martes, 26 de octubre de 2010

Por la concordia y en defensa de Cataluña: redescubriendo a Azaña

Alfredo Carralero

Aunque no estemos muy al corriente de los arcanos del Tribunal Constitucional, se veía venir que la sentencia que se iba a dictar sobre el Estatuto de Cataluña, sería un éxito total de la derecha españolista instalada en su discurso único sobre España, “su España”.

En esencia no hay nada nuevo, una vez más la pereza mental, el recurrir a tópicos manidos, el presentar “su España” como la única posible, como la historia consagrada y canónica, parecen haber ganado la batalla ideológica y el discurso del nacional catolicismo que a partir de 1880 empiezan a sistematizar Menéndez Pelayo, después Herrera Oria y otros, que fue la columna vertebral de la Restauración borbónica primero y después de la dictadura franquista y que queda resumido, en palabras de Menéndez Pelayo, en las que define el destino cultural-militar de España como “luz de Trento, martillo de herejes”.

Así pues se perfila la España unitaria, clerical, caciquil, militarista, la España de epopeyas conquistadoras, víctima de las conspiraciones de la Leyenda Negra o más recientemente de la conspiración judeo-masónica. La España de un colonialismo teocrático, tétrico, pequeño, de las guerras de África, de los ejércitos coloniales al mando de los millanes astrays, francos y demás.

Frente a todo esto, parece que la izquierda no quiere dar la batalla y contraponer otra lectura posible de la Historia de España. Parece que estamos dejando la definición de la Nación Española a la derecha, a esa derecha que algunos han venido a llamar la “derecha furiosa”, que después de haber escondido, como su pecado original, su procedencia franquista, se desinhibe y se presenta como realmente es: el PP se conforma como un partido con unas élites y un discurso, cercano en ambos casos a la extrema derecha en todos los aspectos de la política y de la vida social.

El asalto o el mantenimiento en el poder en su caso, lo realiza la derecha, con todo tipo de maniobras, sin importar en absoluto su coste político en relación con la convivencia y la crispación social producida. Su munición favorita es el hipernacionalismo españolista, las “españas que se rompen”, los insultos a los catalanes, el pánico a que pudiera solucionarse el problema del terrorismo de ETA, mediante algún tipo de negociación final. Pues ambos temas uno y otro les producen unos cuantiosos réditos electorales. Frente a ello la izquierda se mantiene autista, sin defender con brío un modelo, su modelo, diferente de entender la Nación Española y su estructuración territorial.

Llama al bochorno más absoluto, como, desde el Gobierno se ha defendido como un éxito la sentencia del Tribunal Constitucional, con ideas tan peregrinas como que el 95% del texto no se había tocado, o que los retoques son fundamentalmente técnicos y no políticos, etc. Lo que ocurre realmente es que los catalanes se han sentido insultados, engañados y abandonados, bien por un Gobierno que no pudo o no quiso defender sus compromisos con Cataluña y desde luego escarnecidos por un presunto Tribunal Constitucional guardián de las esencias mas casposas del españolismo.

Por otra parte el conglomerado mediático, próximo al PP se ha dedicado a denigrar, insultar y hacer gala de una catalanofobia en crescendo, que hubiera dado cobertura incluso a sentencias mucho más restrictivas del Estatuto de Cataluña. Todo esto no ha hecho otra cosa que crear una fractura en la sociedad catalana, que no existía.

Se puede estar o no de acuerdo con partes mas o menos extensas o cruciales del Estatuto lo que no se puede consentir, hay que decirlo alto y fuerte, es que los "salva patrias” del PP y aledaños se arroguen ser los defensores y definidores de una forma de entender España. Y esto desgraciadamente no es nuevo, es historia. Ya la Dictadura primorriverista, se da cuenta rápidamente de los réditos políticos que obtiene atacando a Cataluña en todos los frentes: atacando al catalanismo político, prohibiendo hablar en catalán o el uso de su bandera, arrogándose el merito de acabar con el problema sindical en Cataluña, por cierto con el expeditivo método de potenciar y pagar grupos de pistoleros para asesinar a los cuadros y militantes de la CNT. Y  todo esto a pesar de que Primo de Rivera buscó apoyos, entre otros, en el catalanismo de derechas, para su golpe de estado.

Pues bien, así enquistado el problema, en 1930 en plena “Dictablanda”, se produce una iniciativa de extraordinario interés: la de una visita colectiva de intelectuales, fundamentalmente de Madrid, que en la ultima decena de marzo de 1930 llegan a Barcelona y que está compuesta por algunas de las personalidades mas destacadas del pensamiento, la ciencia, la investigación, la política y el arte. Personalidades tan conocidas como: Menéndez Pidal, Osorio y Gallarzo,  Marañón, Ortega y Gasset, Américo Castro, Albornoz, Azaña,  Luís de Zulueta, Urgoiti, etc. Son recibidos en Barcelona con grandes demostraciones de simpatía, y el motivo, un tanto lejano, de la visita y confraternización es el hecho de que unos años atrás en plenos ataques y prohibiciones furibundos de la Dictadura contra el uso de la lengua catalana, éstos intelectuales madrileños firman un manifiesto de solidaridad y cariño por Cataluña su lengua y quienes la defienden.

Se realizaron múltiples actos que ponen de relieve la amistad, sintonía  y concordia entre intelectuales catalanes y madrileños: en uno de ellos, que no estaba previsto que fuera el mas importante, en la noche del 27 de marzo se reúnen en el restaurante Patria de Barcelona, un buen numero de intelectuales de izquierdas, catalanes y de Madrid, entre ellos Manuel Azaña, quien a la hora de los discursos toma la palabra y desgrana un discurso lleno de lucidez y capacidad de análisis sobre cómo se puede entender el hecho español, las relaciones con Cataluña, la denuncia del más burdo españolismo, las relacione entre el centro y la periferia y en fin los múltiples problemas y posibilidades de ver y entender la Historia de España de una forma diferente, luchando por desterrar para siempre la versión trientina y militarista, de la ya entonces imperante derecha.

Dijo Azaña: " nos habéis hablado continuamente de gratitud por aquello del manifiesto a favor de vuestro idioma. Y en efecto en días de dolor para todos, singularmente amargos para Cataluña, pensando en vuestros sentimientos maltratados, queríamos deciros lo que era menester entonces para que os llegaran unas palabras de ánimo y el testimonio de que no estabais solos. Pero bien miradas las cosas no debéis agradecernos nada, porque queríamos solamente cumplir con el deber elemental de exigir que os guardasen el debido respeto a la inteligencia, y en ella a la personalidad de los pueblos que se manifiesta precisamente en las obras de la inteligencia. Y esto lo queríamos hacer, no de una manera fría o en virtud de un principio general que podría aplicarse de la misma manera a cualquier país lejano, sino con plena conciencia de las realidades de Cataluña, de sus creaciones actuales y del rango que ocupa entre los pueblos peninsulares, unidos a través de tantas vicisitudes históricas con un destino superior común.

Continuó Azaña haciendo una presentación del problema desde el punto de vista de Cataluña y el resto de España: “ En aquella protesta, por lo tanto, no solo nos manifestábamos en defensa vuestra, sino también en defensa propia, para borrar la mancha que se pretendía echar sobre nuestro país en una de las maniobras mas bajas de la Dictadura “... " Razones delirantes, ofensa perpetua al buen criterio, al entendimiento y al sentido común ".

Porque lo que a continuación deja claro Azaña, es que defender la libertad de Cataluña es defender la libertad de todos en conjunto, y del rubor que le embarga al ver como el idioma castellano sirve para crear leyes despóticas: " Por efecto de aquella estupidez padecimos además de una opresión (general) en cuanto ciudadanos (españoles), un agravio particular en nuestra condición de castellanos. El rubor nos embarga al ver que para oprimir a los catalanes se invocaban  las cosas más nobles profanadas por la Dictadura, ¿Vosotros os doléis justamente de que se oprimiera a Cataluña? ¿Pero no habríamos de indignarnos aun más al ver que para oprimir a vuestra Patria se tomara como pretexto a otra Patria? ¿Al  ver que nuestro idioma servía para promulgar en Cataluña unas leyes despóticas? ¿Que se cometía la indigna falsedad de lanzar contra este país  la idea de una España incompatible con las más sencillas y justas libertades de los pueblos? Contra todo esto se elevo nuestra protesta”.

Continua Azaña diseccionando el manido termino de “patriotismo ":
Yo no soy patriota. Este vocablo, que hace mas de un siglo (recuérdese que Azaña habla en 1930)significaba revolución y libertad ha venido a corromperse, y hoy, manejado por la peor gente, incluye la aceptación más relajada de los intereses públicos  y expresa la  intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental. Mas si no soy patriota, si soy español por los cuatro costados, aunque no sea españolista.
De  ahí que no me considere miembro de una sociedad ni mejor ni peor, en esencia, que las demás europeas de rango equivalente”.

Y hace Azaña un canto a la libertad, a la concordia y al entendimiento entre Cataluña y el resto de España: " Gracias al catalanismo será libre Cataluña; y al trabajar nosotros, apuntalados en vosotros, trabajamos para la misma libertad nuestra y así obtendremos la libertad de España. Porque muy lejos de ser irreconciliables, la libertad de Cataluña y la de España son la misma cosa. Yo creo que ésta liberación no romperá los lazos comunes entre Cataluña  y lo que seguiría siendo el resto de España. Creo que entre el pueblo vuestro y el mío hay demasiados lazos espirituales, históricos, económicos para que un día enfangándonos todos, nos volviésemos la espalda como si nunca nos hubiéramos conocido. Es lógico que en tiempos de lucha establezcamos el inventario cuidadoso de lo que nos separa; pero será bueno también  que nos pongamos a reflexionar sobre lo que verdaderamente -no administrativamente- nos une”.

El discurso de Azaña sorprende e impresiona a sus oyentes contemporáneos, por la conjunción de ideas y propuestas nuevas, para entonces, sobre el tema del nacionalismo y la forma de entender España. Azaña se muestra como una de las mentes más claras al analizar parte de los problemas de la sociedad española, desecha el mero formulismo legalista, si ese legalismo, tan del gusto de los tiempos actuales por cierto, en que parece que para una parte importante de la izquierda el único mecanismo político de atención que conocen es el BOE. Pues bien Azaña en otro discurso algo posterior, del 13 de octubre de 1931, con motivo de la discusión sobre la laicidad del Estado Republicano dice: «Realidades vitales de España; eso es lo que debemos llevar siempre ante los ojos; realidades vitales, que son antes que la ciencia, que la legislación y que el gobierno... Nosotros debemos proceder como legisladores y como gobernantes y hallar la norma legislativa y el método de gobierno que nos permitan resolver las antinomias existentes en la realidad española de hoy; después vendrá la ciencia y nos dirá como se llama lo que hemos hecho.... " .

Ya en el Gobierno de la Republica hace Azaña gala de coherencia ideológica y de su compromiso con Cataluña y defiende su Estatuto en  las Cortes, el 27 de mayo de 1932. Todo el discurso es un magistral análisis político histórico y la forma en que la izquierda progresista de entonces (y la de ahora añadiríamos), se debe enfrentar al hecho plurinacional de Las Españas. Por su interés, en algún caso y desgraciada actualidad, en otros, transcribo alguno de los párrafos

La forma torpe, mezquina, de soluciones de cuentagotas, analiza Azaña, de enfrentar el problema catalán, que no hace sino llevar a los peores resultados, en sus palabras: “se adopto una política de paliar, de sobresanar la herida con medidas intermedias, sacadas con regateo y forcejeo, no siempre con pleno decoro del poder público. Esta política produjo los efectos más dañosos, porque no pudo contentar a nadie: a los catalanes, por la propia actitud de recelo, de desdén de obligarles a esa posición del que pide, del que amenaza, del que no sabe hacerse oír; y al resto de la opinión española … porque se la dejo una impresión dañosa y perniciosa cuyos resultados estamos tocando ahora, a saber: que las Cortes y los Gobiernos no eran dueños de  su libertad …ante las aspiraciones o las pretensiones de los catalanistas y que ningún Gobierno era dueño de resistir a la coacción política de los partidos catalanes. Éste fue el peor resultado de aquella política”.

Vuelve Azaña a analizar parte de las raíces y el contenido del nacionalismo españolista:
“ había un enlace profundo misterioso, preñado de consecuencias históricas  entre el prestigio de la Corona y la oposición irreductible  a transigir con el sentimiento autonomista … este enlace profundo se identificaba en la fidelidad a la Corona, con la unidad absolutista y centralista de España, y estos dos sentimientos se quería identificarlos con el patriotismo español”.

Y propone Azaña otra forma de enfocar España, su historia y el quehacer político: “¿Y ahora se pretende que sigamos…  con el unitarismo absorbente y de asimilación oponiéndonos a las querencias españolas más antiguas? Jamás, perseguimos con esta política (se refiere a la creación de autonomías) satisfacer viejas querencias y apetencias españolas que habían sido desterradas del acerbo del sentimiento político español por la monarquía absorbente y unitaria, y que son españolísimas, mas españolas que la dinastía y que la monarquía misma”.


Y todavía nos sorprende, a nosotros sus discursos, por la desgraciada vigencia que tienen ochenta años después y pasadas muchas aguas bajo el puente de la Historia: una terrible Guerra Civil, una brutal dictadura fascista, y treinta y tantos años de Régimen Democrático. Sustitúyanse los términos «Dictadura ", «leyes despóticas ", y algún otro por «medios afines a la derecha " o " rodillo de propaganda ", y muchos pasajes del discurso son  una descripción de la estrategia de la derecha actual con respecto al problema nacional.

Lo que si ha variado es la actitud de la izquierda, frente a iniciativas históricas como la firma de un manifiesto en defensa de Cataluña o el viaje de confraternización al que nos estamos refiriendo, la izquierda actual, se mantiene en una atonía, en una especie de electroencefalograma plano, que a ningún lado lleva, parece que se carece de ideas que defender y por las que movilizarse. Lo más que se les ocurre es hacer declaraciones rimbombantes sobre la necesidad de aceptar el fallo de un tribunal, que más parecen un grupo de tahúres cogiendo sitio para el juego. Los más audaces plantean introducir con todo tipo de añagazas legales modificaciones de rondón a las leyes, sin explicación, sin pedagogía, sin movilizaciones, que expliquen y convenzan de por qué se exigen determinadas cosas, con respecto al Estatuto de Cataluña y temas aledaños. No se trata de que se deba estar de acuerdo necesariamente con el Estatuto en su totalidad, ni mucho menos. Se trata de respetar a Cataluña y abrir una discusión viva entre la izquierda de lo que representa la articulación ¿federal?, de España.

Y ello se podía iniciar como hace ochenta años, con una magna reunión de catalanes, madrileños y otros nacionalistas que se quisieran unir a la iniciativa sin importar su procedencia, para llegar a puntos de satisfacción y concordia sobre el problema nacional y estatutario. Dudaba en las líneas anteriores si explicitar que debían asistir madrileños, pero creo que decididamente si. Para nuestra desgracia el Gobierno Autónomo de Madrid se está convirtiendo en el ariete de la derecha más ultramontana, que va por la senda del insulto y la descalificación de Cataluña siempre que se le brinda la oportunidad, y cuando no, también. Su portavoz, la inefable Esperanza, con una cuidada y preparada puesta en escena de chabacanería no da puntada sin hilo, recurriendo al supuesto enfrentamiento Madrid Barcelona, alimentándolo de forma artificial, presentando cualquier evento como una conspiración catalana contra Madrid, para quitarle sedes de empresas, vuelos, etc.