuevamente teníamos razón.
Resulta patético ver tanto el decreto que la GRAN COALICIÓN de facto PP-PSOE-CiU preparan, como que el Presidente del Gobierno manifieste como algo positivo excluir a los representantes de los ciudadanos -elegidos democráticamente- de la gestión de las Cajas de Ahorros y, por tanto, de una parte importante de la economía. Ese mismo responsable político, y diferentes escalones representativos de su partido, no hicieron nada por limitar el poder de las oligarquías locales y provinciales del ladrillo, verdadero cáncer de las Cajas de Ahorros.
Ya se sabe que la economía es “cosa de expertos”. De los expertos que iniciaron y defendieron el “casino económico” que ahora ha reventado. Los mismos “expertos financieros” ortodoxos y neoliberales que, con su apoyo entusiasta a la burbuja inmobiliaria, han puesto en peligro de quiebra o en quiebra real a Bancos y Cajas de todo el Estado Español, y tanto dolor y sufrimiento están causando a pymes, trabajadoras y trabajadores, y parados. Los mismos que han provocado el cierre del crédito poniendo la economía real en serio peligro, arruinando a pequeños emprendedores y negando préstamos a particulares.
Las soluciones a la crisis del capitalismo que se están proponiendo en España y Europa, pasan porque se aumente el precariado laboral, se disminuya el poder adquisitivo de las y los trabajadores, y se congelen pensiones. Pero también por construir menos infraestructuras públicas y se ofrezcan menos servicios, privatizando todo lo que se pueda de lo poco que queda del sector público. Es el mundo al revés, los que han roto el juguete económico son ahora los que ven reforzadas sus posiciones.
ATTAC exige que se escuchen otros enfoques que defiendan los intereses y necesidades de las personas. ATTAC considera que no serán las políticas neoliberales las que solucionen nada favorable a la ciudadanía y las clases populares. ATTAC denuncia que tan solo se están defendiendo a los causantes de la crisis económica y sistémica que padecemos, a costa sobre todo de las y los excluidos de la tarta de la riqueza.
Las Cajas, en su origen, fueron el banco “de los pobres”: del campesinado, los artesanos, los obreros y obreras, y de los pequeños negocios locales. Hoy, de prosperar el nuevo decreto cuya urgencia no comprendemos, más que en la línea de evitar el debate social, se convertirán en bancos.
Es por lo que desde ATTAC llamamos a firmar masivamente nuestro manifiesto de Banca Pública Ya!! Firmarlo urgentemente y difundirlo por vuestros correos, pues nos privatizan las Cajas.
ATTAC presentará urgentemente en el Congreso las firmas recogidas, así como una solicitud para que el Parlamento defienda a la ciudadanía creando una banca pública y salvando nuestras Cajas de la privatización. En definitiva, que la política económica se haga para defender a las personas y no a los poderosos, a los mercados financieros, a los ricos.
ALTO A LA DICTADURA DE LOS MERCADOS
CAJAS DE AHORROS PÚBLICAS Y DE LOS CIUDADAN@S
POR EL CRÉDITO A FAMILIAS, PYMES Y AUTÓNOMOS
NO A LAS PRIVATIZACIONES
NO MÁS REGALOS A LOS ESPECULADORES Y BANQUEROS
BANCA PÚBLICA YA!

viernes, 9 de julio de 2010

Zapatero ya tiene su reforma laboral

José María Zufiaur
Durante seis años Zapatero ha dado la impresión de que quería que una de las señas de identidad de su paso por la Presidencia del Gobierno fuera la de diferenciarse de sus predecesores González y Aznar Él no iba a imponer ninguna reforma laboral sin el consenso de los interlocutores sociales y, por tanto, tampoco a él le iban a declarar los sindicatos una huelga general. Al final ha entrado a formar parte del mismo club. Ahora sí que se puede decir que Zapatero no está sólo. Le arropan quienes en el PSOE hicieron las anteriores reformas laborales y recibe los parabienes de Obama, del Fondo Monetario Internacional, del Consejo Europeo. De tal manera que, muy acorde con su tendencia a ser el campeón mundial de lo que emprenda, parece decidido a llegar más allá que nadie en la reforma laboral, en la de la negociación colectiva, en la del desempleo y en la de las pensiones.
Esta reforma, aprobada ya por Real Decreto Ley, tendrá, más allá de sus contenidos concretos (que seguramente acentuarán su carácter regresivo en el trámite del decreto como proyecto de Ley), cinco características comunes con las anteriores que se han venido sucediendo desde 1984. Tampoco en esto Zapatero se va a diferenciar de sus predecesores.



La primera, que los ultraliberales la van a considerar insuficiente. Los demandantes de la “verdadera reforma laboral” en España no van a cejar en su empeño. Nunca van a estar satisfechos con nada que no sea el despido cuasi gratis y sin justificación, la reducción del derecho laboral a su mínima expresión y la individualización de las relaciones laborales. Se mostrarán insatisfechos con esta reforma – aunque sean sus inspiradores – e insistirán en que no hay que llegar a una próxima crisis para volver a la carga. No ha hecho falta esperar mucho para comprobarlo: el Gobernador del Banco de España, tras haberse erigido durante meses en el adalid de los trabajadores temporales y de haber justificado la reforma en la necesidad de acabar con la dualidad de nuestro mercado laboral, critica ahora la más mínima modificación de la actual regulación de los contratos temporales. No le preocupa, pese a los cuatro millones seiscientos mil parados, abaratar y facilitar el despido pero descalifica con dureza que se establezca un plazo de cuatro años para los contratos de obra o servicio y se amplíe - ¡a lo largo de cinco años! – de 8 a 12 días la indemnización de los temporales.

Como en otras ocasiones, esta reforma se va a añadir y a superponer a las anteriores y no va a arreglar los defectos que las mismas tenían. Ni, por supuesto, va a arreglar los males que arrastra nuestro modelo laboral. No hay más que ver cómo tras las sucesivas reformas, recortes y abaratamientos, en cada crisis son más graves nuestros problemas. Una vez más, lo que conseguirá es abaratar y facilitar más el despido y precarizar más las relaciones de trabajo.

Tampoco espero, por lo tanto, que esta reforma colme los objetivos que proclama. El resultado de todas las grandes reformas anteriores – en 1984, en 1994, en 2002 – fue totalmente distinto al que expresaban sus exposiciones de motivos. La de 1984, fundamentada en el demoledor principio de que “es mejor un empleo precario que ninguno” pretendía ser coyuntural y, sin embargo, la precariedad laboral se ha convertido en un cáncer estructural. La del 94, inspirada en un modelo italiano que ya había periclitado en Italia diez años antes, quería debilitar la ley para fortalecer la negociación colectiva y someter la temporalidad al principio de causalidad. Pero la ley se debilitó sin apenas fortalecer la negociación colectiva y la temporalidad siguió campando por encima del 30%. El Decretazo de Aznar, en 2002, decía buscar una modernización del mercado de trabajo, evitar la segmentación laboral y reducir la temporalidad. Auque, en realidad, lo que consiguió fue propiciar los despidos improcedentes y lograr (mediante el llamado “despido exprés”, facilitado por la eliminación de los salarios de tramitación) que el volumen de despidos de los trabajadores fijos se acercara al de las finalizaciones de contrato de los eventuales. No sólo los trabajadores españoles son más precarios que antes y el desempleo, en momentos de crisis, crece más que en ningún lado. Además, y a título de ejemplo, el 11% de los trabajadores españoles (tres puntos más que la media europea) tienen ingresos por debajo del umbral de pobreza y el 60% no llega a ser “mileurista”; el nuestro, es uno de los países europeos en los que más ha aumentado la jornada real de trabajo; y la temporalidad entre los jóvenes menores de 30 años ha alcanzado porcentajes del 53% antes del inicio de la crisis y la tasa de paro de este colectivo alcanza actualmente el 40%.

En cuarto lugar, todas las reformas, incluida la actual, tienen en común que responden más a la exigencia de un apriorismo ideológico que al resultado de un análisis reposado, documentado, contrastado y compartido de la realidad de nuestro mercado laboral. Sobre todo, son fruto de esquemas teóricos que, contra lo que mantienen sus autores, desconocen y son ajenos a la realidad de nuestro mercado de trabajo. Se parte de premisas apriorísticas que son, cuando menos, muy discutibles. A título de ejemplo, la idea de que España ha mantenido durante los años de expansión una mayor tasa de paro, como consecuencia del modelo laboral. No se repara en otras causas, como la fuerte incorporación de personas a nuestra población activa, muy superior a la de cualquiera de los países de nuestro entorno. O la afirmación de que nuestro mercado de trabajo es muy rígido, cuando el último informe sobre el Empleo en Europa, de 2009, señala que somos los primeros en tasas de contratación, los terceros en tasa de despidos y los segundos en tasa de rotación del empleo. En la misma línea se enmarca la idea de que las empresas están absolutamente encorsetadas y condicionadas por los ámbitos de negociación superiores a los de la empresa. Cuando, en realidad, en muchos sectores no existe convenio estatal y los contenidos de los convenios supraempresariales son absolutamente exiguos (una tabla de salarios mínimos muy alejados de los que pagan las empresas, delimitación de la jornada máxima anual y un corto repertorio de cuestiones que, por genéricas, no condicionan apenas la gestión empresarial).

En fin, el problema de todas las reformas laborales, sobre todo de las impuestas, ha sido que, obsesionados por el coste monetario del despido, desvían la atención de las cuestiones reales que lastran nuestra productividad: la insuficiente formación de nuestros trabajadores; la escasa capitalización de nuestras empresas; la deficiente modernización en los procesos productivos; la falta de una política de innovación, sobre todo en el sector privado; la ausencia de política industrial; la inflación de precios en el sector de servicios, inflación que también hay que achacar a los incomparables márgenes de beneficios de nuestras empresas; el raquitismo de nuestras políticas activas de empleo; el propio carácter precario, mal retribuido, segmentado de nuestro modelo laboral. Y, especialmente, la creencia de que se puede separar radicalmente el modelo laboral del modelo productivo y del modelo social. Si los países escandinavos tienen un modelo productivo más competitivo y un modelo social más cohesionado es porque la presencia de sindicatos realmente fuertes conllevó desde el inicio la apuesta por un modelo laboral más estable, igualitario y con poder en la empresa y en la sociedad. La práctica inmutabilidad de ese modelo laboral facilitó una poderosa negociación cooperativa entre empresas y trabajadores y un gran esfuerzo de ambas partes para conseguir un alto grado de competitividad. Una vez más, la mayor equivocación de esta reforma laboral va a consistir en creer que es posible desarrollar una economía sostenible, competitiva y de primera división con un modelo laboral cada vez más precario y tercermundista. Considerar que el modelo laboral y el modelo productivo no se interrelacionan mutuamente es un grave y oneroso error que nos persigue a lo largo de muchas décadas.

Tres son, de momento, los grandes apartados de la reforma que se acaba de aprobar: 1) rebaja drásticamente el precio del despido, en sus distintas formulaciones; 2) modifica de manera muy significativa las causas para los despidos objetivos por causas económicas, tecnológicas, organizativas o de producción; 3) se permite la entrada de las Empresas de trabajo temporal (ETT) en sectores sensibles y de riesgo, como la construcción y las Administraciones públicas y se liberalizan las agencias privadas de colocación.

El despido/los despidos, se abaratan. El coste para las empresas de las distintas modalidades de despido de los contratos fijos se reducirá en 8 días. Esa rebaja la pagará el Fondo de Garantía Salarial. Nominalmente los trabajadores seguirán cobrando las mismas indemnizaciones que antes. Pero, al generalizarse los contratos de fomento de la contratación indefinida, todos los nuevos contratados percibirán en el futuro una indemnización por despido improcedente muy inferior a la actual.

Los improcedentes de 45 días por año y un tope de 42 mensualidades – que con la generalización de los improcedentes con un coste de 25 días se irán amortizando con el tiempo o, simplemente, en la siguiente reforma se eliminarán – costarán 8 días menos. Los contratos de fomento de la contratación indefinida, de 33 días de indemnización, costarán 25 días, con un tope de 24 mensualidades. El “despido exprés” – es decir, la aceptación por el empresario de la improcedencia del despido y el adelanto del montante de la indemnización, evitando los salarios de tramitación y convirtiendo en superflua la intervención judicial – se mantiene. Los despidos objetivos del art. 52 c del Estatuto de los Trabajadores pasarán a costarle al empresario 12 días por año. También en los despidos colectivos se reduce la indemnización de 20 a 12 días. Conclusiones: el abaratamiento del despido para las empresas favorecerá que haya más despidos; y aunque, formalmente, el trabajador seguirá cobrando 45, 33 o 20 días, al menos para un 40% del mercado de trabajo la indemnización por despido será en el futuro mucho menor.

Además, se modifican las causas del despido, recogidas en el art. 51 del ET, para todos los trabajadores, tanto antiguos como nuevos. No se llega a establecer, como demandan algunos, que “las causas de la extinción del contrato por causas objetivas sean las que determine el empresario”. Pero se avanza en esa vía. En las causas económicas a la “situación negativa” se añade la doctrina de la “mínima razonabilidad”. Lo que, probablemente, reducirá el margen de interpretación de los jueces para impedir que tengan en consideración situaciones continuadas de pérdidas, volumen de los despidos, etc. Este mismo principio de la “mínima razonabilidad” se aplica en los supuestos de despidos objetivos por causas tecnológicas, organizativas o de producción. Aunque los medios de comunicación no se han centrado en ello, las modificaciones en este tipo de despidos – ya no se van a vincular estos supuestos a la situación económica negativa de las empresas y bastará con que se produzcan en esos conceptos simplemente “cambios” muy indeterminados - pueden tener consecuencias más devastadoras que en el caso de los despidos por causas económicas.

En este apartado – en realidad adelantando aspectos muy vinculados con la reforma de la negociación colectiva que se reclama – hay que señalar la posibilidad añadida de que, por acuerdo a nivel de empresa, se pueda producir el descuelgue del convenio de ámbito superior. En la reforma del 94 se estableció que fuera el convenio sectorial el que estableciera los requisitos para un descuelgue de las condiciones salariales pactadas. Ahora se posibilita hacerlo, por acuerdo, en el ámbito de la empresa, donde la intervención sindical será mucho más problemática. Esta desvinculación podrá ahora afectar a prácticamente todas las materias relevantes del convenio sectorial (horarios y distribución de la jornada, trabajo a turnos, sistemas de remuneración y sistemas de trabajo y rendimiento). Afortunadamente, el precedente de algunas sentencias del Tribunal Constitucional ha echado por tierra la idea del arbitraje obligatorio, que hubiera debilitado aún más la negociación colectiva.

El tercer bloque de la reforma afecta a las Empresas de Trabajo Temporal y a las Agencias de colocación. Se permite la actuación de ETT en sectores sensibles, tanto para la salud como para los principios que rigen las administraciones públicas, liberalizando por completo su actividad. Y se introduce el ánimo de lucro y, tal y como se ha hecho, la “selección adversa” de los trabajadores en la intermediación laboral: el que tenga menos posibilidades de colocación será rotundamente rechazado por estas empresas.

En suma, la reforma no va a eliminar la precariedad, la temporalidad y la segmentación del mercado de trabajo: las va a aumentar. En efecto, no es nada convincente que las medidas adoptadas sobre la contratación temporal vayan a reducir sensiblemente el porcentaje de temporalidad laboral en nuestro país. La segmentación se pretende “solucionar” haciendo a todos los trabajadores más precarios. En cinco años, el coste del despido de los fijos y de la finalización del contrato de los temporales será el mismo: 12 días. Y las diferencias para extinguir un contrato o para finalizarlo no serán muy grandes. Se llega, así, al “contrato único” por vía de aproximación.

Además, con la reforma se van a crear otras formas de segmentación. Al menos tres. La segmentación entre los viejos contratos indefinidos ordinarios (en torno al 60% del conjunto, y decreciendo por amortización de la figura) y los nuevos contratos indefinidos de fomento (en torno a un 40%; el ministro de trabajo ha hablado de 12 millones y de 8 millones, para diferenciar uno y otro colectivo). La segunda segmentación se producirá entre aquellas empresas que despiden poco y tienen poca temporalidad pero que cotizan para subvencionar el despido y el desempleo y aquellas otras que, cotizando lo mismo, despiden mucho y tienen alta temporalidad y generan, por tanto, más gasto en prestaciones por desempleo, aprovechándose del mayor esfuerzo de las primeras. Y, tercero, la segmentación entre los trabajadores “empleables”, intermediados por las agencias privadas, y los trabajadores “poco empleables”, gestionados por los servicios públicos de empleo.

La reforma tiene algunos aspectos positivos, como las ayudas al empleo de los jóvenes, y la implementación del llamado “modelo alemán”. Aunque en este caso, se tendría que haber adoptado antes y, en todo caso, tendrá menos efectos positivos que en Alemania. Por dos razones: por la propia estructura de nuestro modelo productivo, con un mayor número de empresas pequeñas; y, sobre todo, porque en Alemania es mucho más difícil despedir que en España y la cultura de las empresas es allí mucho más proclive a mantener el saber hacer de los trabajadores en las empresas. La reforma española no va precisamente a reforzar esos factores, sino que irá en sentido totalmente opuesto. Desde este punto de vista habría que preguntarse por la coherencia de una reforma que impulsa al mismo tiempo medidas que favorecen despedir más y medidas para reducir los despidos.

En fin, la reforma (mucho más si a ella sigue el rosario de reformas y ajustes a los que se ha comprometido Zapatero) tiene todos los ingredientes para un enorme desgaste político del Gobierno. Primero porque es muy dura, la más dura, en sí misma, de la democracia, sin contar con el hecho de que se añade a las anteriores. Además, porque es inverosímil, y muy desacreditable, que el Gobierno diga todo lo contrario de lo que ha dicho durante los últimos tres años. No es tampoco impensable que los mercados sigan acorralando a España por la enorme deuda privada que acumula, con lo que quedará al descubierto el nulo valor de la reforma como pararrayos contra el ataque de los especuladores. Así mismo, la recuperación del empleo va a tomar bastante tiempo, entre otras cosas gracias a las medidas de ajuste, lo que evidenciará la nula relación positiva – seguramente puede tener alguna negativa – entre la reforma y la reducción de las tasas de paro. A mayor abundamiento, no es en absoluto creíble esta repentina fe inquebrantable del Gobierno en las virtudes, la conveniencia y la urgencia de esta reforma. Si uno se cree los argumentos con que el Ejecutivo está defendiendo la reforma tiene que llegar, lógicamente, a la conclusión de que si hubiera sido el PP quien la hubiera realizado desde el Gobierno, el PSOE la estaría apoyando sin objeción ninguna desde la oposición. Conclusión que puede resultar demoledora para lo que los franceses llaman “el pueblo de izquierdas”. Finalmente, para sacar adelante la reforma, el Gobierno va a tener que conciliar con una oposición que puede, al mismo tiempo, exigir más, seguir desgastando al Gobierno y dejar que se consolide la nueva regulación con su opinión en contra, aunque con su absentismo o voto a favor. Un panorama, en suma, ruinoso
Publicado en Sistema Digital

lunes, 5 de julio de 2010

¿Quién es escritor?

Ramiro Pinto Cañón (www.ramiropinto.es)

Muchas personas escribimos, a veces muchas horas al día y deseamos hacerlo más, cada vez más. Queremos que nos lean, sin embargo no podemos decir que somos escritores porque ninguna editorial nos publica, o lo hace de muy tarde en tarde. 

Y luego muchas librerías marginan nuestras obras, no las colocan ni siquiera algún ratito en los escaparates que están copados por las grandes editoriales y escritores de postín. 
¿Cuándo soy escritor?. Esta pregunta no es baladí, porque define el mundo de la literatura como un mundo de apariencias que nos hacen creer desde la estructura de Poder que quiere definir y controlar la cultura. El artista se rebela a ella, pero es ocultado, silenciado, la nueva  forma de censura en la modernidad. 
Una persona puede pasarse largo tiempo escribiendo, disfrutando de hacerlo, pero no se atreve a decir que es escritor, porque parece que es algo que queda reducido a serlo los famosos que escriben. Sin embargo en un momento dado alguien gana un concurso y ya es un escritor al que se reconoce. Muchas presentaciones de escritores no dicen nada de lo que escriben, de lo que sienten, sino de los títulos, los premios obtenidos, que no significan nada. 
Son una mentira porque el resultado responde a una mentalidad de los que deciden el resultado, de personas asalariadas, universitarias muchas veces. Otras formas de pensar no deciden, no eligen, ni tienen oportunidad de hacerlo porque no se da a conocer a los demás, para qué se pueda elegir qué leer. 
La industria del libro convierte en mera mercancía los libros, que son productos cuyo “éxito” depende fundamentalmente de campañas de publicidad y estrategias de mercado. Por ejemplo se sabe que la mayoría de los libros que se compran son para regalo, no para leer uno mismo, por eso las promociones se hacen en función a este criterio de la demanda. 
Escribir fuera del circuito comercial hace que ni se valore el trabajo del autor y no se informe, o muy poco,  de él en los medios de comunicación. Para convertir un libro en noticia hay que presentarlo en un acto cada vez con menos sentido, convirtiéndose muchas pequeñas editoriales en productoras de presentaciones de libros, nada más. 

En el paseo de la Alameda, Santiago de Compostela

Es necesario abrir un espacio propio a la literatura, fuera de su mercantilismo y deformación en cuanto a creación artística, en cuanto a la sinceridad del acto de escribir per se. Lo cual debería incorporarse como un derecho humano, el de poder comunicar una obra a los demás, pues ignorar el trabajo de muchos artistas es una censura silenciosa, aún no catalogada, ni siquiera definida. 
Es muy difícil entrar en este terreno, porque de inmediato achacan la crítica a la envidia, te llaman escritor frustrado y esas cosas, sea cierto o no, pero en ningún caso viene a cuento al no ser las calificaciones ningún argumento. 
Los miembros de un jurado suelen ser profesores, que no es que entiendan de literatura en cuanto a lo que es leer y sentir, la esencia de la literatura, sino que pueden conocer más obras, y cuestiones de datos, pero forman una mentalidad que hace que valoren lo que encaja con su manera de entender el arte y la escritura. 
La creatividad y el mensaje suele ser despreciada en los concursos, que cada vez se parecen más a las carreras de caballos. 
Son muchos las maestras y maestros, o  profesores que hacen sus pinitos escribiendo y ganan concursos. Son escritores porque han ganado uno o varios concursos, pero no traspasan los sentimientos al lector. Sin embargo convencen al jurado. Este mecanismo de valorar la literatura es una trampa perniciosa que está haciendo mucho daño a la cultura y al arte. No hay parados en los jurados de los premios, ni amas de casa, o escritores sin obras publicadas, sino gente de “reconocido” prestigio o representantes culturales de alguna institución. 
El ambiente cultural se convierte en un círculo cerrado, sobre todo en los ambientes provincianos, en los que unos hablan de los otros, siempre que estén en el círculo del estatus literario de la pequeña ciudad. 
Se llegan a  alabar con epinicios sin mesura en un juego de exageraciones  que se convierte en realidad, en “verdad”,  porque se reproducen en la prensa local.  Y cuando alguien está en un puesto de poder en la administración, sea en departamentos bibliotecarios o del  libro o en algún puesto ministerial se coloca a estos personajillos en la cumbre literaria nacional. Gente que años atrás criticó a alguno de tales personajes luego lo ensalzan y analizan como si fuera la esencia del no va más. Y es mentira. 
Otro fenómeno es el pemanismo. “Casualmente” suelen ganar concursos y son editados escritores que lo son cuando son ubicados o encumbrados por algún premio que se acompaña de entrevistas en la prensa, lo que hace que el autor se autoconvenza  de que es una figura de la literatura. Muchos autores se acaban convirtiendo en la imagen que la prensa crea de ellos. 
Resulta que muchos aparecen durante  las elecciones pidiendo el voto para un determinado partido, que si gana, curiosamente, resulta que tales apoyos se vuelven recíprocos. O han estado en campañas pro gubernamentales, o pidiendo firmas para un candidato. Luego escriben en un espacio en la prensa y acaba haciendo la pelota a los concejales de turno que en un momento determinado le harán un homenaje  o un reconocimiento oficial. Si hacen alguna crítica es de puntillas y sin que se note. 
En la obra “Mefisto“, Klaus Mann relata la historia de un actor que se hace director del teatro nacional. La escribió en el exilio, tomando referencias de la realidad que había dejado en la Alemania nazi. Al final, cuando el protagonista, Höfgen, quiere representar a Hamlet ve que no puede, la profundidad de este personaje le supera. representó a Mefisto, una versión de “Fausto” en la que el protagonista vende su alma a Mefistófeles. Analistas modernos observan que el poder actual ha pasado del modelo de Maquiavelo al mefistofélico, por su manera de seducir, comprar,  a los intelectuales de una sociedad. 
Höfgen se acaba dando cuenta de los compañeros que han muerto, a autores a los que han censurado sus obras y otros muchos que no han podido desarrollar sus capacidades artísticas. Acaba diciendo “si no soy más que un simple actor“…  Se ha preocupado únicamente de su carrera, de triunfar, sin querer ver la crisis que vive la sociedad, la degradación de la cultura, la violencia, no ve a los parados. No quiere meterse en cuestiones  políticas y acaba convirtiéndose en un bufón del fascismo. 
Al comprobar la realidad actual, en la que hay también tantos “Mefistos”, cabe preguntarnos silo terrible de aquella obra fue que su protagonista se vendiera a los nazis o que se vendiera, simplemente, fuese a quien fuese, que el artista se venda al poder, lo cual es algo que está acabando con el arte. Contra la censura que prohíbe  se puede luchar porque la represión se hace visible, pero contra la que se ejerce mediante falsificar la literatura es muy difícil reaccionar, pues se crea una realidad a la cual se amolda la mentalidad de una sociedad, de tal manera que otras realidades ni siquiera interesan. El autor lo dice en artículos posteriores en relación a esta obra: “Mi novela no se limita a los fascismos”. Y denuncia la tendencia del arte a prostituirse al poder
La poesía tiene el valor de conmover, de transmitir belleza, no de ganar un concurso, como si las letras formasen parte de una carrera de caballos, a ver quien gana más. 
Una vez en un instituto se realizó un concurso de redacción entre los alumnos del mismo. Formaron parte del jurado madres, padres y profesoras y profesores. Se crearon dos grupos muy diferenciados. El de los representantes de la asociación de madres y padres y el del profesorado. Para los primeros lo importante fue el mensaje, para los segundos la técnica, las faltas de ortografía. La creación del primero quedaría postergada, arrinconada  con  un jurado de académicos. Y esto mismo se puede trasladar a otras esferas de la literatura. 
Y podemos ver ejemplos que permiten vislumbrar la diferencia entre el arte de escribir y la lectura para el negocio de vender libros. Por ejemplo una parte de éste es crear  sensaciones publicitarias en forma de entrevistas, de meter una novela por los ojos en la opinión pública, para conseguir que se convierta dicho libro en un producto que se usa para regalar, no para comprar con el fin de leerlo. 
Quien escribe lo que siente, quien cuenta algo profundo puede parecer un rollo, aunque siempre habrá una oferta comercial para los lectores que gusten de este tipo de “producción” literaria. Y es que muchas veces se convierte en eso, más que en el resultado de la creatividad interior del autor. 
Otro ejemplo lo viví yo cuando estuve en una feria del libro en León.  Estuve con un escritor conocido a través de los medios de comunicación, pero firmamos de manera parecido entre veinte o treinta personas interesadas en nuestras respectivas obras. Al final de la semana del Libro él había vendido muchos más ejemplares que yo. ¿De dónde?. Resultó que el Exmo. Ayuntamiento de la ciudad había comprado muchos libros de este autor. ¿Y por qué del mío no?. No fue una selección hecha sobre la lectura de nuestros escritos, sino por la amistad con el concejal de cultura. 
Pero más aún en los colegios se cuenta con 5.000 euros de la administración para comprar libros. En los institutos 12.000 euros. Además se manda a los alumnos y alumnas comprar libros de lectura que están encuadrados casi siempre en los más vendidos. Curiosamente cuando pasa un año deja de tener interés y se  pide que lean el que esté de moda en ese momento, o sea el que incida en darse a conocer en una campaña de publicidad. ¿Por qué no compran obras de autores no conocidos?. Puede que los estudiantes se identificasen más con una lectura no tan “perfecta” como la de los escritores consagrados. Forma parte del negocio de los libros que anula el arte y sobre todo la pluralidad del mismo. 
Se está creando la cultura del libro como venta de libros, cuyo interés no dura más de un año, y se repone por otra oleada dejando de interesar los anteriores que parece que no existen. Los famosos escriben o les escriben libros porque vende su popularidad. La campaña publicitaria es más importante que el contenido, lo que no quiere decir que este sea malo, pero queda en un segundo lugar. 
Por eso es interesante abrir un espacio en Internet, para dar a conocer nuevas obras y tener la posibilidad de ser leído, con  la esperanza  de que alguien  te encuentre. Fuera de este nuevo panorama las cartas están marcadas y se está cometiendo un fraude cultural que potencia charlatanes literarios y vedettes de la escritura, frente a la persona que escribe, para quien debería ampararla el derecho de editar cuanto menos lo mínimo, para ejercer su capacidad de comunicación. Algo que con los libros de encargo, ediciones al pedido se logra, pero a medias, pues la presión para dar a conocer selectivamente a algunos autores es inmensa y es difícil escapar a sus efectos. 
Da la sensación desde el punto de vista social que el autor que no tiene una campaña publicitaria a su lado carece de interés de ser leído. 
Escritor es quien se dedica a escribir en cuerpo y alma, pero se ha creado un espejismo por parte de esos arquitectos de la imagen, a veces su propia imagen de quienes se dedican a sus trabajos de funcionarios o en institucionales o en medios de comunicación cuyo objetivo es acabar convirtiéndose en lo que David H. Lawrencellamó “la perra diosa del Éxito“, en su obra “El amante de lady Chelerley”. Podemos leer“Clifford también quería prostituirse, entregándose a la perra-diosa del éxito, si ésta se dignaba a aceptarle“. Una perra-diosa seguida por millones de perros ansiosos. 
Con dinero y relaciones gracias a  su cargo o actividad van ocupando espacios literarios a costa de apartar, de dejar arrinconados a otros que escriben pero que no tienen los medios para divulgar su labor literaria, ni se les da la más mínima oportunidad de comunicar su obra. 
Las perras diosas forman  clubes privados, no registrados, en los que para alternar hay que tener dinero o ser un pelota de ellos haciéndoles las presentaciones, o escribiendo alabanzas fatuas, pero muy exageradas y rimbombantes. Estos clubes  según su estatus social y capacidad de proyección de su imagen pueden ser  un club provinciano, o de medios de comunicación, o de intelectuales y poetas, capaces de poner una pantalla que la sociedad confunde con la realidad. 
A quienes escriben sin formar parte de esos clubes se les aparta del mundo literario, alrededor del cual giran otros submundos de asociaciones, de fundaciones, premios, grupos de admiradores. Es un montaje, lo cual no quita que lo escriben estos buscadores de gloria y fama con un halo de modestia hipócrita, no sea bueno, a veces lo es, pero es lo que escriben, no todo lo que lo rodea, todo lo que  ilumina su obra, lo cual es falso y falsifica el arte de escribir, la literatura. 
Puedo decir que los autores y obras que más me han gustado, que me han emocionado son de autores nada conocidos. Ni  el autor ni su obra salen siquiera en los buscadores de Internet. ¿Quién es escritor?, ¿quién escribe?. ¿A quién leemos?.