Daniel Peña*
La crisis económica y la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo económico basado en el conocimiento han estimulado un interés creciente por la calidad de nuestras Universidades y su situación relativa (ranking) respecto a las de otros países. La sociedad española parece haber descubierto con sorpresa que sus Universidades no aparecen en lugares destacados en los rankings internacionales. ¿Cómo podría ser de otro modo? Cualquier ranking muestra que la posición relativa depende mucho de los recursos disponibles.
Por ejemplo, los rankings están encabezados por las prestigiosas Universidades investigadoras de Estados Unidos, como Harvard, MIT o Princeton, que tienen un presupuesto de alrededor de 150.000 euros por estudiante y año. En Europa destacan Oxford y Cambridge, con un presupuesto de unos 50.000 euros. A continuación, se encuentran las buenas Universidades públicas continentales, como Leiden en Holanda, Pierre et Marie Curie en Francia o Heilderberg en Alemania, con un presupuesto promedio de unos 20.000 euros. Junto a ellas se sitúan ya las mejores Universidades de los países emergentes, como Corea del Sur, Singapur, Brasil o China, con presupuestos algo más altos que las europeas, de unos 25.000 euros. Las españolas aparecen a la cola de los países desarrollados, con un presupuesto promedio algo menor de los 10.000 euros por estudiante y año. ¿No sería un milagro que pudieran competir de forma efectiva con las mejores Universidades del mundo? ¿Podemos tener Universidades de excelencia con recursos de país subdesarrollado?
Puede argumentarse que la financiación no determina los resultados, que dependen mucho de la eficacia y eficiencia en el uso de los recursos. En particular, la forma de gobernanza y la endogamia se citan como factores negativos de nuestro sistema. Es cierto que hay mucho que mejorar en la eficiencia de nuestras Universidades y en su cultura de rendición de cuentas, pero no aspiremos con medidas legislativas a multiplicar los panes y los peces: es imposible que nuestras mejores Universidades ocupen puestos destacados en los rankings internacionales si carecen de recursos para competir en un mundo globalizado. Es como aspirar a que con mejores camisetas un equipo de fútbol con ingresos de Tercera División gane la Champions, y no un año, sino habitualmente.
Los problemas económicos de las Universidades españolas no van a resolverse subiendo las tasas académicas. Las Universidades líderes en los rankings son siempre instituciones sin ánimo de lucro, que reciben fondos, sin esperar dividendos, que invierten en docencia e investigación de excelencia. Existe la falsa idea de que las prestigiosas Universidades privadas de Estados Unidos se financian con las tasas de los estudiantes, que son una pequeña fracción de su presupuesto. Por ejemplo, la Universidad de Princeton obtiene el 20% de sus ingresos de las tasas, proporción similar al de las Universidades públicas españolas. Sus recursos provienen de subvenciones, públicas y privadas, dirigidas principalmente a financiar su investigación. En España debemos asignar más recursos públicos y, sobre todo, hacer depender los recursos de los resultados para que, como en el norte de Europa y Norteamérica, pero también en Brasil, Corea o China, las instituciones más prestigiosas dispongan siempre de mayores ingresos.
La financiación de una Universidad en España depende poco de su calidad y mucho de su localización. La partida principal de su presupuesto, entre el 40% y el 75%, es la transferencia de la comunidad autónoma, que, en 2008, fue en promedio de 5.864 euros por estudiante. Pero esta cantidad oscila desde los 8.354 euros en Navarra a los 3.893 en Extremadura. Además, los recursos recibidos no dependen de la riqueza relativa de la comunidad: algunas hacen un gran esfuerzo por sus Universidades públicas con relación a su PIB, como Castilla-La Mancha o Valencia, mientras que otras tienen otras prioridades, como Madrid o Baleares (véase La Universidad española en cifras, 2008). Aunque en teoría muchas comunidades asignan recursos en función de los resultados, en la práctica, las Universidades de la misma comunidad reciben recursos similares. La consecuencia es una falta de relación entre calidad y recursos públicos recibidos por las Universidades.
Consciente de esta grave deficiencia de nuestro sistema universitario, el Gobierno ha tenido la oportuna iniciativa de establecer el programa de Campus de Excelencia Internacional (CEI) para asignar recursos adicionales a las mejores Universidades. Está inspirado en los programas ya implantados con éxito en Alemania y Francia, cuyos Gobiernos han dedicado importantes recursos a este objetivo: unos 1.900 millones de euros en Alemania y 5.000 millones en Francia. En España la convocatoria CEI 2010 cuenta con un presupuesto conjunto del MEC y del MICINN de unos 240 millones de euros, de los que cerca del 90% son préstamos reembolsables. Esto implica que en Francia o Alemania las Universidades seleccionadas han obtenido subvenciones de hasta 600 millones de euros, mientras que en España pueden recibir un crédito de menos del 5% de esta cantidad, que deberán, además, devolver en el futuro. Con estos exiguos recursos el programa CEI aspira a situar nuestras Universidades entre las mejores de Europa. ¿No sería un prodigioso milagro?
*Daniel Peña es rector de la Universidad Carlos III de Madrid
Publicado en El País 14-02-2011