Se presenta, a continuación, un resumen de las ideas expuestas en el libro “Globalización y sus descontentos” de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el 2001, pensamos que estas resultan de mucho interés en los tiempos actuales, veremos a lo largo del artículo que las cosas no son tan simples ni tan irremediables como algunos pretenden hacernos creer.
1 PRIVATIZACIÓN
Se acostumbra a decir que el rendimiento de las empresas privadas resulta “siempre” superior al de las empresas públicas, aun cuando sobre esto habría mucho que discutir, ya que ello dependería del sector elegido, de las organizaciones de dirección y gestión en uno y otro caso y de la fase en que se encontrara el producto con respecto al ciclo de maduración del mismo.
Tampoco puede olvidarse que el modo en el que se realice esta privatización resulta de enorme importancia, hasta el punto de que ,en muchos casos, puede llegar a absorber esa pretendida ventaja de la privatización, convirtiéndola finalmente en algo negativo para la sociedad.
Existen importantes condiciones, previas a la privatización, que deberían ser satisfechas para poder conseguirse finalmente las ventajas que podrían alcanzarse mediante este proceso, si a estas circunstancias no se les presta la atención debida, al final la situación puede resultar mucho peor, socialmente, que la de partida.
Se comete, a menudo, el error de pensar que al llevarse a efecto una privatización, el mercado por sí solo y rápidamente será capaz de cubrir cualquier desajuste. Olvidándonos del hecho de que muchas actividades estatales surgen de la incapacidad de los mercados para facilitar ciertos servicios o industrias esenciales.
Citaremos un caso que puede resultarnos “familiar” en España, en Costa de Marfil la compañía telefónica fue privatizada, como pasa tantas veces, antes de establecer un marco regulatorio adecuado o un mercado competitivo. La empresa francesa que compró los activos estatales persuadió al Gobierno, para que le concediera un monopolio no sólo sobre los servicios telefónicos clásicos sino también sobre los nuevos servicios celulares. Como resultado de todo ello, la empresa privada subió tanto las tarifas que, por ejemplo, los estudiantes universitarios, y las clases más desfavorecidas no podían acceder a Internet, algo que resulta esencial para impedir que la ya acusada desigualdad entre ricos y pobres se acentúe todavía más. Recordamos al respecto, que las tarifas de enganche a Internet en España están entre las más elevadas de Europa.
El FMI y los Gobiernos que siguen ciegamente sus directrices indican que lo importante es realizar rápidamente la privatización y que más adelante, llegará el momento de la regulación y de la competencia.. El peligro de esta recomendación y de su secuencia y velocidad de aplicación estriba en que una vez creado un grupo de interés, éste cuenta ya con el incentivo y el dinero para mantener su posición monopolista recién conquistada, lo que le permite paralizar las regulaciones previstas y la posibilidad de competencia, distorsionando de ese modo el proceso político.
Estas privatizaciones apresuradas permiten una mayor recogida de fondos por parte del Estado y lamentablemente también de algunos de sus gestores, no pocos grandes empresarios corruptos han surgido también de este tipo de operaciones.
Por todo ello, ocurre frecuentemente, que los monopolios privatizados son, menos eficientes que los no privatizados dándose el caso de que es el cliente quien sufre finalmente las consecuencias al experimentar una elevación de los precios. Podemos decir sin temor a equivocarnos que estas privatizaciones se realizan a costa de los consumidores y de los trabajadores, en estos aumentos de eficiencia hay factores que sencillamente ni se tienen en cuenta como es el caso del paro generado, son costes sociales que las empresas privadas simplemente no tienen en cuenta. Si la protección del desempleo es mínima, los empresarios pueden despedir trabajadores con un coste mínimo o nulo. La privatización ha sido muy criticada, ya que sucede al revés de lo que ocurre con las empresas Greenfield, en que se invierte creando empresas nuevas, en vez de permitir que los inversores compren las empresas ya existentes, o aprovechen los solares liberados en otros usos.
Los trabajadores en paro no se convierten en una carga pública directa demasiado importante una vez finaliza el periodo que da derecho al subsidio de desempleo, aunque sí se generan grandes costes sociales, violencia urbana, más delincuencia y perturbaciones sociales y políticas e injusticia social. El paro suscita inquietud incluso dentro de los que han conseguido mantener su empleo. Este tipo de molestias sociales: sensación generalizada de alienación, cargas financieras adicionales sobre el resto de la familia, desescolarizacion de la población más joven dependiente etc, pueden perdurar durante mucho tiempo, dejando una huella indeleble en la sociedad durante varias generaciones.
Las empresas locales y nacionales pueden estar algo más en sintonía con el contexto social y ser renuentes a despedir trabajadores si saben que no hay empleos alternativos disponibles.
Los empresarios extranjeros, pueden sentirse, por el contrario, más comprometidos con sus accionistas y con la maximización del valor de la acción, mediante una visión menos global de la reducción de costes, sintiéndose menos obligados con lo que se define como plantillas infladas.
Muchas veces resulta importante reestructurar empresas públicas y la privatización es una de las formas de realizarlo, pero desplazar trabajadores desde empleos poco productivos al paro no incrementa la renta nacional del país y mucho menos el bienestar de los trabajadores despedidos.
La privatización debe formar parte de un programa más amplio que implique la creación de empleo simultáneamente a la destrucción del mismo generado por las privatizaciones. Deberían ponerse en práctica, además, políticas económicas centradas en bajos tipos de interés, que favorezcan la creación de empleo, sin discrimaciones de sexo o edad.
El tiempo y la secuencia de implantación de las privatizaciones resultan esenciales y en su inadecuada implantación existe siempre un trasfondo de falta de principios éticos.
Ligado al fenómeno de la privatización está el de la corrupción, La retórica de los fundamentalistas del mercado dice que la privatización reducirá la búsqueda de rentas por parte de los funcionarios de alto nivel, que consiste en quedarse con una parte de los beneficios de la empresa, o bien concediendo trabajos subcontratados y/o empleos a sus amigos.
Pero al contrario de lo que se pensaba solucionar, la privatización puede llevar a la “sobornización”. Si una administración es corrupta, existen pocas posibilidades de que las privatizaciones resuelvan algún problema, ya que lo lógico es pensar que el mismo Gobierno que llevó a esa empresa a una solución calamitosa no tiene por qué ser el idóneo para llevar a cabo el proceso de privatización. Los altos funcionarios de muchos países se han dado cuenta de que no tienen por qué limitarse a una apropiación de los beneficios anuales de las empresas estatales, cuando pueden conseguir, si venden una empresa por debajo de su valor de mercado, una parte significativa del valor del activo, en lugar de dejarlo a las administraciones siguientes que pudieran incluso ser dirigidas por un partido político rival. De hecho pueden conseguir sustraer hoy una parte de lo que podrían llegar a apropiarse los políticos futuros. Se controla, después, el proceso de privatización de forma que se maximice lo que algunos funcionarios del Gobierno pueden llevarse a su casa y no lo que se podría aportar al Tesoro Público, y aún menos lo que necesitaría la eficiencia general de la economía, Rusia presenta un caso paradigmático de la privatización a toda costa.
Sin las adecuadas estructuras legales e institucionales del mercado los nuevos propietarios pueden tener incentivos para liquidar sus activos más que para utilizarlos como una base sobre la que extender la industria estratégica de carácter estatal o regional.
Las privatizaciones según el modo en que se lleven a la práctica pueden estar asociadas, por lo tanto, con la decadencia económica, creando así un argumento que mina irreversiblemente la confianza en las instituciones democráticas y de mercado.
Tampoco puede olvidarse que el modo en el que se realice esta privatización resulta de enorme importancia, hasta el punto de que ,en muchos casos, puede llegar a absorber esa pretendida ventaja de la privatización, convirtiéndola finalmente en algo negativo para la sociedad.
Existen importantes condiciones, previas a la privatización, que deberían ser satisfechas para poder conseguirse finalmente las ventajas que podrían alcanzarse mediante este proceso, si a estas circunstancias no se les presta la atención debida, al final la situación puede resultar mucho peor, socialmente, que la de partida.
Se comete, a menudo, el error de pensar que al llevarse a efecto una privatización, el mercado por sí solo y rápidamente será capaz de cubrir cualquier desajuste. Olvidándonos del hecho de que muchas actividades estatales surgen de la incapacidad de los mercados para facilitar ciertos servicios o industrias esenciales.
Citaremos un caso que puede resultarnos “familiar” en España, en Costa de Marfil la compañía telefónica fue privatizada, como pasa tantas veces, antes de establecer un marco regulatorio adecuado o un mercado competitivo. La empresa francesa que compró los activos estatales persuadió al Gobierno, para que le concediera un monopolio no sólo sobre los servicios telefónicos clásicos sino también sobre los nuevos servicios celulares. Como resultado de todo ello, la empresa privada subió tanto las tarifas que, por ejemplo, los estudiantes universitarios, y las clases más desfavorecidas no podían acceder a Internet, algo que resulta esencial para impedir que la ya acusada desigualdad entre ricos y pobres se acentúe todavía más. Recordamos al respecto, que las tarifas de enganche a Internet en España están entre las más elevadas de Europa.
El FMI y los Gobiernos que siguen ciegamente sus directrices indican que lo importante es realizar rápidamente la privatización y que más adelante, llegará el momento de la regulación y de la competencia.. El peligro de esta recomendación y de su secuencia y velocidad de aplicación estriba en que una vez creado un grupo de interés, éste cuenta ya con el incentivo y el dinero para mantener su posición monopolista recién conquistada, lo que le permite paralizar las regulaciones previstas y la posibilidad de competencia, distorsionando de ese modo el proceso político.
Estas privatizaciones apresuradas permiten una mayor recogida de fondos por parte del Estado y lamentablemente también de algunos de sus gestores, no pocos grandes empresarios corruptos han surgido también de este tipo de operaciones.
Por todo ello, ocurre frecuentemente, que los monopolios privatizados son, menos eficientes que los no privatizados dándose el caso de que es el cliente quien sufre finalmente las consecuencias al experimentar una elevación de los precios. Podemos decir sin temor a equivocarnos que estas privatizaciones se realizan a costa de los consumidores y de los trabajadores, en estos aumentos de eficiencia hay factores que sencillamente ni se tienen en cuenta como es el caso del paro generado, son costes sociales que las empresas privadas simplemente no tienen en cuenta. Si la protección del desempleo es mínima, los empresarios pueden despedir trabajadores con un coste mínimo o nulo. La privatización ha sido muy criticada, ya que sucede al revés de lo que ocurre con las empresas Greenfield, en que se invierte creando empresas nuevas, en vez de permitir que los inversores compren las empresas ya existentes, o aprovechen los solares liberados en otros usos.
Los trabajadores en paro no se convierten en una carga pública directa demasiado importante una vez finaliza el periodo que da derecho al subsidio de desempleo, aunque sí se generan grandes costes sociales, violencia urbana, más delincuencia y perturbaciones sociales y políticas e injusticia social. El paro suscita inquietud incluso dentro de los que han conseguido mantener su empleo. Este tipo de molestias sociales: sensación generalizada de alienación, cargas financieras adicionales sobre el resto de la familia, desescolarizacion de la población más joven dependiente etc, pueden perdurar durante mucho tiempo, dejando una huella indeleble en la sociedad durante varias generaciones.
Las empresas locales y nacionales pueden estar algo más en sintonía con el contexto social y ser renuentes a despedir trabajadores si saben que no hay empleos alternativos disponibles.
Los empresarios extranjeros, pueden sentirse, por el contrario, más comprometidos con sus accionistas y con la maximización del valor de la acción, mediante una visión menos global de la reducción de costes, sintiéndose menos obligados con lo que se define como plantillas infladas.
Muchas veces resulta importante reestructurar empresas públicas y la privatización es una de las formas de realizarlo, pero desplazar trabajadores desde empleos poco productivos al paro no incrementa la renta nacional del país y mucho menos el bienestar de los trabajadores despedidos.
La privatización debe formar parte de un programa más amplio que implique la creación de empleo simultáneamente a la destrucción del mismo generado por las privatizaciones. Deberían ponerse en práctica, además, políticas económicas centradas en bajos tipos de interés, que favorezcan la creación de empleo, sin discrimaciones de sexo o edad.
El tiempo y la secuencia de implantación de las privatizaciones resultan esenciales y en su inadecuada implantación existe siempre un trasfondo de falta de principios éticos.
Ligado al fenómeno de la privatización está el de la corrupción, La retórica de los fundamentalistas del mercado dice que la privatización reducirá la búsqueda de rentas por parte de los funcionarios de alto nivel, que consiste en quedarse con una parte de los beneficios de la empresa, o bien concediendo trabajos subcontratados y/o empleos a sus amigos.
Pero al contrario de lo que se pensaba solucionar, la privatización puede llevar a la “sobornización”. Si una administración es corrupta, existen pocas posibilidades de que las privatizaciones resuelvan algún problema, ya que lo lógico es pensar que el mismo Gobierno que llevó a esa empresa a una solución calamitosa no tiene por qué ser el idóneo para llevar a cabo el proceso de privatización. Los altos funcionarios de muchos países se han dado cuenta de que no tienen por qué limitarse a una apropiación de los beneficios anuales de las empresas estatales, cuando pueden conseguir, si venden una empresa por debajo de su valor de mercado, una parte significativa del valor del activo, en lugar de dejarlo a las administraciones siguientes que pudieran incluso ser dirigidas por un partido político rival. De hecho pueden conseguir sustraer hoy una parte de lo que podrían llegar a apropiarse los políticos futuros. Se controla, después, el proceso de privatización de forma que se maximice lo que algunos funcionarios del Gobierno pueden llevarse a su casa y no lo que se podría aportar al Tesoro Público, y aún menos lo que necesitaría la eficiencia general de la economía, Rusia presenta un caso paradigmático de la privatización a toda costa.
Sin las adecuadas estructuras legales e institucionales del mercado los nuevos propietarios pueden tener incentivos para liquidar sus activos más que para utilizarlos como una base sobre la que extender la industria estratégica de carácter estatal o regional.
Las privatizaciones según el modo en que se lleven a la práctica pueden estar asociadas, por lo tanto, con la decadencia económica, creando así un argumento que mina irreversiblemente la confianza en las instituciones democráticas y de mercado.
2 LIBERALIZACIÓN
La liberalización o supresión de las interferencias públicas en los mercados financieros y de capitales y de las barreras al comercio presentan múltiples facetas. La liberación de los mercados financieros y de capitales pueden traer consigo unos efectos devastadores en los pequeños países emergentes.
En el caso de la liberalización comercial existe un mayor consenso a favor de la misma, al menos entre las élites dirigentes a pesar de las ultimas manifestaciones organizadas en Seattle, Praga y Washington.
Se argumenta que la liberalización del comercio expande la renta de un país porque desplaza empleos poco productivos a otros más productivos, fruto de la llamada ventaja comparativa. Sin embargo, si dentro de una nación lo que conseguimos es lanzar a trabajadores de empleos poco productivos al paro, no estaremos precisamente enriqueciendo a ese país.
Destruir empleos es sencillo y eso es algo que se consigue fácilmente cuando se liberaliza el comercio, cuando las industrias autóctonas tienen que cerrar ante el empuje de la competencia internacional.
Se suele argumentar que se crearán nuevos empleos y más productivos a medida que se eliminen los viejos e ineficientes, pero esto sencillamente no es cierto y pocos han creído en la creación “instantánea” de los puestos de trabajo al menos desde la Gran Depresión americana.
La creación de nuevas empresas y empleos requiere capital y espíritu emprendedor, y en los países y regiones en desarrollo suele escasear el segundo, les falta una clase bancaria que asuma el riesgo empresarial en el primer caso, y existen defectos en el sistema educativo en el segundo. Por todo lo anterior, muchas veces los programas de austeridad terminan desembocando en programas de austeridad con altos tipos de interés lo que hace casi imposible la creación de empleos aun cuando nos encontremos en un ambiente económico propicio, ya que el capital necesario para conseguir el crecimiento resulta prohibitivamente caro.
Por todo ello, la liberalización comercial incumple muy a menudo sus promesas y conduce a más paro lo que hace que tenga opositores enérgicos. La hipocresía de muchos de quienes propician la liberalización comercial y la forma en que la han realizado, ha reforzado la hostilidad creciente de la sociedad hacia dicha liberalización.
Occidente animó a la liberalización comercial de los productos que exportaba, pero siguió protegiendo a la vez los sectores en los que la competencia de los países en desarrollo podía amenazar su economía (ronda de Seattle). Los negociadores de los países desarrollados mantuvieron subsidios a los productos agrícolas y cerraron los mercados de estos bienes junto con los textiles, en los que los países en vías de desarrollo tenían una ventaja competitiva.
Algo análogo sucedió en la Ronda de Uruguay, donde se abrieron los mercados de los servicios financieros y de la tecnología de la información, pero no así para los marítimos y de construcción donde los países subdesarrollados tenían una pequeña ventaja competitiva.
Si la prematura y mal llevada liberalización comercial ha resultado nociva para los países subdesarrollados, en muchos sentidos la liberalización del mercado de capitales ha resultado aun peor. Las empresas no acometen inversiones a largo plazo con unos fondos que pueden ser retirados en un abrir y cerrar de ojos. Las inversiones procedentes de inversiones especulativas a muy corto plazo suponen siempre un alto riesgo en ese sentido.
Cuando el FMI y los Gobiernos que siguen sus directrices, defendían la liberalización del mercado de capitales recurriendo a un razonamiento simplista: los mercados libres son más eficientes, y a una mayor eficiencia corresponde un mayor crecimiento, afirman también que sin la liberalización los países no podrían atraer capital extranjero y en especial inversión directa. Sin embargo, China ha demostrado que la liberalización del mercado de capitales no era necesaria para conseguir atraer fondos, dada la elevada tasa de ahorro del Este asiático.
La liberalización, en especial, cuando es acometida prematuramente, antes del establecimiento de unas instituciones financieras sólidas provoca inestabilidad. La inestabilidad no sólo conspira contra el crecimiento económico sino que los costes de la inestabilidad son desproporcionadamente soportados por los más pobres, aspecto éste que nos debería hacer reflexionar a todos.
En el caso de la liberalización comercial existe un mayor consenso a favor de la misma, al menos entre las élites dirigentes a pesar de las ultimas manifestaciones organizadas en Seattle, Praga y Washington.
Se argumenta que la liberalización del comercio expande la renta de un país porque desplaza empleos poco productivos a otros más productivos, fruto de la llamada ventaja comparativa. Sin embargo, si dentro de una nación lo que conseguimos es lanzar a trabajadores de empleos poco productivos al paro, no estaremos precisamente enriqueciendo a ese país.
Destruir empleos es sencillo y eso es algo que se consigue fácilmente cuando se liberaliza el comercio, cuando las industrias autóctonas tienen que cerrar ante el empuje de la competencia internacional.
Se suele argumentar que se crearán nuevos empleos y más productivos a medida que se eliminen los viejos e ineficientes, pero esto sencillamente no es cierto y pocos han creído en la creación “instantánea” de los puestos de trabajo al menos desde la Gran Depresión americana.
La creación de nuevas empresas y empleos requiere capital y espíritu emprendedor, y en los países y regiones en desarrollo suele escasear el segundo, les falta una clase bancaria que asuma el riesgo empresarial en el primer caso, y existen defectos en el sistema educativo en el segundo. Por todo lo anterior, muchas veces los programas de austeridad terminan desembocando en programas de austeridad con altos tipos de interés lo que hace casi imposible la creación de empleos aun cuando nos encontremos en un ambiente económico propicio, ya que el capital necesario para conseguir el crecimiento resulta prohibitivamente caro.
Por todo ello, la liberalización comercial incumple muy a menudo sus promesas y conduce a más paro lo que hace que tenga opositores enérgicos. La hipocresía de muchos de quienes propician la liberalización comercial y la forma en que la han realizado, ha reforzado la hostilidad creciente de la sociedad hacia dicha liberalización.
Occidente animó a la liberalización comercial de los productos que exportaba, pero siguió protegiendo a la vez los sectores en los que la competencia de los países en desarrollo podía amenazar su economía (ronda de Seattle). Los negociadores de los países desarrollados mantuvieron subsidios a los productos agrícolas y cerraron los mercados de estos bienes junto con los textiles, en los que los países en vías de desarrollo tenían una ventaja competitiva.
Algo análogo sucedió en la Ronda de Uruguay, donde se abrieron los mercados de los servicios financieros y de la tecnología de la información, pero no así para los marítimos y de construcción donde los países subdesarrollados tenían una pequeña ventaja competitiva.
Si la prematura y mal llevada liberalización comercial ha resultado nociva para los países subdesarrollados, en muchos sentidos la liberalización del mercado de capitales ha resultado aun peor. Las empresas no acometen inversiones a largo plazo con unos fondos que pueden ser retirados en un abrir y cerrar de ojos. Las inversiones procedentes de inversiones especulativas a muy corto plazo suponen siempre un alto riesgo en ese sentido.
Cuando el FMI y los Gobiernos que siguen sus directrices, defendían la liberalización del mercado de capitales recurriendo a un razonamiento simplista: los mercados libres son más eficientes, y a una mayor eficiencia corresponde un mayor crecimiento, afirman también que sin la liberalización los países no podrían atraer capital extranjero y en especial inversión directa. Sin embargo, China ha demostrado que la liberalización del mercado de capitales no era necesaria para conseguir atraer fondos, dada la elevada tasa de ahorro del Este asiático.
La liberalización, en especial, cuando es acometida prematuramente, antes del establecimiento de unas instituciones financieras sólidas provoca inestabilidad. La inestabilidad no sólo conspira contra el crecimiento económico sino que los costes de la inestabilidad son desproporcionadamente soportados por los más pobres, aspecto éste que nos debería hacer reflexionar a todos.
3 LA INVERSIÓN EXTRANJERA
El Consenso de Washington arguye que el crecimiento tiene lugar merced a la liberalización que elimina trabas en los mercados. Se supone que la privatización, liberalización y macroestabilidad generan un clima que atrae la inversión, incluida la extranjera.
Las empresas extranjeras aportan conocimientos técnicos y acceso a los mercados exteriores abriendo nuevas posibilidades para el empleo. Estas empresas cuentan además con acceso a fuentes de financiación, aspecto especialmente importante en los países subdesarrollados con instituciones financieras débiles.
Existen, sin embargo, algunos aspectos negativos reales, ya que cuando llegan las inversiones extranjeras destruyen a los competidores locales, frustrando las ambiciones de los pequeños empresarios locales existentes y potenciales, que aspiraban a animar a la industria nacional.
En ausencia de leyes estrictas sobre la competencia y de una aplicación efectiva de las mismas, una vez la empresa internacional consigue expulsar del mercado a los competidores locales, empleará posteriormente todo su poder monopolista para subir los precios.
Parte de lo que está en juego es una cuestión de dinero, muchos de los empresarios locales aducen que si se les da tiempo podrán adaptarse, responder a la competencia y producir bienes de forma eficiente. Mantener a las empresas nacionales, pensamos, que es importante para fortalecer a nuestra comunidad, económica y socialmente. El problema, en ocasiones, es que las políticas inicialmente presentadas como protección temporal frente a la competencia foránea terminan muchas veces transformándose en permanentes.
Es fácil crear bancos sólidos que no pierdan dinero debido a concesiones inadecuadas de préstamos, simplemente bastará exigirles que inviertan en Letras del Tesoro norteamericano. Pero el desafío no es crear bancos solventes, sino que estos sean capaces de facilitar créditos para que las empresas crezcan y se creen otras nuevas.
En Argentina se ha demostrado que no hacerlo puede dar lugar a macroinestabilidad, la falta de crecimiento ha acumulado crecientes déficit fiscales, como el FMI ha recomendado recortes en los gastos y subidas de impuestos, se ha puesto en marcha así un círculo vicioso infernal de recesión económica y agitación social.
En muchos casos, la corrupción ha engrasado las ruedas en perjuicio del pueblo. En Pakistán el Banco Mundial estimuló acuerdos con el sector privado incluyendo cláusulas por las que el Estado se comprometía a comprar grandes cantidades de electricidad a precios muy elevados (cláusulas de acuerdo firme de compra). El sector privado se llevaba, de ese modo, los beneficios y el Estado asumía el riesgo. Cuando el Gobierno corrupto fue derrocado, la administración estadounidense presionó al gobierno entrante para que cumpliera los contratos y no suspendieran los pagos. Hay una larga historia de contratos injustos cuyo cumplimiento ha sido forzado finalmente por las autoridades occidentales.
La inversión extranjera florece, a menudo, únicamente gracias a privilegios especiales arrancados a los estados. Esos privilegios, con frecuencia, son el resultado de la corrupción, del soborno a funcionarios del gobierno. De forma, que puede decirse que la inversión extranjera directa, en muchos casos, suele llegar al precio de socavar los procesos democráticos. Esto último resulta particularmente cierto en las inversiones en minería, petróleo y otros recursos naturales donde los extranjeros tienen un incentivo real para obtener concesiones a precios muy bajos. Por todas estas cuestiones y otros efectos adversos las inversiones extranjeras, a menudo, no promueven el crecimiento.
De hecho, la entrada de recursos puede a veces bloquear el desarrollo, mediante un mecanismo denominado “enfermedad holandesa”, las entradas de capital llevan a una apreciación de la moneda autóctona. Lo que abarata las importaciones, encareciendo las exportaciones, lo que termina erosionando finalmente a la economía exportadora nacional.
La disponibilidad de recursos naturales por parte de una nación puede llegar a alterar los incentivos al desarrollo, ya que más que asignar energía a crear riqueza, los esfuerzos se orientan a la apropiación de ingresos vinculados a los recursos naturales.
Las instituciones financieras internacionales han tendido a desdeñar los problemas que se indican, y sus consejos para crear empleo se han limitado a la eliminación de la intervención pública, todo ello acompañado por una reducción de impuestos, contención de la inflación e invitaciones de entrada a los empresarios extranjeros. En cierto modo, no se trataba de otra cosa que la manifestación de una mentalidad colonial. De forma que para lograr su desarrollo el país pasaba a depender cada vez más de los extranjeros para conseguir nuevos empresarios, haciendo caso omiso del éxito espectacular de Corea y Japón en los que la inversión foránea no cumplió papel alguno, lo que facilitó su acceso a nuevos mercados y tecnologías.
Las empresas extranjeras aportan conocimientos técnicos y acceso a los mercados exteriores abriendo nuevas posibilidades para el empleo. Estas empresas cuentan además con acceso a fuentes de financiación, aspecto especialmente importante en los países subdesarrollados con instituciones financieras débiles.
Existen, sin embargo, algunos aspectos negativos reales, ya que cuando llegan las inversiones extranjeras destruyen a los competidores locales, frustrando las ambiciones de los pequeños empresarios locales existentes y potenciales, que aspiraban a animar a la industria nacional.
En ausencia de leyes estrictas sobre la competencia y de una aplicación efectiva de las mismas, una vez la empresa internacional consigue expulsar del mercado a los competidores locales, empleará posteriormente todo su poder monopolista para subir los precios.
Parte de lo que está en juego es una cuestión de dinero, muchos de los empresarios locales aducen que si se les da tiempo podrán adaptarse, responder a la competencia y producir bienes de forma eficiente. Mantener a las empresas nacionales, pensamos, que es importante para fortalecer a nuestra comunidad, económica y socialmente. El problema, en ocasiones, es que las políticas inicialmente presentadas como protección temporal frente a la competencia foránea terminan muchas veces transformándose en permanentes.
Es fácil crear bancos sólidos que no pierdan dinero debido a concesiones inadecuadas de préstamos, simplemente bastará exigirles que inviertan en Letras del Tesoro norteamericano. Pero el desafío no es crear bancos solventes, sino que estos sean capaces de facilitar créditos para que las empresas crezcan y se creen otras nuevas.
En Argentina se ha demostrado que no hacerlo puede dar lugar a macroinestabilidad, la falta de crecimiento ha acumulado crecientes déficit fiscales, como el FMI ha recomendado recortes en los gastos y subidas de impuestos, se ha puesto en marcha así un círculo vicioso infernal de recesión económica y agitación social.
En muchos casos, la corrupción ha engrasado las ruedas en perjuicio del pueblo. En Pakistán el Banco Mundial estimuló acuerdos con el sector privado incluyendo cláusulas por las que el Estado se comprometía a comprar grandes cantidades de electricidad a precios muy elevados (cláusulas de acuerdo firme de compra). El sector privado se llevaba, de ese modo, los beneficios y el Estado asumía el riesgo. Cuando el Gobierno corrupto fue derrocado, la administración estadounidense presionó al gobierno entrante para que cumpliera los contratos y no suspendieran los pagos. Hay una larga historia de contratos injustos cuyo cumplimiento ha sido forzado finalmente por las autoridades occidentales.
La inversión extranjera florece, a menudo, únicamente gracias a privilegios especiales arrancados a los estados. Esos privilegios, con frecuencia, son el resultado de la corrupción, del soborno a funcionarios del gobierno. De forma, que puede decirse que la inversión extranjera directa, en muchos casos, suele llegar al precio de socavar los procesos democráticos. Esto último resulta particularmente cierto en las inversiones en minería, petróleo y otros recursos naturales donde los extranjeros tienen un incentivo real para obtener concesiones a precios muy bajos. Por todas estas cuestiones y otros efectos adversos las inversiones extranjeras, a menudo, no promueven el crecimiento.
De hecho, la entrada de recursos puede a veces bloquear el desarrollo, mediante un mecanismo denominado “enfermedad holandesa”, las entradas de capital llevan a una apreciación de la moneda autóctona. Lo que abarata las importaciones, encareciendo las exportaciones, lo que termina erosionando finalmente a la economía exportadora nacional.
La disponibilidad de recursos naturales por parte de una nación puede llegar a alterar los incentivos al desarrollo, ya que más que asignar energía a crear riqueza, los esfuerzos se orientan a la apropiación de ingresos vinculados a los recursos naturales.
Las instituciones financieras internacionales han tendido a desdeñar los problemas que se indican, y sus consejos para crear empleo se han limitado a la eliminación de la intervención pública, todo ello acompañado por una reducción de impuestos, contención de la inflación e invitaciones de entrada a los empresarios extranjeros. En cierto modo, no se trataba de otra cosa que la manifestación de una mentalidad colonial. De forma que para lograr su desarrollo el país pasaba a depender cada vez más de los extranjeros para conseguir nuevos empresarios, haciendo caso omiso del éxito espectacular de Corea y Japón en los que la inversión foránea no cumplió papel alguno, lo que facilitó su acceso a nuevos mercados y tecnologías.
4 SECUENCIA Y VELOCIDAD DE IMPLANTACION
Este ha sido el desatino más importante cometido por el FMI y algunos Gobiernos que le secundaron, mostrando así su falta de sensibilidad ante los grandes problemas sociales, y forzando la liberalización antes de instalar redes de seguridad y un marco regulador adecuado, de modo que los países pudieran resistir las consecuencias adversas de los cambios súbitos de los mercados que son parte esencial del capitalismo moderno. Promovieron políticas que destruían empleos antes de sentar las bases para la creación de nuevos puestos de trabajo, forzando las privatizaciones antes de que existieran los marcos adecuados de regulación de la competencia.
Este tipo de errores se halla siempre ligado a los seguidores del fundamentalismo del mercado más conocidos como “turbo liberales”.
Tras la ideología del libre mercado hay un modelo, que suele ser atribuido a Adam Smith, según el cual las fuerzas del mercado dirigen la economía hacia resultados eficientes como si fueran conducidos por una mano invisible, sin embargo, uno de los grandes logros de la economía moderna es haber mostrado el sentido y las condiciones bajo las cuales la conclusión de Smith es correcta, pero es el caso es que tales condiciones son, de hecho, sumamente restrictivas. [Greenwald y Stiglitz].
Los avances más recientes de la teoría económica han probado que cuando la información es imperfecta y los mercados incompletos (es decir, casi siempre), la mano invisible funciona de un modo muy deficiente, y lo cierto es que las intervenciones estatales en estos casos, casi siempre, pueden mejorar la eficiencia del mercado, hasta el punto de que muchas de las actividades fundamentales del Estado pueden ser entendidas como una respuesta a los fallos del mercado.
Si la información fuera perfecta, cosa que no ocurre casi nunca, los estados casi no tendrían un papel que cumplir o sería muy pequeño como el de la regulación del mercado financiero. Si la competencia fuera perfecta, no quedaría lugar para las autoridades antimonopolio.
Sin embargo, muchas de las políticas seguidas por los gobiernos liberales se fundan en un modelo simplista de la economía de mercado, el modelo de equilibrio competitivo, en el cual la mano invisible opera y según ellos lo hace a la perfección. Con este modelo el Estado no es necesario ya que los mercados libres y sin trabas funcionan perfectamente. Estas políticas son a veces llamadas neoliberales o de fundamentalismo del mercado, las políticas del “laissez faire” fueron muy populares en el siglo XIX. Los socialistas deberíamos combatir activamente este enfoque, reaccionando ante su difusión masiva a través de numerosos medios de comunicación.
La teoría nos dice, que una economía del mercado eficiente requiere que todos sus supuestos se cumplan, de forma que una modificación en un sector sin reformar otros, puede de hecho empeorar las cosas en la sociedad. Nos estamos enfrentando al problema de la secuencia de actuación. La ideología ultraliberal que desprecia estos asuntos y aconseja simplemente moverse hacia una economía de mercado lo más rápido que se pueda, pero la teoría y la historia económica demuestran el desastre que se puede generar, si se desdeña la importancia de la secuencia y velocidad de actuación.
Algunos de los errores relacionados con la liberalización comercial y financiera, así como la privatización, son errores de secuencia de gran magnitud, aún cuando estos errores apenas sean noticia en los periódicos occidentales. Así se van generando tragedias cotidianas por las políticas seguidas por algunos gobiernos ultraliberales que afectan a los desesperados pobres del mundo, el Estado se retira rápidamente de ciertas actividades y es muy posible que no se creen nuevos empresarios a suficiente velocidad, quedando la economía en manos de mafiosos y políticos con pocos escrúpulos que así prosperan notablemente, y que por supuesto son fervientes partidarios de este tipo de comportamiento económico.
En muchos casos si se hubiera respetado una secuencia y velocidad apropiadas se hubieran conseguido aumentos de eficiencia sin arrastrar grandes costes sociales. En muchos países ello supone un retraso considerable a su desarrollo, al corroer innecesariamente el tejido social.
Los desórdenes sociales no son sino la punta del iceberg que llama la atención sobre el asunto de que los marcos sociales y políticos no pueden ser pasados por alto, siendo el desencanto político y la abstención su consecuencia.
Puede que una inflación moderada no sea el ideal para crear un ámbito propicio a la inversión, pero la injusticia social, la violencia y las contiendas civiles lo son aún menos.
Hoy reconocemos que existe un “contrato social” que vincula a los ciudadanos entre sí y a estos con su Estado. Cuando un Gobierno hace dejación de su contrato social, los ciudadanos pueden dejar de cumplir como consecuencia sus contratos de reciprocidad con el Gobierno.
En los cuidadosos cálculos de la macroeconomía realizados por el FMI y los Gobiernos que siguen sus directrices no hay sitio, hasta la fecha, para tales inquietudes.
Este tipo de errores se halla siempre ligado a los seguidores del fundamentalismo del mercado más conocidos como “turbo liberales”.
Tras la ideología del libre mercado hay un modelo, que suele ser atribuido a Adam Smith, según el cual las fuerzas del mercado dirigen la economía hacia resultados eficientes como si fueran conducidos por una mano invisible, sin embargo, uno de los grandes logros de la economía moderna es haber mostrado el sentido y las condiciones bajo las cuales la conclusión de Smith es correcta, pero es el caso es que tales condiciones son, de hecho, sumamente restrictivas. [Greenwald y Stiglitz].
Los avances más recientes de la teoría económica han probado que cuando la información es imperfecta y los mercados incompletos (es decir, casi siempre), la mano invisible funciona de un modo muy deficiente, y lo cierto es que las intervenciones estatales en estos casos, casi siempre, pueden mejorar la eficiencia del mercado, hasta el punto de que muchas de las actividades fundamentales del Estado pueden ser entendidas como una respuesta a los fallos del mercado.
Si la información fuera perfecta, cosa que no ocurre casi nunca, los estados casi no tendrían un papel que cumplir o sería muy pequeño como el de la regulación del mercado financiero. Si la competencia fuera perfecta, no quedaría lugar para las autoridades antimonopolio.
Sin embargo, muchas de las políticas seguidas por los gobiernos liberales se fundan en un modelo simplista de la economía de mercado, el modelo de equilibrio competitivo, en el cual la mano invisible opera y según ellos lo hace a la perfección. Con este modelo el Estado no es necesario ya que los mercados libres y sin trabas funcionan perfectamente. Estas políticas son a veces llamadas neoliberales o de fundamentalismo del mercado, las políticas del “laissez faire” fueron muy populares en el siglo XIX. Los socialistas deberíamos combatir activamente este enfoque, reaccionando ante su difusión masiva a través de numerosos medios de comunicación.
La teoría nos dice, que una economía del mercado eficiente requiere que todos sus supuestos se cumplan, de forma que una modificación en un sector sin reformar otros, puede de hecho empeorar las cosas en la sociedad. Nos estamos enfrentando al problema de la secuencia de actuación. La ideología ultraliberal que desprecia estos asuntos y aconseja simplemente moverse hacia una economía de mercado lo más rápido que se pueda, pero la teoría y la historia económica demuestran el desastre que se puede generar, si se desdeña la importancia de la secuencia y velocidad de actuación.
Algunos de los errores relacionados con la liberalización comercial y financiera, así como la privatización, son errores de secuencia de gran magnitud, aún cuando estos errores apenas sean noticia en los periódicos occidentales. Así se van generando tragedias cotidianas por las políticas seguidas por algunos gobiernos ultraliberales que afectan a los desesperados pobres del mundo, el Estado se retira rápidamente de ciertas actividades y es muy posible que no se creen nuevos empresarios a suficiente velocidad, quedando la economía en manos de mafiosos y políticos con pocos escrúpulos que así prosperan notablemente, y que por supuesto son fervientes partidarios de este tipo de comportamiento económico.
En muchos casos si se hubiera respetado una secuencia y velocidad apropiadas se hubieran conseguido aumentos de eficiencia sin arrastrar grandes costes sociales. En muchos países ello supone un retraso considerable a su desarrollo, al corroer innecesariamente el tejido social.
Los desórdenes sociales no son sino la punta del iceberg que llama la atención sobre el asunto de que los marcos sociales y políticos no pueden ser pasados por alto, siendo el desencanto político y la abstención su consecuencia.
Puede que una inflación moderada no sea el ideal para crear un ámbito propicio a la inversión, pero la injusticia social, la violencia y las contiendas civiles lo son aún menos.
Hoy reconocemos que existe un “contrato social” que vincula a los ciudadanos entre sí y a estos con su Estado. Cuando un Gobierno hace dejación de su contrato social, los ciudadanos pueden dejar de cumplir como consecuencia sus contratos de reciprocidad con el Gobierno.
En los cuidadosos cálculos de la macroeconomía realizados por el FMI y los Gobiernos que siguen sus directrices no hay sitio, hasta la fecha, para tales inquietudes.
5 ECONOMIA DE LA FILTRACIÓN
Esta economía preconiza que cuando existe crecimiento, su beneficio termina llegando inexorablemente a través de las rendijas hasta a los más pobres. Por tanto, los defensores de esta política económica declaran que, es suficiente procurar el crecimiento, ya que el beneficio llegará hasta los pobres indefectiblemente.
Aunque es verdad que no es posible realizar reducciones sostenidas de la pobreza, sin un fuerte crecimiento económico, lo contrario no es cierto, ya que el crecimiento no beneficia necesariamente a todos. “Aun cuando la subida de la marea eleva a todos los barcos, cuando ésta lo hace a demasiada velocidad, arroja a muchos de ellos contra la orilla hechos añicos”. Esta política de la filtración tuvo su apoyo intelectual en dos premios Nobel:
· Arthur Lewis indicó que la desigualdad era buena para el desarrollo y el crecimiento económico, porque los ricos ahorran más que los pobres y la clave del crecimiento reside la acumulación de capital..
· Simon Kuznets que en los estados iniciales la desigualdad crecía pero que esta tendencia se invertía posteriormente.
La historia económica en los últimos 50 años no ha confirmado esta teoría, los países del Este asiático han probado todo lo contrario, ya que un ahorro elevado no exige una elevada desigualdad y un crecimiento rápido puede ser alcanzado sin una elevación de la desigualdad. Sus Gobiernos nunca creyeron que el crecimiento beneficiaría de modo automático a los pobres y, por el contrario, que una mayor igualdad promovería de hecho un mayor crecimiento impulsando medidas activas de modo que el crecimiento consiguiera reflotar a TODOS los barcos. El recurso a las mejores reservas de talento de la población mediante la promoción de la igualdad, sin distinción de sexos, edad, religión etc., aportó la energía y capacidad humana para conseguir el dinamismo de esas naciones.
Por el contrario, donde se siguieron las políticas del Consenso de Washington, los pobres se beneficiaron mucho menos del crecimiento. En América Latina, el crecimiento no vino acompañado de la disminución de la desigualdad y de la pobreza. De hecho, en algunos casos la pobreza aumentó, repercutiendo negativamente sobre todo en la Educación y la Sanidad.
Aunque es verdad que no es posible realizar reducciones sostenidas de la pobreza, sin un fuerte crecimiento económico, lo contrario no es cierto, ya que el crecimiento no beneficia necesariamente a todos. “Aun cuando la subida de la marea eleva a todos los barcos, cuando ésta lo hace a demasiada velocidad, arroja a muchos de ellos contra la orilla hechos añicos”. Esta política de la filtración tuvo su apoyo intelectual en dos premios Nobel:
· Arthur Lewis indicó que la desigualdad era buena para el desarrollo y el crecimiento económico, porque los ricos ahorran más que los pobres y la clave del crecimiento reside la acumulación de capital..
· Simon Kuznets que en los estados iniciales la desigualdad crecía pero que esta tendencia se invertía posteriormente.
La historia económica en los últimos 50 años no ha confirmado esta teoría, los países del Este asiático han probado todo lo contrario, ya que un ahorro elevado no exige una elevada desigualdad y un crecimiento rápido puede ser alcanzado sin una elevación de la desigualdad. Sus Gobiernos nunca creyeron que el crecimiento beneficiaría de modo automático a los pobres y, por el contrario, que una mayor igualdad promovería de hecho un mayor crecimiento impulsando medidas activas de modo que el crecimiento consiguiera reflotar a TODOS los barcos. El recurso a las mejores reservas de talento de la población mediante la promoción de la igualdad, sin distinción de sexos, edad, religión etc., aportó la energía y capacidad humana para conseguir el dinamismo de esas naciones.
Por el contrario, donde se siguieron las políticas del Consenso de Washington, los pobres se beneficiaron mucho menos del crecimiento. En América Latina, el crecimiento no vino acompañado de la disminución de la desigualdad y de la pobreza. De hecho, en algunos casos la pobreza aumentó, repercutiendo negativamente sobre todo en la Educación y la Sanidad.
6 PRIORIDADES Y ESTRATEGIAS
Debemos prestar especial atención, por tanto, no sólo a lo que propone el FMI y algunos Gobiernos que siguen fielmente sus directrices, sino también a lo que excluye. La fiscalidad siempre está en su agenda, pero no la reforma agraria; hay dinero para acudir en rescate de los bancos, pero no lo hay para la sanidad y la educación, y mucho menos para acudir en auxilio de las personas a quienes ha alcanzado el paro, carecen ya de seguro de desempleo y no consiguen trabajo, como resultado de la mala gestión macroeconómica seguida por el FMI o el Gobierno correspondiente..
La reforma agraria y la eliminación del paro comporta un cambio fundamental en la estructura de la sociedad, no necesariamente del agrado de la élite que puebla algunos Ministerios de Hacienda de ciertos países con la cual interactúan estrechamente las Instituciones Financieras Internacionales, si estas Instituciones Internacionales estuvieran verdaderamente preocupadas por el crecimiento y el alivio de la pobreza, prestarían mucha más atención a estos temas.
Otro aspecto, a menudo olvidado, ha sido el de la regulación del sector financiero, aunque se incida en la política fiscal y en la monetaria. Si se presta un interés excesivo y lo que es peor exclusivo a la inflación, se llega a las altas tasas de interés que terminan creando más paro y falta de crecimiento.
Los mercados financieros pueden estar muy satisfechos con una inflación reducida, pero los trabajadores y los preocupados realmente por el problema de la pobreza no estarán contentos con un crecimiento débil y un desempleo elevado.
No se trata ya de admitir el crecimiento o no, sino discutir en torno a las políticas seguidas para conseguir el mismo.
La reforma agraria y la eliminación del paro comporta un cambio fundamental en la estructura de la sociedad, no necesariamente del agrado de la élite que puebla algunos Ministerios de Hacienda de ciertos países con la cual interactúan estrechamente las Instituciones Financieras Internacionales, si estas Instituciones Internacionales estuvieran verdaderamente preocupadas por el crecimiento y el alivio de la pobreza, prestarían mucha más atención a estos temas.
Otro aspecto, a menudo olvidado, ha sido el de la regulación del sector financiero, aunque se incida en la política fiscal y en la monetaria. Si se presta un interés excesivo y lo que es peor exclusivo a la inflación, se llega a las altas tasas de interés que terminan creando más paro y falta de crecimiento.
Los mercados financieros pueden estar muy satisfechos con una inflación reducida, pero los trabajadores y los preocupados realmente por el problema de la pobreza no estarán contentos con un crecimiento débil y un desempleo elevado.
No se trata ya de admitir el crecimiento o no, sino discutir en torno a las políticas seguidas para conseguir el mismo.
7 ¿LA UNICA POLITICA ECONOMICA POSIBLE?
Algunas políticas promueven el crecimiento pero apenas tienen efecto sobre la pobreza, otras fomentan el crecimiento pero de hecho aumentan la pobreza, y otras finalmente consiguen el crecimiento y además reducen la pobreza.
En algunos casos, corresponde a un juego en el que todos ganan como ocurre en la inversiones de la reforma agraria y de un mejor acceso a la educación de los pobres que promueven un mayor crecimiento de la igualdad.
En otros casos, pueden darse juegos en el que pierden casi todos, la liberalización comercial puede fomentar a veces el crecimiento, pero al mismo tiempo al menos a corto plazo extenderá a pobreza sobre todo si realiza a gran velocidad.
Hay ocasiones en que se practican políticas en las que todos pierden que es la que se da en el caso de liberalización incontrolada del mercado financiero no promoviendo el crecimiento pero sí extendiendo notablemente la desigualdad.
La conocida flexibilización del mercado laboral no significa sino que el FMI y los Gobiernos que siguen sus consejos, tratan de conseguir una expresión eufemística que esconde el intento de alcanzar salarios más reducidos y menor protección laboral. El caso extremo se consigue cuando los trabajadores son inmigrantes ilegales, carentes por tanto de cualquier fuerza negociadora ante el empresario que le contrata.
No todas las políticas seguidas por el FMI era previsible que tuvieran ese mal resultado sobre los pobres, pero el hecho es que así ha ocurrido y se debe reaccionar:
En algunos casos, corresponde a un juego en el que todos ganan como ocurre en la inversiones de la reforma agraria y de un mejor acceso a la educación de los pobres que promueven un mayor crecimiento de la igualdad.
En otros casos, pueden darse juegos en el que pierden casi todos, la liberalización comercial puede fomentar a veces el crecimiento, pero al mismo tiempo al menos a corto plazo extenderá a pobreza sobre todo si realiza a gran velocidad.
Hay ocasiones en que se practican políticas en las que todos pierden que es la que se da en el caso de liberalización incontrolada del mercado financiero no promoviendo el crecimiento pero sí extendiendo notablemente la desigualdad.
La conocida flexibilización del mercado laboral no significa sino que el FMI y los Gobiernos que siguen sus consejos, tratan de conseguir una expresión eufemística que esconde el intento de alcanzar salarios más reducidos y menor protección laboral. El caso extremo se consigue cuando los trabajadores son inmigrantes ilegales, carentes por tanto de cualquier fuerza negociadora ante el empresario que le contrata.
No todas las políticas seguidas por el FMI era previsible que tuvieran ese mal resultado sobre los pobres, pero el hecho es que así ha ocurrido y se debe reaccionar:
- La liberalización comercial acompañada por unos altos tipos de interés es una receta prácticamente infalible para la destrucción del empleo creando desarrollo a expensas de los pobres.
- La liberalización del mercado financiero no acompañado por un marco regulatorio adecuado, es una receta segura para caminar hacia la inestabilidad económica que puede llevar finalmente a una elevación de tipos de interés.
- La privatización, sin políticas de competencia y vigilancia de la misma que impidan los abusos de los poderes monopolistas, puede conducir inexorablemente a una elevación de precios, de eso algo sabemos en España
- La austeridad fiscal perseguida de modo ciegamente integrista puede finalizar con mucho más paro y finalización de contrato social.
El FMI subestimó la influencia de estas políticas sobre los pobres y esquilmó a las clases medias, enriqueciendo tan sólo a un puñado de opulentos, sobreestimando además las ventajas de sus políticas fundamentalistas de mercado.
La teoría económica moderna, en particular la información asimétrica y los mercados incompletos, incluso en el caso de mercados muy competitivos como los laborales, ha conseguido explicar que el paro puede persistir de modo indefinido, y el argumento de que el paro es generado por los sindicatos es sencillamente falso.
El Estado por lo tanto tiene un papel relevante en la economía, y no sólo debe diseñar las políticas, sino las secuencias y velocidades de implantación de las mismas. La esencia de la libertad es el derecho a elegir aceptando cada Gobierno la responsabilidad correspondiente.
La teoría económica moderna, en particular la información asimétrica y los mercados incompletos, incluso en el caso de mercados muy competitivos como los laborales, ha conseguido explicar que el paro puede persistir de modo indefinido, y el argumento de que el paro es generado por los sindicatos es sencillamente falso.
El Estado por lo tanto tiene un papel relevante en la economía, y no sólo debe diseñar las políticas, sino las secuencias y velocidades de implantación de las mismas. La esencia de la libertad es el derecho a elegir aceptando cada Gobierno la responsabilidad correspondiente.