miércoles, 31 de agosto de 2011

Carta abierta de José Luis Sampedro a José Luis Rodríguez Zapatero


Carta de José  Luis Sampedro a Don José Luís Rodríguez Zapatero
Presidente del gobierno de España
Y al resto de las señorías que portan la representatividad parlamentaria.

Señor presidente, permítanme dirigirme a usted para comentarle mis más profundas inquietudes que, por mi honor y conciencia, me impiden quedarme al margen de los hechos relativos a nuestra Constitución amenazada por una vergonzosa e imborrable mancha.
Habéis realizado un gobierno durante sus dos legislaturas en las que, muchos podemos estar en contra o a favor de su gestión frente del ejecutivo que preside. Habéis cometido aciertos y errores, éstos últimos desgraciadamente más numerosos en su último periplo presidencial. Sus gestiones pueden ser criticadas o avaladas desde todos los frentes que los ciudadanos deseen pronunciarse.
¡Pero qué mancha de cieno sobre vuestro nombre -iba a decir sobre vuestro reino- puede imprimir esta abominable reforma constitucional! Por lo pronto usted decide reformarla mediante una llamada telefónica al señor Mariano Rajoy, presidente del principal partido de la oposición, tomando ambos la representatividad parlamentaria como un absolutismo de dos dirigentes, dando bofetada suprema a toda justicia. Y no hay remedio, España conservará esa mancha sobre su carta magna y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia.
Puesto que ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré si antes no lo hace el tribunal con toda claridad.
Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro de la ciudadanía que expía a lo lejos cruelmente ultrajada, una reforma que no ha decidido.
Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que la ciudadanía no ignora lo que ocurre, entonces ¿a quién denunciar este afrenta malhechora de verdaderos culpables sino al primer soberano de la carta magna, al Pueblo?
Ante todo la verdad acerca de nuestra carta magna y su proceso de reformarla.
Nuestra Constitución, nacida en 1978, promulga en su artículo primero del título preliminar
“España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
Agentes externos a nuestro ámbito constitucional, la señora Merkel y el señor Sarkozy han dictado los cambios que usted promulga, auspiciados aún si cabe por entidades externas y opacas a la ciudadanía, no sólo de nuestro estado, sino del resto de los ciudadanos miembros de la Unión Europea.
Señor presidente del gobierno y señor presidente del principal partido de la oposición:
No recuerdo que en ninguna de las legislaturas, en las que ustedes han sido elegidos como representantes de los ciudadanos (ni anteriormente tampoco), hubiese en algún proceso electoral papeletas para proceder a legitimar a estas personas (la señora Merkel y el señor Sarkozy) sobre nuestro ordenamiento legal, jurídico y constitucional.
Igualmente me consta, en ninguno de sus respectivos programas electorales, ninguna intención de reformar la constitución.
Ante este hecho y sus intenciones, ustedes han puesto la forma política dictada por la Constitución (representación parlamentaria) muy por encima de la soberanía establecida en la carta magna (el pueblo) documento que regula las normas y convivencia en nuestra nación.
Al ejercer su disciplina partidista, Sr. Zapatero y Sr. Rajoy, en la que los señores y señoras parlamentarias únicamente promulgan el deseo de sus líderes (en el presente caso ustedes), vuestras señorías son responsables y ejecutores del crimen que les expongo.
De forma sorpresiva, en periodo estival, con un parlamento en funciones, donde las señorías preparan las maletas fuera del hemiciclo ante la próxima cita electoral, ustedes pretenden modificar la Constitución sin consultar a sus soberanos.
Ustedes sobrepasan con sus intenciones el artículo primero del título preliminar de nuestra constitución. Su reforma no es para un “Estado social” y sus formas no son, ni mucho menos, “democráticas de Derecho”.
Tal es la verdad, señores parlamentarios, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestra representatividad. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis prisioneros de los mercados y de los poderes que os rodean; pero tenéis un deber de ciudadano en el cual meditaréis cumpliéndolo, aunque dudo que honorablemente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla.
Hasta hoy no perpetrabais el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que darán la vida porque la luz se haga. Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los desastres.
Señor Presidente, concluyamos, que ya es tiempo.
·         Yo acuso al Banco Mundial, FMI, OCDE y demás organizaciones supranacionales y externas al gobierno europeo de ser los organizadores de este crimen. Ninguna de ellas elegidas en representatividad por el Pueblo de un estado, el nuestro, sobre el que quieren reformar la Constitución.
·         Acuso a la UE y al BCE de ser garantes dentro del territorio europeo este complot.
·         Acuso a Standard & Poor’s y a Moody’s como cómplices y beneficiarios de este acto.
·         Acuso al conjunto de la banca europea y nacional como lobby cómplice y beneficiarlo de esta infamia.
·         Acuso a la señora Merkel y al señor Sarkozy por inducir a perpetrar este vil atentado a nuestra soberanía.
·         Acuso a aquellas empresas, que junto a la banca, presionan a sus señorías para dejar de ejercer la representatividad de sus soberanos, ejerciéndola sobre sus intereses económicos.
·         Acuso a aquellos políticos cuyo máximo interés es mantenerse en el cargo que ejercen a cualquier precio, tan indignantes como el del crimen que nos ocupa.
·         Y por último: les acuso a ustedes por proponer esta modificación de espaldas a la ciudadanía. Ciudadanía que avala, es garante y soberana tanto del estado Español como de su carta magna. Ustedes que, mediante una simple llamada telefónica, ultrajan la inviolabilidad de una Constitución, inviolabilidad que defendieron cuando no se han atrevido a mantener su vigencia, adecuándola a las realidades sociales. Ustedes que juraron o prometieron sobre ella.
Se atreven a modificar el máximo documento del Estado en aras del “Mercado”. Mercado al que pretenden calmar mientras las voces del pueblo son ignoradas o silenciadas.
Puede que éste crimen ejerzan el efecto que ustedes esperan, pero no ignoren las victimas consecuentes. Habrán convertido la Constitución en un simple panfleto al que poner a cotizar en los mercados de valores, habrán convertido el espíritu de la transición española no en un garante de paz y democracia social como fue en su día, sino en un mero informe de resultados macro-económicos. Y habrán convertido a la ciudadanía española en un pueblo sin su máximo referente de legalidad moral y convivencia al subvertir los valores representados en ella por cifras monetarias inducidas fuera del espíritu en el que se redactó.
Distinguidas señorías, en nuestro Estado, no sólo hay que ser demócrata, también hay que parecerlo y sus formas distan mucho de ello. Desde hace mucho tiempo no resuelven entre ustedes la composición del Tribunal Constitucional y resulta que si resuelven en minutos modificar el texto sobre el que basar sus juicios. Lo dicho señorías, también hay que parecerlo.
Sólo la ciudadanía tiene el derecho, tiene el deber, de mantener vigente este documento, ustedes han de darles los medios. Ustedes, la clase política, que no sólo por activa ahora perpetran este crimen que nos ocupa, sino que por pasiva en las últimas décadas no han dado un paso para mantener su vigencia, y mucho menos aún, consultar al Pueblo al respecto.
No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí el peso y decisión del máximo soberano del estado del cual ustedes se supone que representan. Y voluntariamente me pongo a disposición del Pueblo.
En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia.
Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la ciudadanía, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los ciudadanos y que me juzguen públicamente.
Madrid a 25 de Agosto de 2011

lunes, 29 de agosto de 2011

El déficit, problema e instrumento


José Borrell
Presidente del Instituto Universitario Europeo de Florencia

El déficit público, cuando es excesivo y se retroalimenta con los intereses de la deuda, es un problema. Lo es ahora, aunque en España sea la crisis la que ha causado el déficit y no el déficit el que ha causado la crisis, como lo fue durante los muchos años en los que, como secretario de Estado de Hacienda, tuve que lidiar con él. Pero el déficit público, una palabra que suena mal porque indica una insuficiencia, también es un instrumento de la política económica al que no se debería renunciar constitucionalmente en nombre de un malentendido “equilibrio presupuestario”.
Las apelaciones al equilibrio suenan bien porque a nadie le gustaría que le tacharan de desequilibrado. Para defender el equilibrio se argumenta que no se puede gastar más de lo que se ingresa, y para evitarlo habría que prohibir el déficit. Se acabaría así con la tentación de los gobiernos de no pasar por el incómodo trámite de exigir impuestos para poder repartir los beneficios del gasto público.
Con la crisis griega –esta sí que es sin duda una crisis de exceso de déficit público–, Merkel ha repetido que no se puede gastar más de lo que se ingresa. También me lo decía mi abuela. Forma parte de la sabiduría popular y se asume como una evidencia.
Pero las cosas son algo más complicadas. Aparte de que una familia no juega el mismo papel económico que un gobierno, habría que preguntarse por la dimensión temporal de ese equilibrio entre ingresos y gastos y por su naturaleza.
Eso de que no se puede gastar más de lo que se ingresa hay que mantenerlo cada día, cada mes, cada año… o a lo largo de un ciclo económico que tiene –lo sabemos de sobra– fases de crecimiento y de depresión. Las empresas no ganan ni gastan lo mismo todos los meses y los gastos e ingresos públicos también son estacionales. Lo razonable para un país es buscar el equilibrio a lo largo del ciclo, equilibrando déficits y superávits anuales.
También es importante la naturaleza de gastos e ingresos, que se suele obviar alegremente. El déficit que toma en consideración la contabilidad pública es el que resulta entre gastos e ingresos no financieros, y entre estos hay que distinguir entre gastos corrientes (como sueldos y gastos de funcionamiento, intereses y subvenciones) e inversiones. El gasto corriente beneficia a sus receptores de hoy y, por eso, se debe financiar con ingresos de hoy. Financiarlo con déficit, es decir, acumulando deuda, implicaría trasladar su carga al futuro.
Por eso el Presupuesto debe tener superávit corriente. Y en eso consiste la famosa “regla de oro”, tan citada desde la pasada reunión de Merkel y Sarkozy sin explicar en qué consiste. La “regla de oro” es –o era– que el déficit fuese menor que la inversión, de forma que esta se financiase en parte con el superávit corriente y en parte con deuda.
Es lógico, porque una inversión como construir una carretera o un hospital se paga en los ejercicios presupuestarios en los que se construye, pero sus beneficios se extienden en el tiempo por muchos años. No tiene sentido obligarse a financiarlo con los impuestos de hoy porque beneficiará también a los contribuyentes de mañana. El crédito se ha inventado para poder pagar la carretera en tantos ejercicios como dure la amortización de la deuda emitida para financiarla. Pero para eso hay que aceptar que los presupuestos de los años en los que se construye, que es cuando cobra el constructor, tengan déficit.
Si prohibimos el déficit nos obligamos a financiar las inversiones con los impuestos de los años en los que se construyen. Esto es ineficiente e injusto. Ninguna empresa financia sus inversiones con los beneficios del año en el que se ejecutan. Apañados estaríamos si así fuera. Las financian con créditos o ampliaciones de capital y las amortizan a lo largo de su vida útil con los beneficios que generan. No decimos que una empresa está en desequilibrio porque recurre al crédito para financiar inversiones, eso es lo normal. Por eso las normas presupuestarias de la UE no prohíben el déficit, sino que lo limitan al 3% del PIB. Como me decía el propio Herman Van Rompuy en un reciente coloquio, para permitir que parte de la inversión se financie con déficit.
El déficit cero y amén no sólo obliga al sinsentido económico de financiar toda la inversión con ingresos del año, sino que impide que los gobiernos puedan actuar de forma anticíclica manteniendo renta y generando actividad económica en los momentos depresivos. Y hasta la propia Christine Lagarde nos advierte desde el FMI de que una contracción fiscal demasiado rápida pondrá en peligro la recuperación. Comprometerse a no tener nunca déficit público, cualquiera que sean las circunstancias y cualquiera que sea su finalidad, es algo muy arriesgado y tiene que ver más con la ideología que con la economía.
Aparte de esas consideraciones técnicas, ¿tiene algo que ver la renuncia al déficit con posiciones de derecha o izquierda? Tiene que ver desde luego con la concepción del rol y la dimensión de la acción pública. Si no se pueden financiar inversiones con deuda, el gasto de inversión entrará en conflicto con el gasto corriente, es decir, redistribución y servicios públicos, y este tenderá a reducirse. La alternativa sería subir la recaudación fiscal. Desde luego que habrá que hacerlo porque los gobiernos se han acostumbrado a pedir prestado el capital a los que lo tienen en vez de exigirles un mayor esfuerzo tributario.
Algunos desde la izquierda ven en esa restricción la oportunidad de un rearme fiscal, pero ese dudoso rearme fiscal seguiría sin darle al Presupuesto su capacidad de actuar de forma compensatoria en las fases bajas del ciclo. Un instrumento que debe usarse con inteligencia y mesura, pero al que no se debería renunciar constitucionalmente.

jueves, 25 de agosto de 2011

Reforma constitucional: Toni Ferrer, Secr. Acción Sindical UGT



El Secretario de Acción Sindical de UGT, Toni Ferrer, ha manifestado que la propuesta de reforma constitucional para limitar el déficit, anunciada hoy por el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el Congreso de los Diputados no debe ser la prioridad. En este sentido, ha afirmado que “la prioridad es impulsar las políticas de crecimiento, de creación de empleo y un reparto equilibrado de las cargas”. Ferrer ha señalado que esta reforma “al dictado de las propuestas de la UE para contentar a los movimientos especulativos sobre la deuda soberana, de llevarse a cabo, puede introducir riesgos de presente y de futuro al crecimiento de nuestro país”.
Ferrer ha declarado que, con el decreto Ley del pasado viernes, Zapatero no ha respondido a la carta que los Secretarios Generales de UGT y CCOO le remitieron el pasado día 18, pues las medidas aprobadas son “parciales, no centran la política económica sobre la primera necesidad que tiene este país que es la creación de empleo; ni atienden a un reparto equilibrado de las cargas”, para lo que sería necesaria una reforma fiscal destinada a las rentas altas y de capital, con el objetivo de que contribuyan de manera equitativa a la salida de la crisis. Estas medidas, tampoco “apuestan, de una manera clara y directa, por el cambio del modelo productivo, a través de impulsar políticas energéticas, industriales, de ciencia y tecnología y de formación”.

Medidas laborales y AENC
El Secretario de Acción Sindical de UGT ha señalado que confía en que el próximo Consejo de Ministros “avance y concrete” las medidas anunciadas hoy por Zapatero en línea con la propuesta sindical “de orientar, vertebrar y centrar la política económica priorizando la creación de empleo”.
Algunas de las propuestas anunciadas son “positivas pero insuficientes” como la prórroga del programa de inserción y de ayuda económica a personas desempleadas que han agotado las prestaciones. “Hay que recordar que tres de cada diez parados no tienen ningún tipo de ayuda económica y, por lo tanto, es un tema que hay que resolver para evitar situaciones de pobreza y de exclusión social”. Por otra parte, las medidas de contratación se han planteado de manera abstracta. Ferrer ha reiterado que es necesario que se impulsen programas de empleo orientados, fundamentalmente, hacia los jóvenes y hacia los parados de larga duración.
Respecto a la valoración positiva que ha hecho Zapatero de la intención de prorrogar el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva 2010-2012, Ferrer ha recordado que es necesario que esto se acompañe de políticas públicas concretas.





Techos de gasto y Rompetechos ideológicos


Juan Carlos Monedero

Cuando un ciudadano que tiene que hacer un gasto extra en vivienda, una enfermedad, solidaridad con amigos o familiares, inversión en estudios, un vehículo para trabajar; decide endeudarse para afrontar el problema sobrevenido, no está viviendo por encima de sus posibilidades: está haciendo un cálculo de necesidades para que su vida sea menos miserable.
Los que tienen dinero no viven estos problemas. Su fondo de seguridad es amplio e histórico.  En cambio, a perro flaco, todo se le vuelven pulgas. Es así desde el comienzo de la humanidad. Como antes no había seguridad social, los pueblos inventaron el cuento de Cenicienta. Sólo te saca del agujero un golpe de suerte. Hoy sabemos que Pretty Woman es mentira y que los príncipes sólo se salvan a ellos mismos y a sus descendientes. Celo laboral. El grueso de la gente, o va a la revolución o a la resignación. La televisión y el fútbol se encargan de que nos interese más la maldad de Mourinho que la de la OTAN o el dedo que meten en el ojo de la vida de otros los que asesinan de hambre a niños en Somalia.
El sistema financiero no debiera nunca prestar dinero a quien no lo necesita. Lo que no significa que no lo haga. Es lugar común con los especuladores, que casi siempre juegan con dinero de otros. Lo hizo también metiendo los billetes en los bolsillos de la gente hasta que les convencieron de que no pasaba nada, de que vivir es gastar, de que ya arreglarían cuentas. Una manera de hacer más propia de la mafia que de bancos con alguna conciencia del medio plazo (véase las Confesiones de un ganster económico, de John Perkins, para ahuyentar ingenuidades). La alternativa sería prestar con inteligencia, gastar con inteligencia. La sensatez de los que se sientan a la hora de la cena con la familia a repasar las cuentas. Cualquier persona vinculada al mundo financiero sabe que los pobres son muy buenos pagadores.
Las actuales democracias de partidos han ido degenerando al calor de la degeneración económica. La justificación de la imposibilidad de formas de democracia directa (algo que sólo sería posible, según argumentó el liberal Bobbio, en la polis griega), la comprensión de la democracia como un mercado (las tesis de Anthony Downs), el fin de la historia o las tesis de la tercera vía (Fukuyama y Giddens) que disolvieron las diferencias ideológicas entre la socialdemocracia y los democristianos y liberales, o la reducción de la democracia a fórmulas electorales (hasta el punto en el que el sentido común cree que la culpa de la mala democracia la tiene D´Hondt) cartelizó el sistema de partidos, al punto que los controladores del cártel dejaron de lado el hecho incontrovertible del alejamiento ciudadano de los políticos. Esto les permitió hacer de las elecciones cartas a los reyes magos, crecer como profesión allá donde hubiera el menor nicho de mercado, tomar decisiones irresponsables y, en definitiva, convertirse en rehenes de los grupos que terminaban financiando su modus vivendi (los bancos).
Hoy, una vez más –recordemos el Pacto de Estabilidad, el proyecto de Constitución Europea-, se pretende constitucionalizar el fin de la política socialdemócrata, incumpliendo para ello las reglas constitucionales que reclaman a la soberanía popular su consentimiento. La política, sabemos los politólogos, es conflicto, y la lucha de clases existe aunque los trabajadores estén más entretenidos con la huelga del futbol que con la huelga general.
Que el déficit se convierta en una realidad permanente no es positivo. Estar toda la vida endeudado y pagando intereses no es un proyecto atractivo, salvo para los amigos del sablazo y los que viven de esos intereses. Cuentas equilibradas, en el medio y largo plazo, son una propuesta económica sensata.
Pero si se mira a los últimos treinta años, hay unas preguntas que dirigen la mirada hacia la cara oculta de la luna: ¿por qué de manera invariable la recaudación del impuesto sobre la renta crece mientras la del impuesto de sociedades baja? ¿Por qué las constructoras, en conciliábulo con los poderes públicos, han hecho su agosto, su septiembre y su octubre con obras faraónicas a mayor gloria de su cuenta de resultados? ¿Por qué ha crecido tanto el gasto militar, que además nos lleva a guerras en donde no se  nos ha perdido nada que sea nuestro? ¿Por qué se han suprimido impuestos que sólo benefician a los más ricos? ¿Por qué no hay avances sustanciales en la lucha contra el fraude fiscal? ¿Por qué no se persiguen a los paraísos fiscales y a sus inquilinos? ¿Para cuándo la regulación del capital financiero?
El capitalismo es un modo de producción con un comportamiento cíclico. Tiene ciclos de subida y ciclos de bajada. En uno de estos últimos estamos. La propuesta keynesiana es contracíclica: enfriar cuando la inflación es un problema, estimular –con déficit- cuando es menester un “gasto extra” para salir del atolladero. Las políticas de gasto –de gasto social, pero también de ese gasto al servicio de los privilegiados señalado-, junto con el apoyo del grueso de la clase política a la lógica neoliberal, nos han llevado a la situación actual. La solución de Zapatero-Rajoy-Rubalcaba (éste último haciendo un papelón que parecía exclusivo del “digo-Diego de su jefe de Gobierno) pasa por que sean los trabajadores los que paguen el ajuste. Los mercados nos gobiernan y los dos grandes partidos comparten las líneas principales. ¿Hace falta el Parlamento? Para que no haya dudas, se trata de constitucionalizar ese techo. Y, por supuesto, sin preguntar a la ciudadanía, no vaya  a ser que esté en contra.


Aumentar el déficit público cuando tenemos dificultades como país tiene claras ventajas. Primero, porque cuando te estás muriendo de hambre, reducirte la ración de alimento sólo te lleva a la muerte. En segundo lugar, si un país -y no los particulares- tiene un problema de deuda, el problema lo tenemos todos. Suelen ser momentos en donde necesitamos ponernos de acuerdo para ver cómo, entre todas y todos, salimos del agujero. Entonces, el país -entero- se sienta a la hora de la cena alrededor de la mesa y decide cómo planear el futuro. Y en vez de reformas constitucionales neoliberales, se plantea que es momento de reinventar el pacto social.
El techo constitucional al déficit es una medida que desecha solventar los problemas atendiendo a las necesidades de las mayorías. La solución que ofrece para solventar la diferencia entre ingresos y gastos pasa casi exclusivamente por reducir el gasto público que beneficia a las mayorías. No tiene otro sentido la constitucionalización del techo del déficit. De ahí que los prestamistas, agazapados detrás del anonimato de “los mercados”, celebren esas medidas que esclavizan a la ciudadanía para que pague una deuda que crecientemente va ha haber, como en Islandia, como ilegítima. Y que nadie se engañe: si tomas una medida dirigida a que sean los sectores medios y bajos de la población quienes carguen con el peso de la crisis, no busques luego políticas públicas que vayan en otra dirección. Si te maniatan, te ponen una venda en la cabeza y te arrodillan, haces bien en pensar que te van a ejecutar.
Incluir en la  Constitución un techo para el déficit público implica buscar soluciones en la tradición neoliberal: subidas de impuestos indirectos, endurecimiento de las condiciones laborales, privatizaciones, venta del patrimonio público o reducciones del gasto social.
Si esta medida viniera acompañada de algún tipo de “acuerdo social”, de manera que los grandes capitales, los empresarios, las sociedades de inversión o los bancos dejaran clara cuál va a ser su colaboración, su parte de pago del ajuste, la discusión sería otra (y que no nos vengan con patrañas, como la que están representando esos grandes capitales franceses que, después de haber estado sobornando a políticos para no pagar impuestos, ahora hacen declaraciones afirmando que lo que en verdad arden en deseos de hacer es contrubuir generosamente al erario público). No es extraño que esta medida la presentara hace meses la derecha y que hoy la apoye el PP y CiU.
Lo inexplicable sigue siendo la interminable deriva del PSOE, cada vez más miope ideológicamente. Entendemos la propuesta del techo del gasto proveniente de Angela Merkel, defendida por la derecha europea y española y argumentada desde los centros económicos que han traído la crisis. ¿Pero qué pinta el PSOE en todo esto? Parece la venganza de Bono. La gran coalición entre los dos grandes partidos ya está funcionando. A Borrell, en su propio partido le llamaron Mortadelo, porque se disfrazaba constantemente a ver si le sacaban los medios y superaba el cerco que le hacía su propio partido. Algunos tenemos nostalgia de Rompetechos. ¿Por qué no hay disidencia dentro del socialismo español? Queda cada vez más claro que el PSOE hace tiempo que prefirió ser el tendero de la 13, rúe del Percebe.
Público 24 Agosto de 2011

viernes, 19 de agosto de 2011

Más de 1200 personas reunidas en Friburgo para proponer salidas al caos financiero


Comunicado de la Red Europea de ATTAC

Más de 1200 activistas de todas las partes del mundo se han unido a la Academia de la Red Europea de ATTAC en Friburgo, Alemania, entre el 8 y el 14 de Agosto para mostrar alternativas al caótico sistema económico mundial. La acuciante situación de los mercados financieros mundiales es objeto de una fuerte crítica por parte de los asistentes.
“ATTAC no esta aquí para decir “ya os lo dijimos” (aunque lo hicimos, y durante años). Tenemos propuestas concretas sobre como poner a las personas y al planeta por delante de los escandalosos beneficios de unos pocos. Estas propuestas funcionarían, si se les diese una oportunidad”, ha declarado Susan George, Presidenta de Honor de ATTAC Francia.
“Durante mas de 10 años los políticos han ignorado nuestras reclamaciones de un control democrático sobre los mercados financieros: incluso cuando los debates sobre la necesidad de una mayor regulación ya se están dando, la implementación de un Impuesto a las Transacciones Financieras y otras herramientas reguladoras esta todavía lejos de aplicarse. A pesar de los bonitos discursos y las declaraciones de solidaridad con el mundo en el G20 y en otros influyentes foros internacionales, la regulación no se ha llevado a cabo, e incluso cuando se ha hecho tímidamente, esta ha llegado demasiado tarde”, declaró Hugo Braun, uno de los organizadores alemanes del evento.
“Los llamados mercados, que no son otra cosa que los grandes poderes financieros, las empresas multinacionales como Telefónica, que despiden a miles de trabajadores cuando ganan miles de millones de euros, o los bancos, que están en las esquinas de nuestras calles y juegan al casino con nuestro dinero, no dejan de atacar a los estados europeos y están a punto de hundir a nuevos países como Italia o España, después de haberlo hecho con Grecia, Irlanda o Portugal. Ellos crearon la crisis, por culpa de ellos se endeudaron los estados y ahora aprovechan la coyuntura para imponer a los pueblos su propio rescate como si fuera el de las naciones a las que están a punto de arruinar”, ha dicho Juan Torres, del Consejo Científico de ATTAC España.
El pánico ha regresado a los mercados financieros. A pesar de que los niveles de deuda de EE.UU. y los países de la Unión Europea eran bien conocidos hace tiempo, la gran crack bursátil esta aumentando incluso mas la irracionalidad de los mercados financieros con la degradación de la deuda de los EE.UU. Los rumores de la posible degradación de los bonos del estado francés han empeorado aun más el mercadeo especulativo.
“Hacemos una llamada a todo el mundo. ¡Levantaos de la televisión y los ordenadores y uníos a los movimientos que están construyendo alternativas a la crisis y trabajando por un mundo mejor!, este es el mejor camino para asegurar a todo el mundo que pueda tener una buena vida sobre unas bases ecológica y socialmente sostenibles”, concluye Benedikte Hansen, líder de ATTAC Noruega.
La Red Europea de ATTAC exige:
  • La inmediata introducción de un impuesto a las transacciones financieras para frenar la especulación.
  • La inmediata expulsión de los especuladores y los instrumentos financieros de especulación de la economía y las sociedades, incluyendo la modalidad de compra/venta a corto y los CDS.
  • No a los rescates bancarios sin condiciones. Los bancos que no puedan sobrevivir deberán ser puestos bajo el control democrático de los poderes públicos con el objetivo de servir a las necesidades de la población y no de los beneficios de los accionistas privados.
  • Todas las instituciones financieras que son consideradas “demasiado grandes para caer” se dividirán en otras mas pequeñas.
  • Toda la deuda pública deberá ser auditada por una institución ciudadana imparcial. Toda deuda ilegitima será cancelada.
  • El Banco Central Europeo debe estar bajo el control democrático, y su mandato revisado de tal manera que permita la financiación de los estados miembros de la Eurozona.


Friburgo, Alemania, 12 de Agosto de 2011

martes, 16 de agosto de 2011

El Confidencial: un modelo de éxito de la prensa digital española


Jesús Cacho Cortés, Un model d'èxit a la premsa digital espanyola: El Confidencial from Agitación.net on Vimeo.

Cuando he tecleado el título he tenido la tentación de colocarlo entre interrogantes, pero dado que el suceso de acoso y posterior expulsión de Jesús Cacho de dicha publicación es suficientemente comentado a lo largo de la conferencia y de los turnos de preguntas finales, he decidido dejarlo todo como está.

domingo, 14 de agosto de 2011

Un contagio de malas ideas

Joseph E. Stiglitz


La gran recesión de 2008 se ha transformado en la recesión del Atlántico norte: son principalmente Europa y EE UU, y no los mercados emergentes más importantes, los que se han visto afectados por el lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y EE UU los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficits presupuestarios importantes. La respuesta -recortes masivos del gasto- garantiza que los niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) se prolonguen durante años.
Europa y EE UU marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle.

La Unión Europea finalmente se ha comprometido a ayudar a sus miembros en dificultades financieras. No tenía otra opción: la agitación financiera amenazaba con extenderse desde países pequeños como Grecia e Irlanda a otros grandes como Italia y España, y la propia supervivencia del euro afrontaba peligros crecientes. Los líderes europeos reconocieron que las deudas de los países con problemas serían inmanejables a menos que sus economías pudiesen crecer, y que dicho crecimiento no se lograría sin ayuda.
Pero si bien los líderes europeos prometieron que la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los países sin crisis deben recortar sus gastos. La austeridad resultante retrasará el crecimiento europeo y con ello el de sus economías con mayores problemas: después de todo, nada ayudaría más a Grecia que un crecimiento robusto de sus socios comerciales; sin embargo, el bajo crecimiento dañará la recaudación tributaria, socavando la meta proclamada de consolidación fiscal.
Las discusiones previas a la crisis ilustraron lo poco que se había hecho para reparar los fundamentos económicos. La oposición vehemente del Banco Central Europeo a algo esencial para todas las economías capitalistas -la reestructuración de la deuda de las entidades en quiebra o insolventes- evidencia la continua fragilidad del sistema bancario occidental.
El BCE argumentó que los contribuyentes deberían hacerse cargo del coste total de la deuda soberana griega en problemas, por miedo a que cualquier participación del sector privado pudiese disparar un evento crediticio que forzara importantes erogaciones sobre los seguros de impago crediticio (CDS) y posiblemente fomentara mayores problemas financieros. Pero si ese es un miedo real del BCE -si no se trata meramente de actuar en favor de los prestamistas privados-, tendría que haber exigido a los bancos que mantuvieran más capital.
Además, el BCE tendría que haber prohibido a los bancos operar en el arriesgado mercado de los CDS, donde son rehenes de las decisiones de las agencias de calificación sobre lo que constituye un evento crediticio. En efecto, un logro positivo de los líderes europeos en la reciente cumbre de Bruselas fue comenzar el proceso de limitar tanto al BCE como al poder de las agencias de calificación estadounidenses.
De hecho, el aspecto más curioso de la posición del BCE fue su amenaza de no aceptar los bonos reestructurados como garantía si las agencias de calificación decidían que la reestructuración debía clasificarse como un evento crediticio. La idea de la reestructuración era liquidar deuda y lograr que el resto fuese más manejable. Si los bonos eran aceptables como garantía antes de la reestructuración, ciertamente serían más seguros después de ella y, por tanto, igualmente aceptables.
Este episodio sirve como recordatorio de que los bancos centrales son instituciones políticas con una agenda política, y que los bancos centrales independientes tienden a ser capturados (al menos cognitivamente) por los bancos a los que supuestamente deben regular.
Y la situación no está mucho mejor del otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha amenazó con paralizar al Gobierno de EE UU, confirmando lo que sugiere la teoría de  juegos: cuando personas racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son estos últimos quienes prevalecen.
Como resultado, el presidente Barack Obama consintió una estrategia desequilibrada de reducción de la deuda, sin aumentos de impuestos -ni siquiera para los millonarios a quienes les ha ido tan bien durante las últimas dos décadas, y sin siquiera eliminar las dádivas impositivas a las empresas petroleras, que socavan la eficiencia económica y contribuyen a la degradación ambiental.
Los optimistas argumentan que el impacto macroeconómico de corto plazo del acuerdo para aumentar el tope del endeudamiento estadounidense y evitar el impago de la deuda soberana será limitado: recortes en el gasto de aproximadamente 25.000 millones de dólares para el año próximo. Pero el recorte en los impuestos sobre los salarios (que contribuía con más de 100.000 millones al bolsillo del ciudadano común estadounidense) no fue renovado, y seguramente las empresas, anticipando las consecuencias contractivas, serán aún más renuentes a otorgar créditos.
La desaparición del estímulo es en sí misma contractiva. Y a medida que los precios de los inmuebles continúan cayendo, que el crecimiento del PIB vacila y el desempleo se empecina en mantenerse elevado (uno de cada seis estadounidenses que desean un trabajo a tiempo completo aún no puede obtenerlo), lo que hace falta es más estímulo y no más austeridad -incluso para equilibrar el presupuesto-. El impulsor más importante del crecimiento del déficit es la baja recaudación fiscal debida a un pobre desempeño económico; el mejor remedio sería que EE UU vuelva al trabajo. El reciente acuerdo de la deuda es una jugada en la dirección equivocada.
Ha habido mucha preocupación sobre el contagio financiero entre Europa y EE UU. Después de todo, los errores de gestión financiera estadounidense desempeñaron un papel importante en el desencadenamiento de los problemas europeos, y la agitación financiera europea no será buena para EE UU -especialmente considerando la fragilidad del sistema bancario estadounidense y su continuo papel respecto de los poco transparentes CDS.
Pero el problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas, a ambos lados del Atlántico, se han estado reforzando entre sí. Lo que supondrá un estancamiento provocado por dichas políticas.
Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía. © Project Syndicate, 2011. Traducido por Leopoldo Gurman.
http://www.project-syndicate.org/commentary/stiglitz141/English

sábado, 13 de agosto de 2011

La crisis secuestrada

Paul Krugman

Les ha dejado la agitación de los mercados con una sensación de miedo? Bueno, pues debería. Está claro que la crisis económica que empezó en 2008 no ha terminado ni mucho menos.Pero hay otra emoción que deberían sentir: ira. Porque lo que estamos viendo ahora es lo que pasa cuando la gente influyente se aprovecha de una crisis en vez de tratar de resolverla.

Durante más de un año y medio -desde que el presidente Obama decidió convertir los déficits, y no los puestos de trabajo, en el tema central de su discurso sobre el Estado de la Unión de 2010- hemos mantenido un debate público que ha estado dominado por las preocupaciones presupuestarias, mientras que prácticamente se ha hecho caso omiso del empleo. La supuestamente urgente necesidad de reducir los déficits ha dominado hasta tal punto la retórica que, el lunes, en medio de todo el pánico en las Bolsas, Obama dedicaba la mayoría de sus comentarios al déficit en vez de al peligro claro y presente de una nueva recesión.
Lo que hacía que todo esto resultase tan grotesco era el hecho de que los mercados estaban indicando, tan claramente como cualquiera podría desear, que nuestro mayor problema es el paro y no los déficits. Tengan en cuenta que los halcones del déficit llevan años advirtiendo de que los tipos de interés de la deuda soberana de EE UU se pondrían por las nubes en cualquier momento; se suponía que la amenaza del mercado de los bonos era la razón por la cual debíamos reducir drásticamente el déficit. Pero esa amenaza sigue sin materializarse. Y esta semana, justo después de una rebaja de calificación que se suponía que debía asustar a los inversores en bonos, esos tipos de interés en realidad se han hundido hasta mínimos históricos.
Lo que el mercado estaba diciendo -casi a voces- era: "¡No nos preocupa el déficit! ¡Nos preocupa la debilidad de la economía!". Porque una economía débil se traduce tanto en unos tipos de interés bajos como en una falta de oportunidades empresariales, lo que, a su vez, se traduce en que los bonos del Tesoro se convierten en una inversión atractiva aunque la rentabilidad sea baja. Si la rebaja de la deuda de EE UU ha tenido algún efecto, ha sido el de acrecentar los temores a unas políticas de austeridad que debilitarán aún más la economía.
¿Y cómo llegó el discurso de Washington a estar dominado por el problema equivocado?
Los republicanos radicales, cómo no, han tenido algo que ver. Aunque no parece que los déficits les importen demasiado (prueben a proponer cualquier subida de los impuestos a los ricos), han descubierto que insistir en los déficits es una forma útil de atacar los programas del Gobierno.
Pero nuestro debate no habría llegado a estar tan descaminado si otras personas influyentes no hubiesen estado tan ansiosas por eludir el asunto del empleo, incluso ante una tasa de paro del 9%, y secuestrar la crisis en defensa de sus planes previos.
Repasen la página de opinión de cualquier periódico importante, o escuchen cualquier programa de debate, y es probable que se topen con algún autoproclamado centrista afirmando que no hay remedios a corto plazo para nuestras dificultades económicas, que lo responsable es centrarse en las soluciones a largo plazo y, en concreto, en la "reforma de las prestaciones", o sea, recortes en la Seguridad Social y Medicare. Y cuando se topen con alguien así, sean conscientes de que esa clase de gente es uno de los principales motivos por los que tenemos tantos problemas.
Porque el hecho es que, en estos momentos, la economía necesita desesperadamente un remedio a corto plazo. Cuando uno sangra profusamente por una herida, quiere un médico que le vende esa herida, no un doctor que le dé lecciones sobre la importancia de mantener un estilo de vida saludable a medida que uno se hace mayor. Cuando millones de trabajadores dispuestos y capaces están en paro, y se desperdicia el potencial económico al ritmo de casi un billón de dólares al año, uno quiere políticos que busquen una recuperación rápida en vez de gente que le sermonee sobre la necesidad de la sostenibilidad fiscal a largo plazo.
Por desgracia, lo de dar lecciones sobre la sostenibilidad fiscal es un pasatiempo de moda en Washington; es lo que hacen las personas que quieren parecer serias para demostrar su seriedad. Así que, cuando la crisis estalló y nos arrastró a unos grandes déficits presupuestarios (porque eso es lo que pasa cuando la economía se contrae y los ingresos caen en picado), muchos miembros de nuestra élite política tenían muchas ganas de utilizar esos déficits como excusa para cambiar de tema y pasar del empleo a su cantinela favorita; mientras, la economía seguía desangrándose..
¿Cuál sería una respuesta real a nuestros problemas? Ante todo, por el momento, un mayor gasto gubernamental, no menos; con un paro masivo y unos costes de financiación increíblemente bajos, deberíamos estar reconstruyendo nuestras escuelas, carreteras, redes de distribución de agua etc. Además de unas medidas agresivas para reducir la deuda familiar mediante la condonación y la refinanciación de las hipotecas. Y realizar un esfuerzo por parte de la Reserva Federal para tratar por todos los medios de poner la economía en movimiento, con el objetivo intencionado de generar más inflación a fin de aliviar los problemas de endeudamiento.
Lógicamente, los sospechosos habituales tacharán esas ideas de irresponsables. Pero ¿saben lo que es de verdad irresponsable? Secuestrar el debate sobre la crisis para conseguir las mismas cosas que uno defendía antes de la crisis, y dejar que la economía siga desangrándose.
Paul Krugman es profesor en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía. © 2011. New York Times Service. Traducción de News Clips
http://www.nytimes.com/2011/08/12/opinion/the-hijacked-crisis.html?_r=1&ref=paulkrugman

martes, 9 de agosto de 2011

Credibilidad, descaro y deuda

PAUL KRUGMAN
Para entender el furor que ha causado la decisión de la agencia de calificación de riesgos financieros Standard & Poor's (S&P) de rebajar la deuda del Gobierno estadounidense hay que tener en cuenta dos ideas en apariencia contradictorias, aunque realmente no lo sean. La primera es que Estados Unidos ya no es de hecho el país estable y fiable que era antes. La segunda es que el propio S&P tiene todavía menos credibilidad; es el último sitio al que uno debe acudir para obtener una opinión sobre las perspectivas de nuestro país.
Empecemos por la falta de credibilidad de S&P. Si hay una palabra que describa la decisión de la agencia de rebajar la calificación de Estados Unidos, esa palabra es descaro, tradicionalmente definido por el ejemplo del joven que mata a sus padres, y luego implora piedad porque es huérfano.
Después de todo, el elevado déficit presupuestario de Estados Unidos es consecuencia fundamentalmente de la recesión económica que siguió a la crisis financiera de 2008. Y S&P, junto con otras agencias de calificación hermanas, desempeñó un papel importante en la causa de esa crisis, ya que otorgó calificaciones triple A a activos respaldados por hipotecas que desde entonces se han convertido en residuos tóxicos.
Y la falta de criterio no termina ahí. S&P es tristemente famosa por haber dado a Lehman Brothers, cuyo hundimiento desató un pánico mundial, una calificación A hasta el mismísimo mes de su defunción. ¿Y cómo reaccionó la agencia después de que esta empresa con calificación A quebrara? Emitiendo un informe en el que negaba que hubiera hecho algo mal.
¿Y esta gente está dictaminando ahora la solvencia de los Estados Unidos de América?
Esperen, que la cosa se pone mejor. Antes de rebajar la deuda estadounidense, S&P envió un borrador preliminar de su nota de prensa al Tesoro de Estados Unidos. Los funcionarios del Tesoro rápidamente detectaron un error de dos billones de dólares en los cálculos de S&P. Y el error era la típica cosa que cualquier experto presupuestario debería haber hecho correctamente. Después de deliberarlo, S&P reconoció que se había equivocado, y bajó de todos modos la calificación de Estados Unidos, después de eliminar parte del análisis económico de su informe.
Como explicaré dentro de un minuto, no hay que dar demasiada importancia a esos cálculos presupuestarios en ningún caso. Pero el episodio difícilmente inspira confianza en el criterio de S&P.
En términos más generales, las agencias de calificación nunca nos han dado ninguna razón para tomarnos en serio su opinión sobre la solvencia nacional. Es cierto que la calificación de los países en situación de impago por lo general había sido rebajada antes del hecho. Pero en esos casos las agencias de calificación se limitaban a seguir a los mercados, que ya se habían vuelto contra estos deudores problemáticos.
Y en esos raros casos en los que las agencias de calificación han rebajado la calificación de países que, como Estados Unidos ahora, siguen contando con la confianza de los inversores, se han equivocado sistemáticamente. Pensemos, en concreto, en el caso de Japón, cuya calificación S&P rebajó en 2002. Pues bien, nueve años después, Japón sigue pudiendo pedir préstamos baratos con toda libertad. De hecho, el viernes, el tipo de interés de los bonos japoneses a 10 años era de solo un 1%.
Por eso no hay ninguna razón para tomarnos en serio la rebaja de calificación del viernes. Son los últimos de cuya opinión debemos fiarnos.
Y sin embargo, Estados Unidos tiene en efecto graves problemas. Estos problemas tienen muy poco que ver con la aritmética presupuestaria a corto plazo y ni siquiera a medio plazo. El Gobierno de Estados Unidos no está teniendo ninguna dificultad para pedir préstamos y cubrir su déficit actual. Es cierto que estamos acumulando deuda, por la cual acabaremos teniendo que pagar intereses. Pero si de hecho hacen la operación de recitar números altos con su mejor voz de doctor malvado, descubrirán que hasta unos déficits muy elevados a lo largo de los próximos años tendrán un impacto extraordinariamente pequeño en la sostenibilidad fiscal de Estados Unidos.
No, lo que hace que Estados Unidos parezca poco de fiar no son las matemáticas presupuestarias, sino la política. Y, por favor, ahorrémonos las declaraciones habituales de que la culpa es de los dos. Nuestros problemas son casi enteramente cosa de uno. Concretamente, se deben al auge de una derecha extremista que está dispuesta a crear crisis repetidas antes que ceder un ápice en sus demandas.
La verdad es que desde el punto de vista de la economía pura, los problemas fiscales de Estados Unidos, que ya vienen de antiguo, no deberían ser tan difíciles de arreglar. Es cierto que el envejecimiento de la población y la subida de los costes sanitarios, con la política actual, harán que el gasto aumente más rápidamente que la recaudación de impuestos. Pero Estados Unidos tiene unos costes sanitarios mucho más elevados que ningún otro país avanzado, y unos impuestos muy bajos según criterios internacionales. Si pudiésemos acercarnos aunque solo fuera un poco a las normas internacionales en estos dos frentes, se resolverían nuestros problemas presupuestarios.
Entonces, ¿por qué no lo hacemos? Pues porque en este país tenemos un poderoso movimiento político que, ante los modestos esfuerzos para emplear los fondos de Medicare de forma más eficaz, clamaba que nos amenazaban "paneles de la muerte", y prefería arriesgarse a una catástrofe financiera antes que acceder siquiera a un céntimo de ingresos adicionales.
La verdadera incógnita a la que se enfrenta Estados Unidos, incluso en términos puramente fiscales, no es si recortaremos un billón aquí y allí de los déficits. Es si los extremistas que ahora bloquean cualquier clase de política responsable pueden ser derrotados y marginados.
Publicado en El País