sábado, 3 de agosto de 2013

Diferencias psicológicas entre banquero y empresario: implicaciones diversas

Gregorio Gil García
Aclaro que yo llamo empresario a quien con su esfuerzo y conocimientos (y los de sus colaboradores) crea una empresa desde cero hasta que consigue su velocidad de crucero. Otra cosa son los gestores o empresarios-gestores. No se debería confundir a un conductor con el equipo que diseña y pone en marcha un nuevo modelo de avión autobús o ferrocarril. Aclarados estos término debo decir que siempre me llamó la atención la diferencia entre un banquero y un empresario. Este último es capaz de estar trabajando en algo por lo que cree y no sólo ni por dinero, como es el caso del banquero. El énfasis del banquero está en el corto plazo y, muchas veces en el caso del empresario (ni siquiera considera el plazo como algo primordial). Si el proceso creativo está controlado estrechamente por el banquero la creatividad (y por supuesto la innovación) y muchas veces tampoco la productividad habrá forma de que mejore (salvo por el conocido atajo de la precariedad laboral, desconociendo, e incluso despreciando totalmente a Deming). En España muchas veces ha ocurrido y lleva ocurriendo esto. Fue la época de los “pelotazos” con independencia de la industria de que se tratara, es claro que hizo falta una mejor planificación asunto siempre necesario, el “mercado libre”, sin controles, nos lleva a la ley de la selva y a aumentar la desigualdad entre la población. Cierto que en la etapa de desarrollo y sobre todo en la de producción y comercialización se verá desplazado por el banquero al ser necesarias grandes inversiones de capital, que en general el empresario no dispone con lo que en muchos casos le son robadas dichas funciones. Debe ponerse de manifiesto que muchos de los llamados empresarios no son sino financieros disfrazados o íntimos amigos e los políticos importantes del país, que nada tienen que ver con la industria y ese puede uno de los motivos de los problemas de la empresa española. El interés por el corto plazo ha configurado la economía española durante décadas, buscando “pelotazos” continuamente y no negocios más duraderos que son lo que interesan a los trabajadores. Esto ha terminado lastrando la producción industrial unido al apoyo en las ventas mediante mordidas y puertas giratorias. Todo esto s lo que hay que cambiar, las sociedades de capital-riesgo (no disfrazadas) y la nacionalización de ciertos bancos resulta esencial en estos momentos.