lunes, 5 de noviembre de 2012


EN RECUERDO DE LUIS GÓMEZ LLORENTE

El resto no fue silencio (y II)

5 de noviembre de 2012



Antonio García Santesmases *

Cuatro son, a mi juicio, las grandes aportaciones de Luis Gómez Llorente,  que se pueden resumir en cuatro interrogantes: ¿qué queda hoy del pablismo?; ¿cómo debemos recuperar la memoria republicana?; ¿cuál es el lugar de la escuela pública?; ¿cuáles son los retos más importantes del laicismo?
A cualquiera de estas cuestiones dedicó páginas y páginas pero, por mor  de la brevedad, y abusando de la hospitalidad de los amigos de cuartopoder, intentaré resumir, al máximo, su aportación. Al estudiar la aportación de Pablo Iglesias, Gómez Llorente dedica muchas páginas a analizar la razón por la cual  el fundador del PSOE y de la UGT consideraba imprescindible poner en marcha una organización política y una organización sindical distintas al anarquismo y al republicanismo. Anarquistas, socialistas y republicanos eran reacios al régimen de la restauración pero mientras los anarquistas eran contrarios a cualquier participación en la vida política institucional y los republicanos querían centrar la batalla en la forma de Estado y en la cuestión religiosa, los socialistas trataban de aunar su compromiso con la defensa de los trabajadores, y la  puesta en marcha por tanto de un sindicato (lo que les acercaba a los anarquistas) con la necesidad de que esa tarea sindical no agotara la estrategia  de los trabajadores organizados. Era imprescindible que esa tarea de vertebrar al movimiento obrero contara con una voz en el parlamento. Con una voz libre, independiente, distinta a la de los partidos del sistema y distinta a los partidos republicanos, por cuanto estos se dirigían a toda la nación.  A una nación distinta evidentemente  a la que conformaba el régimen de la restauración. Los socialistas debían intervenir en política, pero como correspondía a un partido de clase, para defender los intereses de los trabajadores organizados, utilizando el Parlamento como una caja de resonancia de sus posiciones, como un altavoz que les permitía hacer propaganda de sus ideas.
Son muchas las páginas dedicadas por Gómez Llorente a analizar los avatares del primer socialismo. Avatares y contradicciones que se agudizan en los años treinta.  Pablo Iglesias ha muerto en 1925 y pocos años después los socialistas forman parte de los primeros gobiernos de la República y en ese momento se vuelve a plantear con toda intensidad el drama que había presidido la vida de Iglesias: ¿cómo ser capaces de defender los intereses de los trabajadores y a la vez auspiciar las reformas liberales, democráticas, modernizadoras que la sociedad española necesitaba? Al formar parte de los gobiernos del primer bienio, gobierno conformado por socialistas y republicanos, Largo Caballero intenta articular reformas favorables a los trabajadores pero es consciente de la inquina de los anarquistas que critican la colaboración de los socialistas con los partidos burgueses. Largo Caballero y Prieto tendrán después enormes diferencias pero en aquellos primeros momentos coincidían en la necesidad de aunar las reformas republicanas con los derechos sociales. La burguesía republicana era muy débil y no podía  sobrevivir electoralmente sin el apoyo de los socialistas pero éstos sufrían una feroz campaña de descrédito por parte de los anarquistas, abominando de su colaboración y de la propia república.
Frente a una visión edulcorada de aquellos años treinta, frente a una visión de la memoria histórica como una esquemática contraposición entre la derecha y la izquierda, Gómez Llorente fue investigando todos los textos, todos los discursos, todas las intervenciones de los distintos socialistas,  centrándose especialmente de  Largo Caballero, para profundizar en  la complejidad de un personaje estigmatizado por muchos historiadores. La investigación que realizó fue exhaustiva para captar al personaje en toda su complejidad: para estudiar todo lo ocurrido en aquellos años del 33 al 37 pero conectándolo con el Caballero contrario a la escisión comunista del año 21, y recordando sus intervenciones en plena Guerra Civil y sus escritos en el exilio, a la vuelta del campo de concentración.

Gómez Llorente, en una imagen de archivo. / J. Casares (Efe)
Todo el estudio de los clásicos del socialismo,  no le hizo olvidar nunca que lo importante era  afrontar el  problema del futuro del movimiento obrero. Tras la segunda guerra mundial, tras la experiencia atroz del fascismo y del nazismo, los socialistas valoraron muy positivamente la necesidad de preservar las libertades públicas, de afianzar los derechos humanos y de   dotar de sentido a las instituciones de la democracia representativa. Todo esto lo hicieron  en un momento en el que se pudo llegar a un acuerdo con las  fuerzas liberales y democristianas para dar sentido al Estado del bienestar de posguerra. Un Estado en el que juega un papel esencial la escuela. La escuela pública como mecanismo que permite compensar las desigualdades sociales, que permite abrir las oportunidades de vida a los sectores explotados, que posibilita formar ciudadanos que interioricen los valores laicos y republicanos.
Es en el modelo del Estado social y de la democracia republicana donde Gómez Llorente encuentra la posibilidad de dar una continuidad a los mejores afanes del movimiento obrero. Una continuidad que no es, sin embargo, ciega a los efectos devastadores del impacto del neoliberalismo y de una globalización sin cortapisas. Con motivo de su muerte algunos amigos comunes, han recordado el gran mérito de un hombre que vivió hasta el final de acuerdo con sus convicciones pero advirtiendo, que su muerte le evitará asistir al desmoronamiento de los sindicatos.
Es una advertencia importante. Una advertencia a tener muy en cuenta porque muchas de las reflexiones de Gómez Llorente pueden quedar sumergidas en una nebulosa si pensamos que el creía en un movimiento obrero sin fisuras, al que no había impactado los avatares del siglo veinte y el capitalismo globalizador del siglo veintiuno. Nada más lejos de la realidad. En su esfuerzo por rescatar la memoria de los clásicos, Gómez Llorente no se quedaba en la pura repetición mimética, ni sucumbía a la mera  lectura filológica. Trataba de rescatar un legado. Y ese rescate sólo era posible si los sindicatos dedicaban tiempo y esfuerzo a  recuperar su memoria y actualizar su proyecto. Si no recuperaban su historia, si no eran capaces de poner encima de la mesa su interpretación de lo ocurrido, no tendrían futuro.
Gómez Llorente era muy consciente del esfuerzo ideológico que realizaban las organizaciones confesionales y las fundaciones liberales por actualizar su interpretación de la historia de España, y su lectura  de la relación entre Estado, mercado y sociedad civil.
Por ello llamaba una y otra vez a las organizaciones sindicales a actualizar  su proyecto, a recuperar su memoria. Una de las aportaciones más importantes en este sentido está en su obra Apuntes sobre el movimiento obrero. En esta obra va dando cuenta del origen  del movimiento obrero y  mostrando  la necesidad de un sindicalismo que sea capaz de articular las reivindicaciones de los trabajadores, de negociar los convenios, de gestionar servicios imprescindibles para que los trabajadores alcance su estatus como ciudadanos, pero que sean  capaces también  de idear una sociedad alternativa a la sociedad existente.
Todo ello conecta con el tema del laicismo. Para Gómez Llorente, igual que el sindicato sufre hoy los embates del neoliberalismo, el laicismo sufre los embates de un nuevo confesionalismo que trata de asociar a los defensores de un pensamiento laico, con los peores horrores del siglo veinte, con el totalitarismo y el nazismo. Un hombre como él – sensible como pocos  a mantener la fidelidad a las propias convicciones–  era muy consciente del ataque del mundo neoconservador al pensamiento laico  y su esfuerzo por  reducir el laicismo  a un hedonismo relativista sin ninguna sustancia ética. Para Gómez Llorente era imprescindible la libertad de conciencia, la libertad de pensamiento, la libertad de religión, la separación entre la Iglesia y el Estado, pero esa libertad, que fue la gran conquista del primer liberalismo, quedará en nada si no somos conscientes de la necesidad de comprender que el ser humano debe ser libre frente al poder de las Iglesias y al poder absoluto de los Estados, pero también frente al poder despótico de los patronos.
Todo esto está muy alejado del relativismo hedonista y le llevó  a ser uno de los promotores de esa materia escolar tan combatida por neoliberales y neoconfesionales, como es  la Educación para la Ciudadanía.  Por ello, para terminar diré que  los que consideran que no estaba al día y que vivía en otro mundo, deberían  leer dos de sus últimos trabajos: los que se refieren a la sentencia de los tribunales sobre la asignatura  Educación para la Ciudadanía y el referido al entorno educativo y doctrinal del ministro Wert. En ambas sobresale el gran defensor de la escuela pública y de lo mejor del pensamiento laico.
Hay ocasiones en las que la retirada de la política conduce al resentimiento, a lamerse en las propias heridas; en otras provoca una melancolía que impide la palabra, como si el político se quedara sin función, sin tarea, sin papel. Gómez Llorente logró lo más difícil: evitar el resentimiento y superar  la melancolía, y consiguió  que su retirada de la política institucional le llevara a recuperar una  libertad plena de palabra y de escritura. Logro así,  que estos treinta últimos años fueran enormemente fecundos, mostrando en los hechos que el resto de su vida no fue silencio.
 (*) Antonio García Santesmases es catedrático de Filosofía Política de la UNED.

domingo, 4 de noviembre de 2012


EN RECUERDO DE LUIS GÓMEZ LLORENTE

El resto no fue silencio (I)

4 de noviembre de 2012



Antonio García Santesmases *

Con motivo del fallecimiento de Luis Gómez Llorente se ha subrayado- justa y acertadamente- su voluntaria retirada de la política institucional a partir de la victoria del PSOE en octubre de 1.982. Muchos de los comentaristas han recordado su voluntaria automarginación de los fastos de la alta política y su voluntaria reclusión en el campo de la Educación, tanto en los centros de enseñanza secundaria, como en  el seno de la Unión General de Trabajadores en las actividades de formación de los trabajadores. Ambas cosas son ciertas pero estuvieron unidas a una ingente obra escrita, desparramada por infinidad de artículos sobre los más variados temas que convendría recordar, analizar y  estudiar, para lograr que su legado no quede en el olvido.
El abandono de la política institucional no se explica sin tener en cuenta todo lo ocurrido en el año 1979. Gómez Llorente era uno de los dirigentes más importantes del PSOE en el período que va de enero de 1.976 a mayo de 1979. En aquel enero accede a la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y vive desde dentro todo el proceso de transición a la democracia. Encabeza la candidatura por Asturias a las primeras elecciones generales y es el responsable de la relación del PSOE con la Iglesia Católica y, por tanto, el encargado de negociar todos los temas vinculados al modelo educativo.
Hoy cuando discutimos una y mil veces sobre aquel proceso de transición y  cuando, gracias a las reivindicaciones de las asociaciones que fomentan la memoria histórica y a la tarea de  jóvenes historiadores, vamos descubriendo los límites de ese mismo proceso hay que reconocer que no fue éste el motivo de la gran discrepancia de los socialistas en aquella primavera de 1979. En aquel momento, tanto los partidarios de Felipe González como los que apoyamos las posiciones de Luís Gómez Llorente,  aceptábamos el consenso constitucional, y apoyábamos el proceso de transición pero había algo que nos separaba; no coincidíamos en la tarea a realizar a partir de la derrota electoral sufrida por el PSOE en el mes de marzo de 1979.
Los viejos del lugar recordarán que en aquellas elecciones Adolfo Suarez se dirigió a los españoles pidiendo que no se llamaran a engaño. Si estaban de acuerdo con lo hecho hasta ese momento era imprescindible apoyar al gobierno de UCD,  máxime cuando  los socialistas engañaban a los españoles. Los socialistas -decía Suarez- tienen un doble programa; uno es el programa que presentan a las elecciones, un programa moderado, sensato y  prudente pero el auténtico programa es otro: el auténtico programa está  oculto, es un programa reflejado en las tesis del XXVII Congreso de su partido, celebrado en diciembre de 1976. En ese programa oculto  hablan del control obrero y de la  autogestión de los trabajadores  y  defienden la ruptura con el  capitalismo y la neutralidad activa en política exterior,  apoyan el derecho al aborto y la independencia rigurosa entre la Iglesia y el Estado. Elegir a los socialistas es apoyar el marxismo.
Muchos expertos electorales consideraron entonces que aquella intervención televisiva fue demoledora, que Suarez movió a muchos indecisos a no dar su voto a los socialistas. Un mes después se produjeron las elecciones municipales. UCD ganó en muchas capitales de provincias pero el pacto entre el PSOE y el PCE provocó que las grandes alcaldías fueran a parar a la izquierda.
En esa circunstancia cabían dos caminos. Uno era olvidar las resoluciones del Congreso anterior y procurar ir aproximando las tesis de los socialistas a las querencias de la mayoría del electorado; era la manera de conseguir que el voto centrista, moderado, no se sintiera espantando ante la radicalidad de las propuestas de los socialistas. La otra posición -la que defendía Gómez Llorente- consideraba que no era deseable sacrificar la identidad ideológica del Partido Socialista a las preferencias de la franja centrista que delimitaba las victorias electorales. Un partido socialista no debía abdicar de sus convicciones en aras de un éxito electoral inmediato. Debía  vertebrar ideológicamente a las capas de la sociedad contrarias a las tesis liberal-conservadoras. Una vertebración que exigía tiempo, estudio, dedicación y un gran esfuerzo político para  realizar una tarea pedagógica de persuasión y convencimiento
Este debate entre las dos posiciones no fue un debate académico; como suele ocurrir en política  se produjo inflamado por las pasiones y por los sentimientos encontrados. Al llegar a aquel congreso de mayo del 79, los delegados se dividían en tres partes: un tercio favorable a las posiciones de Felipe González, un tercio favorable a las posiciones de Gómez Llorente y un tercio que pretendía el imposible de conseguir un PSOE que se mantuviera fiel a las tesis marxistas pero que siguiera contando con Felipe González como secretario general. Felipe González dimitió y todos los que componían el  sector intermedio, aterrados ante el enfado del secretario general, prefirieron que el PSOE se quedara sin ejecutiva antes de perder a Felipe González. Los vencedores afirmaban que no había que sacralizar el pensamiento de Carlos Marx y  lograron sus propósito; eso sí iniciando el camino de la deificación de Felipe González. Esa deificación contó con el apoyo de los grandes medios de comunicación que estigmatizaron la posición de los críticos hasta reducir sus posiciones a la caricatura. A partir de ese momento se fue construyendo una historia oficial para la cual aquellos críticos quedaban reducidos al papel de un obstáculo venturosamente saltado para lograr alcanzar la racionalidad de un liderazgo firme, prudente, sensato y moderno que permitiría grandes victorias electorales y 14 años de gobierno.

Luis Gómez Llorente (izda.) y Pablo Castellano, en una imagen de 1983. / Wikipedia
Esa historia oficial ha inundado cientos de páginas. Algunos de los protagonistas de aquellos hechos como Pablo Castellano o Francisco Bustelo han dado en numerosas ocasiones su versión de lo ocurrido, la han plasmado en libros de memorias. No así Gómez Llorente que prefirió no volver sobre lo ocurrido aquellos días. Tampoco explicitó, en artículos o en entrevistas en los grandes medios de comunicación, los motivos de su alejamiento de la política institucional. Esta decisión, esta voluntaria retirada de los focos de la alta política, ha provocado que cada uno tenga en su cabeza una interpretación de lo ocurrido entonces. Esa voluntaria reclusión en la vida profesional y en la militancia sindical, ese silencio tan pronunciado, ha provocado que sean muchos los que piensen que el resto de su vida política constituyó un silencio prolongado. No fue así, pero para conocer el resto de su actividad, hay que poner el foco en  publicaciones minoritarias donde fue difundiendo una aportación inestimable al pensamiento socialista.
Volviendo a nuestra historia hay que decir que en aquellos meses de debate, en el ya lejano verano de 1979 se insistía por parte del sector felipista en la necesidad de enterrar la acumulación ideológica del PSOE, fruto de la clandestinidad y del exilio, que lastraba al Partido Socialista como partido de gobierno. Para Gómez Llorente, ahí estaba el peligro: el peligro del electoralismo (de decir lo que la mayoría del electorado quería oír y  reducir la tarea de un partido político a conseguir un líder competitivo electoralmente) y el  peligro de la desideologización, de llegar a una situación en la que fueran indistinguibles las ofertas electorales de las grandes formaciones políticas.
Frente a ambos peligros, Gómez Llorente recordaba que si uno analiza los textos de Pablo Iglesias, de Largo Caballero, de Prieto o de Fernando de los Ríos y observa lo que decían del nacionalismo catalán o del nacionalismo vasco, del régimen capitalista, de la República, de la cuestión religiosa o de la lucha de clases, constatará una enorme  diferencia con los discursos de Felipe González, tanto en el estilo como en los contenidos. Ante esta situación era imprescindible preguntarse qué quedaba del proyecto socialista, en qué consistía la diferencia entre derecha e izquierda, por donde debería ir la actualización de ese pensamiento en un contexto histórico distinto al de la primera mitad del siglo veinte.
Luis Gómez Llorente sabía de lo que hablaba: era de los pocos socialistas que habían debatido con los hombres del  exilio (con el propio Indalecio Prieto), que habían tratado a Rodolfo Llopis, que había publicado una Historia del PSOE desde los orígenes hasta la escisión comunista. Una vez que el partido socialista siguió la senda abierta por el electoralismo y la desideologización, se refugió en una tarea apartada de los focos pero enormemente fecunda: reconstruir la memoria de lo mejor del pensamiento socialista, dar la palabra a todos aquellos que estaban siendo olvidados en aras de las urgencias de la coyuntura política y de los requerimientos de los técnicos electorales. Aprovechó  el alejamiento de los focos mediáticos para lograr que la palabra de los socialistas volviera  a ser recordada. Esa fue su tarea durante los últimos treinta años, en los que para bien de la izquierda, no todo fue silencio. En la segunda parte del artículo intentaré resumir algunas de estas aportaciones.
(*) Antonio García Santesmases es catedrático de Filosofía Política de la UNED.

viernes, 5 de octubre de 2012


EL HILO DE CONTINUIDAD

Antonio García Santesmases

EL HILO DE CONTINUIDAD
Luís Gómez Llorente acaba de fallecer esta madrugada y me cuesta mucho hablar en pasado, constatando que ya no está entre nosotros. Han sido tantos años de conversaciones, de diálogos, de debates, que cuesta mucho pensar que ya no contaremos con su fina ironía, con su voluntad de trabajo, con su esfuerzo por pensar una y otra vez los grandes temas que le apasionaban: la escuela pública, la ciudadanía, la laicidad, el movimiento obrero, el legado del socialismo democrático.
Comencé a tratar a Luís en los meses del verano del 79, cuando se produjo un debate de enorme intensidad dentro del socialismo español tras la dimisión de Felipe González como secretario general del PSOE. Comienza en aquel verano la primera Izquierda socialista que Gómez Llorente lideró, con Pablo Castellano, Francisco Bustelo y otros muchos compañeros. En las historias oficiales siempre aparecen como la sombra que permite apreciar con mayor nitidez la luz, o dicho de otra manera, como los que encabezaban una alternativa que fue afortunadamente derrotada y permitió el acceso al gobierno años después.

En esas historias oficiales nunca se profundiza en los motivos de aquel debate. Algunos hemos intentado una y otra vez, con escaso éxito, enmarcar el debate de aquellos meses en un contexto más amplio que lo conectara con las grandes preguntas de la izquierda europea: ¿qué relación hay entre izquierda y poder?; ¿hasta dónde debe llegar un partido socialista para alcanzar una mayoría electoral?; ¿qué consecuencias tiene enterrar la identidad ideológica del socialismo clásico?

Son preguntas que una y otra vez aparecen en los textos de Gómez Llorente, en sus conferencias, en sus charlas, en los debates de aquellos meses y en reflexiones producidas años después. Así como en el fragor de la batalla del 79 encontramos un Gómez Llorente muy preocupado por los peligros del electoralismo, del parlamentarismo, del exceso de concentración de poder en una sola persona… Años después esa preocupación se transforma. Aunque fue uno de los artífices de la Conferencia de Organización y Estatutos que legalizaba las corrientes de opinión dentro del PSOE, no quiso seguir en la política institucional, a pesar de poder encabezar la candidatura por Asturias o poder concurrir si lo hubiera deseado en la lista por Madrid. Se retiró de la política institucional, pero no de la actividad política, no volvió a participar en las querellas internas de partido pero nunca abandonó la lucha por el socialismo.

El lugar en el que encauzó su gran saber, su enorme experiencia, su personalidad, fue el mundo sindical. A través de su militancia en la FETE (Federación de Trabajadores de la Enseñanza), logró seguir día a día los debates sobre la política educativa, sobre la enseñanza comprensiva, sobre los problemas de la desigualdad, analizando los avatares del confesionalismo y del neoliberalismo.

Los lectores de Temas para el debate han podido seguir su aportación a todos estos problemas, unido a su combate por el laicismo. Renace ahí el gran filósofo político que logra conectar la crisis de la democracia con la batalla por la tolerancia, la defensa de la autonomía moral con el respeto a la pluralidad de cosmovisiones morales y religiosas. Poco dispuesto a seguir las modas mediáticas, era obsesivo, sin embargo, en conocer la última disposición de los distintos Ministerios de Educación, en analizar el último documento de la Conferencia Episcopal para poder rebatir con rigor la ideología de la nueva conjunción liberal-conservadora. 

Han sido muchas las ocasiones en las que hemos ido comentando y analizando todos estos temas. La última ocasión fue la preparación de unas jornadas sobre Laicidad y ciudadanía, organizadas por el Partido Socialista de Madrid, en las que ya no pudo participar.

En las próximas horas, en los próximos días, recordaremos su buen hacer parlamentario, su capacidad reflexiva, sus dotes oratorias, su sentido de la austeridad, su respeto por las ideas ajenas. Todo ello es verdad. Gómez Llorente era un gran parlamentario, un magnífico orador, un profesor sin igual, pero era algo más. Con motivo de la exposición sobre Pablo Iglesias, organizada por la Escuela Julián Besteiro, decía Gómez Llorente algo sobre el fundador del PSOE y de la UGT, decía algo que se le puede aplicar a él mismo: “Si Pablo Iglesias hubiera sido solamente un demócrata, un defensor de los débiles, un pacifista, un defensor del Estado laico, podía haber encontrado curso perfectamente a sus inquietudes dentro de lo que eran, en el esquema de partidos de la Restauración, los partidos radical burgueses. Si Pablo Iglesias hubiera sido solamente esas cosas que he dicho hasta ahora, no habría manera de establecer una diferencia radical con personajes absolutamente nobles como, por ejemplo, Pi i Margall, Azaña o, por referirme fuera de la estricta política, Unamuno”.

Pero añadía Gómez Llorente: “Pablo Iglesias, además del pacifismo y de la democracia, del laicismo y del republicanismo, postulaba un partido de clase y unos sindicatos de clase”. Gómez Llorente era también, en ese sentido, un Pablista convencido. Sería un error, sin embargo, considerar que lo hacía quedando anclado en el pasado sin tener en cuenta el tiempo transcurrido. Para Luís la lectura de los clásicos del socialismo era un ejercicio intelectual que llamaba, que animaba, que incitaba a la reflexión. Por ello, nada mejor para terminar, que recordar lo que decía al presentar una exposición sobre Pablo Iglesias, que organizó en la escuela Julián Besteiro. Se preguntaba Luís: “¿Cuál es el hilo de continuidad con Pablo Iglesias?, ¿por qué estamos aquí esta noche honrándole?” Y contestaba: “Yo estoy seguro de lo que nos une profundamente a Pablo Iglesias, el hilo de continuidad con Pablo Iglesias, es su crítica al concepto liberal de la libertad y de la igualdad. El socialismo surge, desde mi punto de vista, como la crítica a ese concepto liberal de la libertad que había concebido, que había que proteger la libertad de los individuos frente al Estado absolutista y frente a la Iglesia que oprimía las conciencias, y de ahí que toda la concepción liberal camine desde el punto de vista de garantizar los derechos civiles. Pero, el socialismo surge precisamente de una clase que no se siente oprimida sólo por el poder del Estado y por el poder de la Iglesia, sino que se siente oprimida por el poder del dinero, por el poder patronal, por el privilegio social, y que se da cuenta, por lo tanto, de que la libertad real de la mayor parte de los individuos tiene que ser protegida frente al poder del dinero y al poder patronal. Y esto significa también regulación, planificación, control global de la economía. Ese sí es un mensaje subyacente, profundo, que sigue tan vivo en nuestro tiempo como cuando Pablo Iglesias lo afirmaba”.

Es un mensaje, pienso, que hoy ante la actual crisis económica está más vivo que nunca.
Antonio García Santesmases

martes, 26 de junio de 2012

Cómo Europa puede rescatar a Europa



CommentsLONDRES - En su reunión en Roma el jueves pasado, los gobernantes de las cuatro mayores economías de la eurozona acordaron los pasos hacia una unión bancaria y un modesto paquete de estímulo para complementar el nuevo "pacto fiscal" de la Unión Europea. Lamentablemente, son medidas insuficientes.

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CommentsLa canciller alemana Angela Merkel se resistió a todas las propuestas que pudieran dar alivio a España e Italia frente a las excesivas primas de riesgo que afrontan en la actualidad. Como resultado, la próxima cumbre de la UE podría convertirse en un fiasco que bien puede ser letal, porque equivaldría a dejar el resto de la eurozona sin un cortafuegos financiero lo suficientemente sólido para protegerla de la posibilidad de que Grecia la abandone.
CommentsIncluso si se puede evitar una calamidad fatal, la división entre países acreedores y deudores acabará por reforzarse, y los países de la "periferia" no tendrán ninguna oportunidad de recuperar competitividad, porque el campo de juego está sesgado en su contra. Puede que esto beneficie el estrecho interés propio de Alemania, pero creará una Europa muy diferente de la sociedad abierta que encendió la imaginación de la gente e impulsó la integración europea por décadas. Hará de Alemania el centro de un imperio y subordinará permanentemente a la "periferia". No es lo que Merkel ni la inmensa mayoría de los alemanes representan.
CommentsMerkel afirma que va en contra de las reglas usar el Banco Central Europeo para resolver los problemas fiscales de los países de la eurozona, y tiene razón. El presidente del BCE, Mario Draghi, ha dicho lo mismo. De hecho, falta un importante punto en los temas a tratar en la próxima cumbre: una Autoridad Fiscal Europea (AFE) que, en colaboración con el BCE, pueda hacer lo que este no puede hacer por su cuenta.
CommentsEn particular, la AFE podría crear un Fondo de Reducción de la Deuda, una forma modificada del Pacto Europeo de Amortización de la Deuda propuesto por el Consejo de Asesores Económicos de Merkel y respaldado por los socialdemócratas y los verdes alemanes. A cambio de determinadas reformas estructurales en Italia y España, el Fondo adquiriría y poseería una parte significativa de su deuda. Financiaría la compra mediante la emisión de bonos europeos del Tesoro (obligaciones conjuntas y solidarias de los países miembros) y transferiría los beneficios de la financiación barata a los países interesados.
CommentsLas autoridades asignarían a los bonos del Tesoro una calificación de riesgo cero  y serían considerados la garantía de más alta calidad para las operaciones de reporto en el BCE. El sistema bancario tiene una necesidad urgente de activos líquidos libres de riesgo. En la actualidad, los bancos poseen más de € 700 mil millones de liquidez excedente en el BCE, ganando sólo una cuarta parte del 1% de interés. Esto asegura un mercado inmediato y de gran tamaño para bonos a 1% o menos.
CommentsEn caso de que un país participante no cumpla con sus compromisos, la AFE podría imponer una multa u otro tipo de sanción proporcional al incumplimiento, lo que evitaría que su aplicación fuera el equivalente a una "bomba nuclear" imposible de ejercer. Además, esto daría una sólida protección contra el riesgo moral. A un futuro gobierno (por ejemplo, en Italia) le resultaría prácticamente imposible romper los compromisos contraídos por la actual administración del primer ministro Mario Monti. Puesto que prácticamente la mitad de la deuda italiana estaría financiada por bonos europeos del Tesoro (produciendo un efecto similar a una reducción en el plazo promedio de vencimiento de su deuda) tal gobierno sería mucho más sensible a las penas que pudiera imponerle la AFE.
CommentsDespués de un período adecuado, los países participantes podrían entrar en programas de reducción de la deuda adaptados a la medida de cada uno y de una manera que no ponga en peligro su crecimiento. Sería el preludio a una unión política completa y la introducción de los eurobonos. Por supuesto, la emisión de bonos europeos del Tesoro requeriría la aprobación del Bundestag, pero esto sería de conformidad con el requerimiento del Tribunal Constitucional alemán de que todo compromiso aprobado por el Bundestag tenga limitaciones de tiempo y dimensiones.
CommentsNo es demasiado tarde para convertir esta propuesta en una declaración política que siga no solo la meta a largo plazo de una unión política, sino también constituya un camino hacia una unión fiscal y bancaria. Guiado por ella, el fondo de rescate financiero de la eurozona, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE), podría hacerse cargo inmediatamente de los bonos griegos en poder del BCE, que podría empezar a acumular bonos españoles e italianos, e Italia y España podrían poner en práctica las reformas estructurales necesarias para calificar para el Fondo de Amortización de la Deuda.
CommentsEstas medidas significarían un gran alivio para los mercados financieros. Y lo que es igualmente importante: cambiarían la dinámica política de Europa de negativa a positiva.
CommentsEl principal obstáculo es que los políticos alemanes siguen sumidos en una actitud de "no se puede". Merkel insiste en que la unión política debe preceder a una unión plena en lo fiscal y bancario, pero eso no es realista ni razonable. Las tres tienen que desarrollarse simultáneamente y paso a paso. No puede haber un tratado o cláusula constitucional que impida la creación de la AFE si lo aprueba el electorado alemán, representado por el Bundestag; de lo contrario, no se podría haber creado el MEE. Si el resto de Europa está unida detrás de esta propuesta y el Bundestag la rechaza, Alemania deberá asumir toda la responsabilidad por las consecuencias financieras y políticas.
CommentsTraducido del inglés por David Meléndez Tormen
Publicado en Project Syndicate

martes, 12 de junio de 2012

El imperio occidental


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NUEVA YORK - Hoy está claro que la principal causa de la crisis del euro es la cesión de los estados miembros al Banco Central Europeo de su derecho a imprimir dinero. No entendieron lo que eso implicaba, como tampoco lo hicieron las autoridades europeas.
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CommentsCuando se introdujo el euro, los reguladores permitieron a los bancos comprar cantidades ilimitadas de bonos de los gobiernos sin contar con fondos propios como respaldo, y el BCE descontó todos los bonos gubernamentales de la eurozona en igualdad de términos. A los bancos comerciales les pareció ventajoso acumular bonos de los países más débiles para ganar un par de puntos básicos, lo que hizo que las tasas de interés convergieran en toda la eurozona. Alemania, luchando con el peso de la reunificación, llevó a cabo reformas estructurales y se hizo más competitiva. Mientras tanto, otros países disfrutaron del auge del consumo y el mercado de la vivienda gracias al crédito barato y fueron perdiendo competitividad.
CommentsEntonces llegó la crisis de 2008. Los gobiernos tuvieron que rescatar a sus bancos. Algunos se encontraron en la posición de un país en desarrollo que se hubiera endeudado fuertemente en una moneda sobre la que careciera de control. Como reflejo de la divergencia en el desempeño económico, Europa se dividió entre países acreedores y países deudores.
CommentsCuando los mercados financieros descubrieron que los gobiernos podrían verse obligados a dejar de pagar sus bonos, supuestamente tan seguros, las primas de riesgo se elevaron de forma espectacular. Lo cual provocó que algunos bancos comerciales cuyos balances estaban llenos de esos bonos quedaran en situación de potencial insolvencia, dando lugar a crisis gemelas de la deuda soberana y la banca europeas.
CommentsHoy en día la eurozona está replicando el modo de reaccionar del sistema financiero mundial ante este tipo de crisis en 1982 y, más adelante, en 1997. En ambos casos, las autoridades internacionales causaron penurias en la periferia con el fin de proteger el centro. Sin quererlo, Alemania hoy está desempeñando el mismo papel.
CommentsLos detalles difieren, pero la idea es la misma: los acreedores cargan todo el peso del ajuste sobre los deudores, mientras que el "centro" evita su propia responsabilidad en los desequilibrios. Curiosamente, se ha entrado a usar los términos "centro" y "periferia" de manera casi inadvertida. Sin embargo, en la crisis del euro, la responsabilidad del centro es aún mayor que en 1982 o 1997: se diseñó un sistema monetario defectuoso y esos defectos no se corrigieron. En los años 80, América Latina sufrió una década perdida, destino similar al que podría enfrentar hoy Europa.
CommentsAl comienzo de la crisis era inconcebible una ruptura del euro: los activos y pasivos denominados en la moneda común estaban tan entremezclados que la ruptura habría llevado a un colapso incontrolable. Pero, a medida que se desarrollan los acontecimientos, el sistema financiero se ha ido reordenando cada vez más a lo largo de las fronteras nacionales, tendencia que ha cobrado impulso en los últimos meses. La operación de financiación de largo plazo del BCE permitió a los bancos españoles e italianos comprar bonos de sus propios países y ganar un gran diferencial. Al mismo tiempo, los bancos dieron preferencia a deshacerse de activos del exterior y los gestores de riesgos han intentado igualar activos y pasivos al interior de cada país en lugar de dentro de la eurozona en su conjunto.
CommentsSi esto continúa unos años, sería posible una ruptura del euro sin que se produzca un colapso, pero dejaría a los países acreedores con grandes niveles de créditos por cobrar ante los países deudores, y serían difíciles de pagar. Además de las transferencias y garantías intergubernamentales, los pasivos del Bundesbank ante los bancos centrales de los países periféricos en el sistema de compensación TARGET2 llegaron a los €644 mil millones ($804 mil millones) el 30 de abril, y la suma está creciendo exponencialmente debido a la fuga de capitales.
CommentsAsí que la crisis se va intensificando. Las tensiones en los mercados financieros han llegado a nuevos máximos. Lo más revelador es que Gran Bretaña, que mantuvo el control de su moneda, disfruta de los rendimientos más bajos de su historia, mientras que la prima de riesgo de los bonos españoles ha alcanzado un nuevo nivel.
CommentsLa economía real de la eurozona está en declive, mientras que Alemania vive un auge. La divergencia se está ampliando, y la dinámica política y social también tiende hacia la desintegración. La opinión pública, tal como se expresa en los resultados electorales recientes, se opone cada vez más a la austeridad, y es probable que esta tendencia continúe hasta que la política se revierta. Alguien tiene que ceder.
CommentsA mi juicio, las autoridades tienen una ventana de tres meses durante la que todavía podrían corregir sus errores y revertir las tendencias actuales. Para ello serían necesarias algunas medidas extraordinarias que hicieran posible que las condiciones volvieran a algo parecido a la normalidad. Además deben ajustarse a los tratados existentes, que se podrían revisar más adelante en un ambiente más tranquilo con el fin de evitar que estos desequilibrios vuelvan a ocurrir.
CommentsEs difícil, pero no imposible, identificar algunas de las medidas extraordinarias que pueden cumplir con estos difíciles requisitos. Tendrían que hacer frente a los problemas de la banca y la deuda soberana al mismo tiempo, sin dejar de lado la reducción de las divergencias de competitividad.
CommentsLa eurozona necesita una unión bancaria: un sólido sistema europeo de garantía de los depósitos para frenar la fuga de capitales, una fuente europea que permita financiar la recapitalización bancaria, y mecanismos de supervisión y regulación que abarquen toda la eurozona. Los países muy endeudados necesitan reducir sus costes de financiamiento. Hay varias maneras de hacerlo, pero todas ellas requieren el apoyo activo de Alemania.
CommentsY ahí es donde está la obstrucción. Las autoridades alemanas están trabajando febrilmente para crear un conjunto de propuestas a tiempo para la cumbre de la Unión Europea de finales de junio, pero todos los indicios sugieren que ofrecerán no mucho más que el mínimo en el que las distintas partes puedan estar de acuerdo, lo que implica, una vez más, apenas un alivio temporal.
CommentsSin embargo, nos encontramos en un punto de inflexión. Es posible que la crisis griega llegue a su punto culminante en el otoño, incluso si las elecciones dan origen a un gobierno dispuesto a acatar el actual acuerdo del país con sus acreedores. Para entonces, la economía alemana también estará debilitándose, por lo que a la canciller Angela Merkel le resultará aún más difícil que hoy persuadir a la opinión pública alemana a aceptar nuevas responsabilidades europeas.
CommentsA menos que ocurra un accidente como la quiebra de Lehman Brothers, es probable que Alemania haga justo lo suficiente para mantener el euro, pero que la UE se convierta en algo muy diferente de la sociedad abierta que una vez encendió la imaginación de la gente. La división entre países deudores y acreedores se hará permanente, con Alemania en posición de dominio y la periferia convertida en un territorio sumido en la depresión.
CommentsInevitablemente se generarán suspicacias sobre el papel de Alemania en Europa... pero es bastante inadecuada cualquier comparación con el pasado alemán. La situación actual no se debe a un plan deliberado, sino a la falta de uno. Se trata de una tragedia de errores de política. Alemania es una democracia que funciona bien y con una abrumadora mayoría a favor de una sociedad abierta. Cuando los alemanes tomen conciencia de las consecuencias -es de esperar que no demasiado tarde- querrán corregir los defectos de diseño del euro.
CommentsEstá claro lo que se necesita: una autoridad fiscal europea dispuesta a reducir efectivamente la carga de deuda de la periferia, así como una unión bancaria. El alivio de la deuda puede adoptar varias formas distintas a los eurobonos, y estaría condicionado a que los deudores cumplan el pacto fiscal.
CommentsRetirar la totalidad o parte de la ayuda en caso de incumplimiento sería una potente protección contra el riesgo moral. Corresponde a Alemania estar a la altura de las responsabilidades de liderazgo que su propio éxito ha generado.
Publicado en Project Syndicate
CommentsTraducido del inglés por David Meléndez Tormen

lunes, 28 de mayo de 2012

La amenaza de la amnesia alemana


CommentsBERLÍN – La situación de Europa es grave, muy grave. ¿Quién habría pensado que el Primer Ministro británico, David Cameron, haría un llamamiento a los gobiernos de la zona del euro para que se armaran de valor a fin de crear una unión fiscal (con un presupuesto y una política fiscal comunes y una deuda pública garantizada en común)? Y Cameron sostiene también que la única forma de detener la desintegración del euro una mayor integración política.
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Illustration by Tim Brinton
Comments¡Un Primer Ministro británico conservador! La casa europea está ardiendo y Downing Street hace un llamamiento en pro de una reacción racional y resuelta por parte del cuerpo de bomberos.
CommentsLamentablemente, el cuerpo de bomberos está dirigido por Alemania y su jefe es la Canciller Angela Merkel. A consecuencia de ello, Europa sigue intentando apagar el fuego con gasolina –la austeridad impuesta por Alemania–, con lo que, en tan sólo tres años, la crisis financiera de la zona del euro ha llegado a ser una crisis existencial europea.
CommentsNo nos engañemos: si se desintegra el euro, lo mismo ocurrirá a la Unión Europea (la mayor economía del mundo), lo que desencadenará una crisis económica mundial que la mayoría de las personas vivas actualmente nunca han padecido. Europa está al borde del abismo y sin duda caerá en él, a no ser que Alemania –y Francia– cambien de rumbo.
CommentsLas recientes elecciones celebradas en Francia y en Grecia, junto con las elecciones locales celebradas en Italia y la continua zozobra existente en España e Irlanda, han mostrado que el público ha perdido la fe en la estricta austeridad que les ha impuesto Alemania. La cura de caballo de Merkel ha chocado con la realidad… y la democracia.
CommentsUna vez más estamos aprendiendo a base de palos que, cuando se aplica en plena crisis financiera grave, esa clase de austeridad sólo conduce a la depresión. Esa idea debería haber sido de dominio público; al fin y al cabo, fue una enseñanza  fundamental que se desprendió de las políticas de austeridad del Presidente Herbert Hoover en los Estados Unidos y del Canciller Heinrich Brüning en la Alemania de Weimar a comienzos del decenio de 1930. Lamentablemente, Alemania, precisamente ella, parece haberla olvidado.
CommentsA consecuencia de ello, el caos se cierne sobre Grecia, como también la perspectiva de pánicos bancarios posteriores en España, Italia y Francia… y con ello una avalancha financiera que enterraría a Europa. ¿Y después? ¿Acaso debemos desechar lo que más de dos generaciones de europeos han creado: una inversión en masa en una construcción institucional que ha brindado el período más largo de paz y prosperidad en la historia del continente?
CommentsUna cosa es segura: la desintegración del euro y de la UE entrañaría la salida de Europa del escenario mundial. La política actual de Alemania es tanto más absurda en vista de las graves consecuencias políticas y económicas que afrontaría.
CommentsCorresponde a Alemania y a Francia, a Merkel y al Presidente François Hollande, decidir el futuro de nuestro continente. La salvación de Europa depende ahora de un cambio fundamental en la posición en materia de política económica de Alemania y de la de Francia en materia de integración política y reformas estructurales.
CommentsFrancia tendrá que aceptar una unión política: un gobierno común con control parlamentario común para la zona del euro. Los gobiernos nacionales de la zona del euro ya están actuando al unísono como gobierno de facto para abordar la crisis. Se debe llevar adelante y formalizar lo que está llegando a ser cada vez más cierto en la práctica.
CommentsPor su parte, Alemania tendrá que optar por una unión fiscal. En última instancia, eso significa garantizar la supervivencia de la zona del euro con la fuerza y los activos económicos de Alemania: adquisición ilimitada de bonos estatales de los países en crisis por parte del Banco Central Europeo, europeízación de las deudas nacionales mediante eurobonos y programas de crecimiento para evitar una depresión en la zona del euro e impulsar su recuperación.
CommentsPodemos imaginar fácilmente cómo se despotrica en Alemania contra esa clase de programa. ¡aún más deuda! ¡Pérdida de control de nuestros activos! ¡Inflación! Sencillamente, ¡no funciona!
CommentsPero sí que funciona: el crecimiento de Alemania, basado en la exportación, se debe a esa clase de programas precisamente en los países en ascenso y los Estados Unidos. Si China y los EE.UU. no hubieran bombeado dinero financiado en parte con deuda en sus economías a comienzos de 2009, la economía alemana habría recibido un golpe muy duro. Ahora los alemanes deben preguntarse si ellos, que han sido quienes más se han beneficiado de la integración europea, están dispuestos a pagar el precio que entraña o preferirían dejarla fracasar.
CommentsAdemás de la unificación fiscal y política y políticas de crecimiento a corto plazo, los europeos necesitan urgentemente reformas estructurales encaminadas a restablecer la competitividad de Europa. Cada uno de esos pilares es necesario para que Europa supere su crisis existencial.
Comments¿Entendemos nosotros, los alemanes, nuestra responsabilidad paneuropea? Desde luego, no lo parece. De hecho, raras veces ha estado Alemania tan aislada como ahora. Prácticamente nadie entiende nuestra dogmática política de austeridad, que contradice toda experiencia, y se considera que hemos perdido el rumbo en gran medida, si no es que vamos como en un coche en dirección contraria a la del tráfico. Aún no es demasiado tarde para cambiar de dirección, pero ahora sólo nos quedan días y semanas, tal vez meses, en lugar de años.
CommentsAlemania se destruyó a sí misma –y el orden europeo– en dos ocasiones en el siglo XX y después convenció a Occidente de que había sacado las conclusiones oportunas. Sólo de ese modo, reflejado con la mayor claridad en su aceptación del proyecto europeo, obtuvo Alemania la anuencia para su reunificación. Sería a un tiempo trágico e irónico que una Alemania restaurada por medios pacíficos y con la mejor de las intenciones provocara la ruina del orden europeo por tercera vez.
Publicado en Project Syndicate
CommentsTraducido del inglés por Carlos Manzano.

sábado, 26 de mayo de 2012

Todos contra Merkel


JUAN FCO. MARTÍN SECO
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas guardé silencio, porque yo no era comunista; cuando encarcelaron a los socialdemócratas, me callé, porque yo no era socialdemócrata; cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no me rebelé, porque yo no era sindicalista; cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío; cuando vinieron a buscarme, ya no había nadie más que pudiera sublevarse”.
Estas palabras de Martin Niemöller, falsamente atribuidas a Bertolt Brecht, pueden ser un resumen fiel de lo que está ocurriendo hoy en Europa. Portugal e Irlanda no quieren que se les compare con Grecia, España intenta marcar diferencias con los tres países anteriores, Italia, a su vez, pretenderse distanciarse de España, y Francia, por lo menos hasta ahora, por miedo a que se la pudiera englobar entre los PIGS ha aceptado el papel de comparsa de Alemania. En general, todos los Estados han aspirado a ser los alumnos aplicados de ese sistema dictatorial impuesto por Merkel que ha dañado gravemente la economía y el bienestar de todos los países europeos y que solo está beneficiando a Alemania.
Las reglas de juego estaban trucadas desde Maastricht y los gobiernos, en un proceso totalmente asimétrico, han cedido soberanía sin reparar a quién, para quedar, al final, impotentes y en manos de los mercados, de Alemania y de instituciones europeas antidemocráticas que, como en el caso del Banco Central Europeo, no se sabe muy bien a quién sirven (quizá a Golden Sachs). Es significativo el grito de desánimo del Gobierno de Rajoy. El PP, en un exceso de ingenuidad dogmática, tal vez pensara que resolvería la crisis en cuanto llegase al gobierno o que sinceramente creyese que la solución se encontraba en los recortes y en las reformas, por eso ahora se siente defraudado. España, entre las medidas acometidas por el PSOE y las instrumentadas por el PP, ha seguido fiel y obedientemente las directrices de Merkel y del BCE, pero cuanto más avanza por ese camino peor es la situación en la que se encuentra.
Los líderes europeos, incluyendo a los de los Estados del sur, se han apresurado a marcar distancias con el país heleno (yo no soy griego) y a considerarlo un apestado. Incluso el lenguaje así lo indica al hablar de contagio. Pero lo cierto es que por el momento Grecia está haciendo de rompeolas y los gobiernos harían bien en preguntarse quién ocupará su lugar si finalmente los griegos se ven obligados a abandonar el euro, lo que parece altamente probable en el caso de que Europa no cambie de estrategia.
Alemania con la complicidad -al menos con el silencio- del resto de los países europeos ha arrastrado a Grecia a un punto sin salida. Es evidente que el coste de abandonar ahora el euro puede ser muy alto, pero ¿cuál es la alternativa? El camino que le trazan la Unión Monetaria y Alemania conduce al precipicio. Es posible que Grecia y sus gobiernos hayan podido cometer errores, que los condujeron a un endeudamiento excesivo, pero en cualquier caso este solo ha sido posible precisamente por pertenecer a la Unión Monetaria y de tales desequilibrios son tan culpables los países deudores como los acreedores.
El planteamiento es tanto o más claro en el caso de España o de Irlanda. Ambos fueron ejemplo de estabilidad presupuestaria y de aplicación de los dogmas neoliberales, sin que la ortodoxia les haya servido para nada y ahora se encuentran en una situación crítica. Su pecado, al igual que el de otros muchos, es haber entrado en una Unión Monetaria mal concebida. Sus bancos se endeudaban en exceso al tiempo que se generaba una fuerte burbuja inmobiliaria. Pero en una economía de mercado donde se ha renunciado a casi todos los mecanismos de control, con libre circulación de capitales, sin política monetaria propia, con un banco central que no actúa como tal ¿de qué manera evitar que el capital extranjero infle la economía como un globo y que la abandone más tarde creando una brutal crisis de financiación?
La única estrategia que les queda a los mandatarios europeos si quieren paliar la situación crítica en la que se encuentra la Eurozona es la unión de todos los países, desde Grecia hasta Francia, frente a Merkel. No existe ninguna razón para que Alemania mantenga el papel hegemónico que ostenta en la actualidad. Su aportación es idéntica en términos proporcionales a la de cualquier otro país, y además es la máxima beneficiaria de la Unión Monetaria. Resulta intolerable que el Banco Central Europeo se mueva exclusivamente a sus dictados y conveniencias. Ante el atropello al que se está sometiendo a Grecia, el mayor error que pueden cometer los gobiernos europeos es guardar silencio como si no fuese con ellos.
Quizá el país que sobre en la Eurozona no sea Grecia sino Alemania. Sin Alemania tal vez todo iría mejor. El Banco Central Europeo podría actuar como un verdadero banco central respaldando a los países y a las entidades financieras; el euro se devaluaría frente al marco, dólar, yen, yuan y otras monedas, con lo que los países recuperarían la competitividad perdida; se incrementarían las exportaciones y se reducirían las importaciones, y las brechas en la balanza de pagos de algunos países se reducirían, incluso desaparecerían; los tipos de interés serían mayores (puede que no mayores que los que se están pagando ahora), pero no los tipos reales que, al compensarse con mayores tasas de inflación y con la evolución de los tipos de cambio, harían que la deuda exterior nominada en euros se devaluara al mismo ritmo de la moneda, la economía se reactivaría e incluso los déficits públicos a medio plazo serían más reducidos. El lastre es Alemania y no Grecia.

sábado, 28 de abril de 2012

Las medidas falsamente necesarias


Juan Francisco Martín Seco

Una superchería domina a menudo el discurso económico, la de la necesidad. Es frecuente escuchar a los gobiernos que tal o cual medida es necesaria. “Ya nos gustaría no tener que hacerlo, pero no queda otra alternativa”. Y esta letanía es recogida y difundida por los altavoces mediáticos de los poderes económicos que lo repiten una y otra vez, hasta que la población acaba aceptándola como verdad indiscutible. Sin embargo, pocas realidades serán tan contrarias a la ciencia económica como la necesidad. La economía comienza como disciplina allí donde se da la posibilidad de elegir entre distintas opciones. En presencia del determinismo, el problema económico desaparece.
Según la famosa definición de Robbins, dos son los parámetros que enmarcan la actividad económica: la escasez y la alternancia. Si falta cualquiera de estos elementos no podemos hablar de problema económico. Escasez no se identifica con necesidad, sino con limitación. Los recursos son limitados pero de usos alternativos. Y ante cualquier medida económica siempre caben una o varias opciones. Bien es verdad que la elección de una u otra nunca suele ser neutral. Se beneficia a determinados grupos y se perjudica a otros.
Desde mayo de 2010, los sucesivos gobiernos, primero el del PSOE y más tarde el del PP, han ido adoptando todo un abanico de medidas de tal calado que están modificando sustancialmente la estructura social, el marco de relaciones laborales y hasta la misma condición de nuestro Estado. El actual presidente del Gobierno ha pedido en rueda de prensa “un pequeño esfuerzo” -¿pequeño?-, “unos pocos euros necesarios para el sostenimiento de la educación o de la sanidad pública”. “Son cosas que no nos gusta hacer”, ha dicho, “pero son totalmente necesarias para el sostenimiento de la sanidad o la educación pública”. “En este momento no hay dinero para atender el pago de los servicios públicos. No hay dinero porque hemos gastado mucho”.
Esta última aseveración, aplicada al Estado, carece totalmente de fundamento. Si algún sector ha gastado mucho en la etapa anterior ha sido el privado. Se mida como se mida, el sector público español se ha mantenido en un nivel de gasto muy inferior al de otros países, como ahora se dice, de nuestro entorno, a los que según se proclama se pretende imitar; y la comparación se hace mucho más negativa para España si a lo que nos estamos refiriendo es a los gastos sociales.
Los problemas actuales de las finanzas públicas tienen su origen en la enorme caída de los ingresos ocasionada por la recesión económica y por las tres reformas fiscales extraordinariamente regresivas (dos del anterior gobierno del PP y una del último gobierno del PSOE), instrumentadas principalmente en el IRPF y en el impuesto de sociedades. En su momento, se vendía la peregrina idea de que no iban a tener impacto en la recaudación y se propagaba el espejismo de que la bajada impositiva se realizaba sin coste alguno, es decir, sin contrapartida, sin aumento de otros impuestos o reducción y menoscabo de los servicios públicos o de las prestaciones sociales. Ahora, sin embargo, se afirma que no hay dinero y se opta por la peor solución posible que es la de hacer pagar al usuario.
En esta materia, como en cualquier otra de las áreas de la disciplina económica, las alternativas existen. Los servicios públicos se pueden financiar mediante impuestos o a través de un precio; cuando se mantiene que son insostenibles lo único que se está diciendo es que no se desea sufragarlos mediante tributos. Financiarlos total o parcialmente a través del precio no es más que una opción, y una de las peores porque se hace depender la educación o la asistencia sanitaria de la capacidad económica del usuario, destruyendo la igualdad de oportunidades que, aunque escasa, el Estado social había generado.
La excusa de aplicar la progresividad al copago carece totalmente de fundamento. Para eso existen los impuestos que se pueden hacer tan progresivos como se desee. Además, aumentarán enormemente la carga burocrática y el coste de tramitación, tanto más si se lleva a cabo, como es lógico, por departamentos ministeriales ajenos al de Hacienda desconocedores por completo de este tipo de procedimientos. Volvemos a ser testigos de ocurrencias sin reflexión y estudio, de modo que se cometerán de nuevo burdas equivocaciones como la de caer en el error de salto, creando enojosos agravios comparativos
Publicado en República