lunes, 5 de julio de 2010

¿Quién es escritor?

Ramiro Pinto Cañón (www.ramiropinto.es)

Muchas personas escribimos, a veces muchas horas al día y deseamos hacerlo más, cada vez más. Queremos que nos lean, sin embargo no podemos decir que somos escritores porque ninguna editorial nos publica, o lo hace de muy tarde en tarde. 

Y luego muchas librerías marginan nuestras obras, no las colocan ni siquiera algún ratito en los escaparates que están copados por las grandes editoriales y escritores de postín. 
¿Cuándo soy escritor?. Esta pregunta no es baladí, porque define el mundo de la literatura como un mundo de apariencias que nos hacen creer desde la estructura de Poder que quiere definir y controlar la cultura. El artista se rebela a ella, pero es ocultado, silenciado, la nueva  forma de censura en la modernidad. 
Una persona puede pasarse largo tiempo escribiendo, disfrutando de hacerlo, pero no se atreve a decir que es escritor, porque parece que es algo que queda reducido a serlo los famosos que escriben. Sin embargo en un momento dado alguien gana un concurso y ya es un escritor al que se reconoce. Muchas presentaciones de escritores no dicen nada de lo que escriben, de lo que sienten, sino de los títulos, los premios obtenidos, que no significan nada. 
Son una mentira porque el resultado responde a una mentalidad de los que deciden el resultado, de personas asalariadas, universitarias muchas veces. Otras formas de pensar no deciden, no eligen, ni tienen oportunidad de hacerlo porque no se da a conocer a los demás, para qué se pueda elegir qué leer. 
La industria del libro convierte en mera mercancía los libros, que son productos cuyo “éxito” depende fundamentalmente de campañas de publicidad y estrategias de mercado. Por ejemplo se sabe que la mayoría de los libros que se compran son para regalo, no para leer uno mismo, por eso las promociones se hacen en función a este criterio de la demanda. 
Escribir fuera del circuito comercial hace que ni se valore el trabajo del autor y no se informe, o muy poco,  de él en los medios de comunicación. Para convertir un libro en noticia hay que presentarlo en un acto cada vez con menos sentido, convirtiéndose muchas pequeñas editoriales en productoras de presentaciones de libros, nada más. 

En el paseo de la Alameda, Santiago de Compostela

Es necesario abrir un espacio propio a la literatura, fuera de su mercantilismo y deformación en cuanto a creación artística, en cuanto a la sinceridad del acto de escribir per se. Lo cual debería incorporarse como un derecho humano, el de poder comunicar una obra a los demás, pues ignorar el trabajo de muchos artistas es una censura silenciosa, aún no catalogada, ni siquiera definida. 
Es muy difícil entrar en este terreno, porque de inmediato achacan la crítica a la envidia, te llaman escritor frustrado y esas cosas, sea cierto o no, pero en ningún caso viene a cuento al no ser las calificaciones ningún argumento. 
Los miembros de un jurado suelen ser profesores, que no es que entiendan de literatura en cuanto a lo que es leer y sentir, la esencia de la literatura, sino que pueden conocer más obras, y cuestiones de datos, pero forman una mentalidad que hace que valoren lo que encaja con su manera de entender el arte y la escritura. 
La creatividad y el mensaje suele ser despreciada en los concursos, que cada vez se parecen más a las carreras de caballos. 
Son muchos las maestras y maestros, o  profesores que hacen sus pinitos escribiendo y ganan concursos. Son escritores porque han ganado uno o varios concursos, pero no traspasan los sentimientos al lector. Sin embargo convencen al jurado. Este mecanismo de valorar la literatura es una trampa perniciosa que está haciendo mucho daño a la cultura y al arte. No hay parados en los jurados de los premios, ni amas de casa, o escritores sin obras publicadas, sino gente de “reconocido” prestigio o representantes culturales de alguna institución. 
El ambiente cultural se convierte en un círculo cerrado, sobre todo en los ambientes provincianos, en los que unos hablan de los otros, siempre que estén en el círculo del estatus literario de la pequeña ciudad. 
Se llegan a  alabar con epinicios sin mesura en un juego de exageraciones  que se convierte en realidad, en “verdad”,  porque se reproducen en la prensa local.  Y cuando alguien está en un puesto de poder en la administración, sea en departamentos bibliotecarios o del  libro o en algún puesto ministerial se coloca a estos personajillos en la cumbre literaria nacional. Gente que años atrás criticó a alguno de tales personajes luego lo ensalzan y analizan como si fuera la esencia del no va más. Y es mentira. 
Otro fenómeno es el pemanismo. “Casualmente” suelen ganar concursos y son editados escritores que lo son cuando son ubicados o encumbrados por algún premio que se acompaña de entrevistas en la prensa, lo que hace que el autor se autoconvenza  de que es una figura de la literatura. Muchos autores se acaban convirtiendo en la imagen que la prensa crea de ellos. 
Resulta que muchos aparecen durante  las elecciones pidiendo el voto para un determinado partido, que si gana, curiosamente, resulta que tales apoyos se vuelven recíprocos. O han estado en campañas pro gubernamentales, o pidiendo firmas para un candidato. Luego escriben en un espacio en la prensa y acaba haciendo la pelota a los concejales de turno que en un momento determinado le harán un homenaje  o un reconocimiento oficial. Si hacen alguna crítica es de puntillas y sin que se note. 
En la obra “Mefisto“, Klaus Mann relata la historia de un actor que se hace director del teatro nacional. La escribió en el exilio, tomando referencias de la realidad que había dejado en la Alemania nazi. Al final, cuando el protagonista, Höfgen, quiere representar a Hamlet ve que no puede, la profundidad de este personaje le supera. representó a Mefisto, una versión de “Fausto” en la que el protagonista vende su alma a Mefistófeles. Analistas modernos observan que el poder actual ha pasado del modelo de Maquiavelo al mefistofélico, por su manera de seducir, comprar,  a los intelectuales de una sociedad. 
Höfgen se acaba dando cuenta de los compañeros que han muerto, a autores a los que han censurado sus obras y otros muchos que no han podido desarrollar sus capacidades artísticas. Acaba diciendo “si no soy más que un simple actor“…  Se ha preocupado únicamente de su carrera, de triunfar, sin querer ver la crisis que vive la sociedad, la degradación de la cultura, la violencia, no ve a los parados. No quiere meterse en cuestiones  políticas y acaba convirtiéndose en un bufón del fascismo. 
Al comprobar la realidad actual, en la que hay también tantos “Mefistos”, cabe preguntarnos silo terrible de aquella obra fue que su protagonista se vendiera a los nazis o que se vendiera, simplemente, fuese a quien fuese, que el artista se venda al poder, lo cual es algo que está acabando con el arte. Contra la censura que prohíbe  se puede luchar porque la represión se hace visible, pero contra la que se ejerce mediante falsificar la literatura es muy difícil reaccionar, pues se crea una realidad a la cual se amolda la mentalidad de una sociedad, de tal manera que otras realidades ni siquiera interesan. El autor lo dice en artículos posteriores en relación a esta obra: “Mi novela no se limita a los fascismos”. Y denuncia la tendencia del arte a prostituirse al poder
La poesía tiene el valor de conmover, de transmitir belleza, no de ganar un concurso, como si las letras formasen parte de una carrera de caballos, a ver quien gana más. 
Una vez en un instituto se realizó un concurso de redacción entre los alumnos del mismo. Formaron parte del jurado madres, padres y profesoras y profesores. Se crearon dos grupos muy diferenciados. El de los representantes de la asociación de madres y padres y el del profesorado. Para los primeros lo importante fue el mensaje, para los segundos la técnica, las faltas de ortografía. La creación del primero quedaría postergada, arrinconada  con  un jurado de académicos. Y esto mismo se puede trasladar a otras esferas de la literatura. 
Y podemos ver ejemplos que permiten vislumbrar la diferencia entre el arte de escribir y la lectura para el negocio de vender libros. Por ejemplo una parte de éste es crear  sensaciones publicitarias en forma de entrevistas, de meter una novela por los ojos en la opinión pública, para conseguir que se convierta dicho libro en un producto que se usa para regalar, no para comprar con el fin de leerlo. 
Quien escribe lo que siente, quien cuenta algo profundo puede parecer un rollo, aunque siempre habrá una oferta comercial para los lectores que gusten de este tipo de “producción” literaria. Y es que muchas veces se convierte en eso, más que en el resultado de la creatividad interior del autor. 
Otro ejemplo lo viví yo cuando estuve en una feria del libro en León.  Estuve con un escritor conocido a través de los medios de comunicación, pero firmamos de manera parecido entre veinte o treinta personas interesadas en nuestras respectivas obras. Al final de la semana del Libro él había vendido muchos más ejemplares que yo. ¿De dónde?. Resultó que el Exmo. Ayuntamiento de la ciudad había comprado muchos libros de este autor. ¿Y por qué del mío no?. No fue una selección hecha sobre la lectura de nuestros escritos, sino por la amistad con el concejal de cultura. 
Pero más aún en los colegios se cuenta con 5.000 euros de la administración para comprar libros. En los institutos 12.000 euros. Además se manda a los alumnos y alumnas comprar libros de lectura que están encuadrados casi siempre en los más vendidos. Curiosamente cuando pasa un año deja de tener interés y se  pide que lean el que esté de moda en ese momento, o sea el que incida en darse a conocer en una campaña de publicidad. ¿Por qué no compran obras de autores no conocidos?. Puede que los estudiantes se identificasen más con una lectura no tan “perfecta” como la de los escritores consagrados. Forma parte del negocio de los libros que anula el arte y sobre todo la pluralidad del mismo. 
Se está creando la cultura del libro como venta de libros, cuyo interés no dura más de un año, y se repone por otra oleada dejando de interesar los anteriores que parece que no existen. Los famosos escriben o les escriben libros porque vende su popularidad. La campaña publicitaria es más importante que el contenido, lo que no quiere decir que este sea malo, pero queda en un segundo lugar. 
Por eso es interesante abrir un espacio en Internet, para dar a conocer nuevas obras y tener la posibilidad de ser leído, con  la esperanza  de que alguien  te encuentre. Fuera de este nuevo panorama las cartas están marcadas y se está cometiendo un fraude cultural que potencia charlatanes literarios y vedettes de la escritura, frente a la persona que escribe, para quien debería ampararla el derecho de editar cuanto menos lo mínimo, para ejercer su capacidad de comunicación. Algo que con los libros de encargo, ediciones al pedido se logra, pero a medias, pues la presión para dar a conocer selectivamente a algunos autores es inmensa y es difícil escapar a sus efectos. 
Da la sensación desde el punto de vista social que el autor que no tiene una campaña publicitaria a su lado carece de interés de ser leído. 
Escritor es quien se dedica a escribir en cuerpo y alma, pero se ha creado un espejismo por parte de esos arquitectos de la imagen, a veces su propia imagen de quienes se dedican a sus trabajos de funcionarios o en institucionales o en medios de comunicación cuyo objetivo es acabar convirtiéndose en lo que David H. Lawrencellamó “la perra diosa del Éxito“, en su obra “El amante de lady Chelerley”. Podemos leer“Clifford también quería prostituirse, entregándose a la perra-diosa del éxito, si ésta se dignaba a aceptarle“. Una perra-diosa seguida por millones de perros ansiosos. 
Con dinero y relaciones gracias a  su cargo o actividad van ocupando espacios literarios a costa de apartar, de dejar arrinconados a otros que escriben pero que no tienen los medios para divulgar su labor literaria, ni se les da la más mínima oportunidad de comunicar su obra. 
Las perras diosas forman  clubes privados, no registrados, en los que para alternar hay que tener dinero o ser un pelota de ellos haciéndoles las presentaciones, o escribiendo alabanzas fatuas, pero muy exageradas y rimbombantes. Estos clubes  según su estatus social y capacidad de proyección de su imagen pueden ser  un club provinciano, o de medios de comunicación, o de intelectuales y poetas, capaces de poner una pantalla que la sociedad confunde con la realidad. 
A quienes escriben sin formar parte de esos clubes se les aparta del mundo literario, alrededor del cual giran otros submundos de asociaciones, de fundaciones, premios, grupos de admiradores. Es un montaje, lo cual no quita que lo escriben estos buscadores de gloria y fama con un halo de modestia hipócrita, no sea bueno, a veces lo es, pero es lo que escriben, no todo lo que lo rodea, todo lo que  ilumina su obra, lo cual es falso y falsifica el arte de escribir, la literatura. 
Puedo decir que los autores y obras que más me han gustado, que me han emocionado son de autores nada conocidos. Ni  el autor ni su obra salen siquiera en los buscadores de Internet. ¿Quién es escritor?, ¿quién escribe?. ¿A quién leemos?.